Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

La realidad del desánimo


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Por todo lo que veíamos la semana pasada, nos encontramos con una realidad del desánimo en nuestra sociedad. El ejemplo en la educación es claro. Nuestros alumnos han oído siempre que estudiando y trabajando duro podrían conseguir un buen empleo y lograr unos altos salarios. Sin embargo, ellos constatan que esto no es así porque sus hermanos mayores a pesar de estar sobradamente preparados, tienen unos salarios bajos, muchos han tenido que emigrar y sus empleos son precarios en muchas ocasiones.



De hecho, hoy en día, para lograr entrar en la universidad que deseas o para conseguir cualquier cuestión, tienes que tener unas notas muy superiores a las que sacábamos nosotros en su momento para poder acceder a los mismos estudios universitarios. Nuestros alumnos tienen que hacer un esfuerzo adicional para lograr lo mismo que nosotros conseguíamos, no sin esfuerzo, pero sí con un esfuerzo menor.

Menos posibilidades

Estas dos realidades nos llevan a la reflexión ¿Los chavales que salen de la universidad no encuentran trabajos bien remunerados porque no se han esforzado lo suficiente? Claramente no, hay un problema de la organización de nuestro país que hacía que las personas de mi edad, cuando éramos veinteañeros, tuviésemos o no estudios, encontrásemos trabajos con la estabilidad y la remuneración necesaria para poder independizarnos y crear nuestras familias y que, esto no les suceda fácilmente a los jóvenes de ahora. Esto, evidentemente, no es responsabilidad de los jóvenes ni de su falta de esfuerzo…

¿Se ven recompensados estos elevados esfuerzos? Con mucha frecuencia no. Tenemos jóvenes muy preparados que nunca utilizan en sus empleos los frutos de sus afanes. Nos encontramos con muchas personas trabajando en empleos en los que no necesitaban tanta formación como la que han adquirido en sus años de estudiantes. Los largos años de estudio llevan, con frecuencia, a una  sobre-formación innecesaria para la mayoría de trabajos a los que pueden acceder. Además, esta puede verse como una pega por parte del empleador más que como una ventaja.

Por ello nos encontramos con una sociedad desanimada, porque el esfuerzo no nos lleva a triunfar, porque cuando estamos en el numeroso grupo de los que no triunfan se considera que no nos hemos esforzado lo suficiente. Si además nos hemos esforzado mucho y a pesar de eso, no hemos triunfado, vamos a decirles a los otros que no lo hagan, que no se esfuercen, que no vale la pena. La realidad es la de muchos no triunfadores y unos pocos que consiguen el éxito.