José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

La improvisación en la liturgia


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Cuando terminaron las sesiones del Concilio Ecuménico Vaticano II, en 1965, muchos pensaron que los cambios a la liturgia eran el principal aporte de este magno acontecimiento eclesial. Quienes siguieron más de cerca las discusiones de los padres conciliares, y profundizaron en sus documentos finales, negaban tal apreciación: una nueva eclesiología, más horizontal y menos vertical, era lo más granado de esa reunión que había convocado a los obispos del mundo entero.



Los primeros, sin embargo, tenían su parte de razón. El que las misas ya no fueran en latín sino en la propia lengua y ya no más de espaldas al pueblo, sino frente a él; el que se incluyeran elementos autóctonos, como cantos y signos folklóricos locales, demolían las obsoletas estructuras rituales de las celebraciones litúrgicas, y abrían un inmenso campo a la creatividad e innovación pastorales.

Es cierto que se cometieron excesos. Sé de un padre que consagraba en las misas con tequila y tortillas, bebida y comida acorde a la idiosincrasia mexicana, y lejana del pan y vino, más propio de las culturas orientales o europeas.

Pronto se zanjó un debate que no prosperó, entre la libertad que un ministro podría tener, por ejemplo, para bautizar con gotas o chorros de agua, y el apego riguroso a la materia y forma del sacramento: el agua y las palabras “yo te bautizo en …”. Había que atenerse a éstas.

Me parece que, en las últimas décadas, han venido a menos las exageraciones, abriendo paso, más bien, al protagonismo tiktokero de algunos curas, que confunden el altar con un estrado de concierto, y que se ven a sí mismos como los rockstars de la liturgia.

Es por ello que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, encabezado por el vilipendiado cardenal ‘Tucho’ Fernández, ha publicado la nota ‘Gestis verbisque’ (Gestos y palabras), sobre la validez de los sacramentos.

El documento nos recuerda, simplemente, que quienes administramos sacramentos no podemos afectar ni la materia ni la forma de los mismos, lo cual no impide la sana iniciativa que podríamos tener para complementar con algunos signos la riqueza que ya tienen.

Yo, por ejemplo, he solicitado que se toquen las campanillas -las que se repiquetean en la consagración- también antes de la lectura del Evangelio en las misas dominicales y diarias, para resaltar la importancia y solemnidad que tiene la escucha de la Palabra de Dios, semejante al banquete de la Eucaristía.

Más que coartar nuestras libertades y someternos a rígidos cartabones, la ‘Gestis verbisque’ nos recuerda que hay de iniciativas a iniciativas, y que algunos elementos de nuestros ritos sacramentales no son negociables. Del resto, el mar de la imaginación nos invita a ser surcado.

Pro-vocación

La diócesis alemana de Dresde-Meissen ha dirigido una carta al papa Francisco en la que solicita la ordenación sacerdotal de mujeres y el matrimonio de las parejas homosexuales. En su ‘Declaración de amor por una Iglesia para todos’, remata: “Dios respeta a las mujeres y a los homosexuales como iguales, mientras que la Iglesia no”. Así es como se darán los cambios: desde abajo.