Raúl Molina
Profesor, padre de familia y miembro de CEMI

Nos toca cuidarnos


Compartir

Cuando los ciervos cruzan juntos un río, descansan su cabeza sobre el lomo del que los precede, y así atraviesan, ayudándose los unos a los otros, y aquel que está al frente, cuando se cansa, reposa su cabeza sobre el último. Comenta San Agustín que “el apóstol se refiere a una especie de ciervos, cuando dice: ‘Llevad mutuamente las cargas unos de otros’ (Gal 6,2)”. Thomas Merton, Curso de mística cristiana.



¿Qué nos toca sino cuidarnos? ¿Qué nos toca si no dejar que sobre nuestra espalda apoye la cabeza el de atrás?

Guerras, muertes, abusos, pobreza…

En estos últimos meses del año no hemos dejado de conmovernos con las guerras que siguen, las muertes y abusos a mujeres, la pobreza de tantos que parece se avecina con la nueva crisis, los inmigrantes abandonados en el mar, los abusos dentro de la Iglesia, las amenazas de cambio de un planeta maltratado o la intransigencia de unos con otros. También hemos convivido con esos otros dolores, los particulares, nuestros desánimos vitales, las dificultades de alguno de los nuestros, la enfermedad de algún allegado o, incluso, la muerte de alguien cercano.

“Sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto” (Rm 8,22) y quizá los que somos europeos acomodados olvidamos con facilidad que el dolor se instala irremediablemente en la vida y caemos en la tentación de pensar que el optimismo es sinónimo de esperanza. La esperanza que Jesús nos anunció no fue la de la complacencia y la búsqueda del bienestar, sino la de hacerse hombre para acompañar al hambriento, al triste, al preso, a la samaritana, al centurión o a Nicodemo.

Nuestra esperanza, quizá, no sea otra que la de ofrecer nuestra espalda para que otro se apoye, la de saber que tendremos una espalda en la que apoyarnos y la de sabernos acompañados por la íntima misericordia del Padre.

Conviene sacudirse el polvo.