José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

El tour de Isabel II


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JUEVES

Taller sobre liderazgo. Para comenzar el curso. Mar interpela. “¿Por qué siempre tenemos que crecer hacia arriba? Crezcamos de una manera sostenible y ecológica”. Una pregunta y una una respuesta que da al traste con cualquier planificación estratégica orientada únicamente a maximizar beneficios. Al menos, los inmediatos y cuantificables en la cuenta corriente. Porque no es el ciprés el que da más sombra por ser el que tira más alto. Sin minusvalorar su altura ni lo que aporta en Silos y en los cementerios. Porque otros tienen raíces más profundas, aunque no se hagan notar, y hay quien crece en horizontalidad para dar otro tipo de fruto. Ni menor ni peor. Simplemente, cotizan en otra plaza que no es la bolsa.



VIERNES

Oración amazónica en Cáritas Española. Charlie nos invita a rezar con el cuerpo y desde el grito de los pueblos indígenas y de la naturaleza. Me desinstala por el inmovilismo de mis plegarias cotidianas. Hierático en lo físico y en lo espiritual.

MARTES

No es saludable para una diócesis que su emérito se atrinchere, por muy venerable y silencioso que sea. No vaya a ser que sus aposentos se conviertan en paño de lágrimas de los nostálgicos y en una suerte de gobierno disidente paralelo, muñidor de intrigas pseudogolpistas. Perdón por malpensar, porque nadie se imagina que un jubilado venerable sea capaz de torpedear el pastoreo de su sucesor.

Tampoco resulta higiénico que, con ánimo de acabar con esta tentadora ocupación, se lleve a cabo una operación impía de desahucio. Más aún, cuando es selectiva. A saber, se presiona al báculo agrietado, al que se sabe débil, pero ni tan siquiera se tose al que se sabe que puede revolverse contra el diplomático, aun cuando continúa asfixiando a quien legítimamente sobrelleva un báculo envenenado. ¿Dobles raseros? No, gracias.

MIÉRCOLES

Sensación colectiva de empacho funerario. El tour de despedida a Isabel II puede resultar excesivo desde fuera. No lo niego. Pero quizás esa percepción se haya acrecentado a medida que la pandemia ha hundido de forma vertiginosa el tiempo de las despedidas. Velatorios exprés. Funerales solitarios. Anestesiar y empastillar el sufrimiento. La tendencia a enterrar el dolor a toda prisa se ha acelerado. Carpetazo al dolor al sellar la sepultura para pasar a lo siguiente. Pero, en realidad, la herida solo queda soterrada y el duelo reaparece como un zombi. Quizá diez días de pompas fúnebres por la Reina no sean tantos.

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