Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

La raíz de todos los males


Compartir

“Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores” (1 TIM 6, 9-10).



Parece que Pablo lo tenía muy claro y así se lo hizo saber a Timoteo: la raíz de todos los males es el amor al dinero. La codicia, el querer tener siempre más, es considerado por él como una terrible tentación. Los calificativos no voy a repetirlos porque están claros en este texto, pero creo que hay que matizar varias cuestiones que nos permiten comprender mejor lo dicho aquí por Pablo.

Como ya vimos en una anterior entrada el problema no está en el dinero, sino en codiciarlo, en querer acumularlo. Lo grave es el afán de riquezas, el subordinarlo todo a obtener más ingresos. El dinero es un instrumento económico útil, que nos sirve para realizar intercambios. Pero nosotros organizamos nuestra economía de modo que el afán de tener más es su motor y su fin último.

economía, dinero

Esto nos lleva a insistir en que una sociedad que pone por delante la codicia, el afán de riquezas, el ansia por tener más, difícilmente puede crear bondad, solidaridad, compasión o misericordia en su seno. Si el afán de tener más es la raíz de todos los males, podemos deducir que muchos de los que vivimos en la actualidad tienen como origen una organización basada, precisamente en esta codicia.

Es, por tanto, pertinente, la convocatoria que ha hecho Francisco para construir un pacto por una economía más humana y que nos lleve en otra dirección. La insistencia del papado en esta cuestión es fruto de estas enseñanzas bíblicas y de ser conscientes, precisamente, de estos dos elementos: que el afán de riquezas es la raíz de todos los males y que nuestro sistema económico se está sustentado en él.