En la piel de los padres


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Bélgica aplica por primera vez la eutanasia a un niño. Es una noticia impactante. Cualquier adulto con hijos se pone en la piel de esos padres y piensa qué haría en su lugar. Me sorprende que la legislación belga incluya la noción de “capacidad de discernimiento” del menor. ¿Qué le dirías para romper ese terrible consentimiento? Al reflexionar sobre ello, solo sé que le dije a mi hijo que no aceptaría la eutanasia, ya que cualquier tiempo que pudiera estar con él sería bendito para mí. ¿Por qué quitar tiempo a la más preciosa de las relaciones humanas? ¿Por qué considerar una vida digna o una relación digna solo entre las personas sanas?

Este caso denota una devaluación de la raíz de las relaciones humanas, del vínculo que une la construcción de los sentimientos y nos hace capaces de tener compasión, de mirar no solo la muerte de los seres queridos; también la nuestra. Sin relaciones humanas así nos convertimos en seres que se contentan con efímeros placeres y satisfacciones míseras.

No puedo imaginar cómo podrían llegar unos padres a decirle a su hijo que no podían más con esa relación, que querían romperla en vez de tranquilizarle con su presencia. ¡Pobre bebé, que, además de la enfermedad, ha tenido que experimentar el abandono!

No convencen las justificaciones basadas en un sufrimiento insoportable: hoy la medicina paliativa puede actuar sobre el sufrimiento, incluso a costa de la pérdida de consciencia del paciente. Pero, ¿sabemos si ya no es consciente, si realmente no escucha y no entiende…? Muchas personas que salieron del coma y de la sedación médica, dicen que, aun cuando parecían ausentes, escuchaban las palabras…

Había que estar junto al pequeño hasta el final, ayudando con todos los cuidados posibles para aliviar su dolor, hacerle sentir que su vida tenía un sentido aun así, que el vínculo con los padres está vivo y es verdadero. Porque el único consuelo para los que sufren es dar y recibir amor. Porque el sufrimiento solo aumentará con esa decisión…

Como si se pudiera eliminar el sufrimiento de la vida eliminando a quien sufre, es decir, eliminando a los enfermos. Como si se pudiera vivir en un spot publicitario infinito.

Publicado en el número 3.004 de Vida Nueva. Ver sumario