José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

El cuaderno de sueños alcanzables


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MIÉRCOLES

Número en la imprenta. Con la última entrevista que, de momento, publicará Darío Menor en Vida Nueva. La vida tiene las horas que tiene y toca aparcar las colaboraciones. Ya te echamos de menos. Por tanto que se ha visto en el papel y por tanto que nunca se verá de un periodista de arriba abajo, sin zalamerías ni algodones, ni en sus entrevistas ni en sus reportajes. Con criterio. Con pasión. Y con algo que cotiza a la baja: la profesionalidad y la independencia.



JUEVES

Encuentros Vida Nueva. Rompan filas. Se acercan Ana y Fernando. Matrimonio. El anonimato de quienes están al otro lado se rompe. Y uno se topa con quienes verdaderamente son Vida Nueva para la Iglesia y para el mundo. Embarrados en su parroquia y con la misión ‘ad gentes’ tatuada. No en vano, es la familia que despidió a Ellacuría en el vuelo previo a su asesinato. Nunca regresaron a la UCA. Pero hasta hoy siguen con su misma pasión de entonces por la justicia, la verdad y la libertad.

VIERNES

Comida con Rocío. Ha estrenado un cuaderno en el que se ha anotado sueños alcanzables. Lo mismo escaparse al campo a pasear, que disfrutar de una película en pantallón. Le acompaña una lista de personas a las que cuidar. Para que la agenda impuesta por las obligaciones no le patee como una apisonadora. Me lo cuenta en viernes de vigilia. Propuesta de ayuno de la rutina mórbida.

cuaderno

DOMINGO

Ceno con JJ. En medio de un día de locos, me frena en seco. Me presta sus auriculares y le da al play. Una voz de mujer repite una y otra vez: “Me sé sostenida por Dios”. Mantra de la hermana Marisol, una clarisa alavesa que se fue demasiado pronto. Sus oraciones son hoy canción.

LUNES

Comparto con un amigo los resultados de la encuesta del Papa. Me detengo en el respaldo abrumador para que Francisco no renuncie. Y me da un baño de realismo sepulcral. “El Pueblo un día te recibe con palmas y al siguiente te crucifica”. Fin de la cita.

MARTES

Dicen que Iribarren, ese sacerdote de cualidades más que reconocidas que fue secretario general de los obispos y director de Ecclesia, siempre huyó de cuantos le veían con un báculo en la mano. ¿Cómo lo hizo? “Publico un artículo y desaparezco de las quinielas de inmediato”. Método infalible.

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