Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

“Etiqueta, que algo queda”


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Fascista, comunista, ultraderechista, izquierdoso, tradicionalista, zurdo, franquista, rojo, conservador, carca, progresista, terrorista… La lista podría continuar: son las etiquetas con las que, frecuentemente, nos calificamos los unos a los otros; mejor dicho, nos “descalificamos”, porque son utilizadas casi siempre como expresiones ofensivas, rayando el insulto.



En periodismo el etiquetado es una clásica fórmula de manipulación. No es lo mismo decir que “el señor fulano ha afirmado tal cosa” (lo cual reflejaría, si es cierto que lo ha dicho, un hecho objetivo), que decir “el ultraconservador señor fulano, en su habitual y conocida línea, ha dicho tal cosa”.

No está claro si fue a través del texto de ‘El barbero de Sevilla’ o si se lo debemos al filósofo Francis Bacon por lo que se hizo popular la expresión: “Calumnia, calumnia, que algo queda”. Etiquetar no es calumniar, pero se acerca; y, sobre todo, causa el efecto deseado de hacer daño a la persona etiquetada. Cuando un alto funcionario público habla de política y de economía, dentro de sus atribuciones, conocimientos o responsabilidades, ¿es necesario recordar que tiene una tendencia sexual determinada? Hacerlo, ¿añade o quita valor a su opinión?

“Amad a vuestros enemigos”

Si queremos encontrar ejemplos de todo esto, basta ir al Congreso o seguir sus sesiones por televisión; pero también es suficiente con leer cualquier publicación periódica, ver y escuchar los medios de comunicación o pasearse por las famosas redes sociales. También en el ámbito eclesial es frecuente la etiquetación. En un libro de actualidad religiosa que acabo de leer, aparece la palabra “ultraconservador” no menos de 200 veces, siempre aplicada a un grupo de personas determinadas, claro está.

¿No sería un ejercicio sano dejar de etiquetarnos? Cada uno somos fruto de múltiples influencias, cuyo resultado es una personalidad compleja, no reductible a un solo aspecto, y no calificable con una o unas pocas palabras.

Un político de España, ya anciano, decía a los miembros de su partido, allá por los años 80: “Hablad de vuestros adversarios políticos de tal manera que podáis saludarles al salir de la sesión o al encontrarles nuevamente, y que podáis conservar la amistad con todos”.

Creo que se trata de un buen consejo. Pero nosotros, los cristianos, tenemos en el Evangelio expresiones más claras y contundentes: “Tratad a los demás como os gustaría ser tratados por ellos” (Lc 6, 31), y “Amad a vuestros enemigos” (Lc 6, 27). Ahí queda eso.

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