Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

La tragedia que vive la migración venezolana


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Las cifras alarmantes de venezolanos, que han dejado su país, reseñadas por el Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas, deberían ser un llamado de alerta para no seguir volteando la mirada ante la crisis que sigue tan vigente como el primer día.



El problema ha sido que al normalizar la crisis, se minimiza los impactos de la misma, y al final cada quien sigue cuidando su parcela, pero lastimosamente las víctimas siguen allí, reclamando una salida humanitaria.

No es la intención de este texto hacer una apología de responsabilidades. El problema de Venezuela es complejo, la responsabilidad siempre es compartida, son muchos los responsables directos por acción y otros por omisión, pero necesariamente hay que rechazar la indiferencia y el utilitarismo, en el caso venezolano.

La indiferencia y el utilitarismo han hecho daño

La indiferencia es consecuencia de acostumbrarse a vivir rodeados de dictaduras. El continente ya no soporta más totalitarismos, no podemos seguir creyendo que, la mal llamada autodeterminación de los pueblos, es una excusa para la complicidad de crímenes de lesa humanidad.

El mal que unos viven hoy, será el mal de otros, en un mañana no muy distante. El calco ideológico de la dictadura ha ido mutando en otros países de América Latina, sería miope no reconocerlo.

El segundo aspecto a mencionar es el utilitarismo, que tiene que ver con usar a Venezuela como discurso electoral para ganar o perder elecciones, pero con la misma indiferencia hacia los venezolanos, total los países tienen intereses y no intenciones, pero el asunto no se mide en toneladas de mercancía o barriles de petróleo, sino en número de personas, y los migrantes, los más de siete millones no son solo una estadística.

Los venezolanos, por su parte, tienen la difícil tarea de asumir la realidad, de dejar las ilusiones mesiánicas que nunca aparecerán, y concentrarse en lo realmente urgente, el tema humanitario y los derechos humanos, si estas dos cosas no están resueltas, no se ha arreglado el país.

Los venezolanos no pueden seguir culpando a los otros, hay que asumir el peso de la responsabilidad, lo cual es un paso necesario. Con ello no se pretende poner en el mismo nivel a víctimas y victimarios, pero si la conciencia social de que las acciones realizadas no han sido las mejores. Quizás no hay mejor ejemplo para poner en práctica el humanismo y la ética, que éste: asumir el deber ético de ver y respetar al otro como persona humana.

El simplismo no es buen consejero para un drama tan complejo y con tantas implicaciones en todos los escenarios, pero no se puede seguir viralizando el camino a la salida fácil.

Lo único que resta es la esperanza cristiana

Por último, el silencio de muchos, de tantos. Discursos y frases diplomáticas para no enojar al verdugo, que solo hicieron que nos acostumbremos al dantesco escenario que sigue clamando al cielo, por las miles de víctimas de un capricho ideológico que no debería tener cabida en la conciencia social y democrática del siglo XXI.

De allí que solo resta pedir Misericordia, y que Jesús, Señor de la historia acontezca, mueva la conversión sincera de corazón e intenciones de todos los implicados y responsables, y que siga poniendo semillas de bien, en el camino de los migrantes que andan errando por las venas abiertas del continente.


Por Rixio PortilloProfesor e investigador de la Universidad de Monterrey