La Trinidad, sin tanto misterio


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Nos enseñaron que la Santísima Trinidad era un misterio. Algo incomprensible en lo que había que creer. Tres Personas distintas y un solo Dios verdadero.

La conclusión a la que llegábamos los niños no era solamente que el ser de Dios era un secreto misterioso e inaccesible. Solapada, había otra afirmación que no se explicitaba, pero que quedaba dicha en un segundo plano, afirmada como obvia y por lo tanto más indiscutible aún: lo que quedaba sutilmente dicho y ni siquiera expresado llegaba sin filtros a nuestro corazón: cuando no se entiende hay que creer; cuando lo que nos enseñan no se somete a la razón, hay que callarse la boca y aceptar sumisamente.

Pero, más oculta todavía, más indiscutible, en un espacio inaccesible a todo pensamiento, por encima de toda posibilidad de duda, se alzaba otra realidad que se daba por supuesta: había alguien que decidía qué era misterio y qué no. Presentar a Dios como un secreto inaccesible otorga poder al que así lo presenta, al que decide qué es aquello que se debe creer sin pensar ni discutir.

Para Jesús, es posible entender

Jesús no habla así de Dios, su Padre y nuestro Padre; él decía: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora”. Aquí lo que está implícito, lo que queda claro justamente porque ni se discute y se da por evidente, es lo contrario de lo que se decía en la clase de religión. Detrás de ese “ahora” está dicho que en otro momento será posible entender, o sea, que es posible entender.

Para eso no será necesario llegar a la otra vida; según lo que dice el Señor, será suficiente dejarse llevar por el “Espíritu de la Verdad”; Él “los conducirá a toda la verdad”, a toda la verdad de lo que enseñaba Jesús y que ellos ahora, por el momento, no podían entender.

Dios es comunión y amor

Es cierto, no era fácil comprender que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo combinando conceptos filosóficos. Pero de lo que se trata es de descubrir que Dios no es Alguien Omnipotente perdido en una infinita soledad, sino que Dios es comunión, comunidad, amor.

Que Dios es amor no se enseña en una clase ni se aprende en un libro, es algo que se aprende viviendo. Es a lo largo de la vida que el Espíritu nos va conduciendo hacia la verdad plena. Hacen falta años, luchas, alegrías, dolores. Hace falta amar y ser amado.

Solo viviendo se puede descubrir que Dios es comunión perfecta de amor y que nosotros somos imagen y semejanza de ese Dios que es así. La urgencia de amor con la que nacemos, vivimos y morimos está grabada en lo más profundo de nuestro ser porque somos imagen y semejanza de un Dios que es comunión.

No es lo mismo enseñar a un niño diciéndole que Dios es un misterio que nunca va a comprender, que decirle: “Dios es comunión, es tres Personas, Padre Hijo y Espíritu Santo, es amor. Poco a poco vas a ir descubriendo todo lo que eso significa”.