Los párrocos, compañeros de viaje


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Sobre la figura y la función del párroco se pueden encontrar infinidad de definiciones. Ya sea desde el derecho canónico, la teología, la espiritualidad, la literatura, o desde muchos otros puntos de vista. Los párrocos han sido presentados a lo largo de los años de muy diversos modos. En estos días, el papa Francisco habló de ellos y los describió como “compañeros de viaje” de aquellas personas que se acercan a las parroquias, o con las cuales se relaciona por diversos motivos. Es una definición que se apoya en la experiencia, son palabras que se expresan desde un conocimiento cercano y vital de la tarea cotidiana de un párroco.

El Santo Padre utilizó esa expresión dirigiéndose a párrocos que habían participado en Roma de un curso de formación sobre El matrimonio y la familia a la luz de la exhortación apostólica Amoris Laetitia y de las últimas normativas de la Santa Sede sobre el sacramento del matrimonio. Luego de describir la complejidad de las situaciones concretas que se relacionan con el matrimonio y la familia, el Papa señaló que en la mayoría de los casos los párrocos y sus colaboradores son “los primeros interlocutores de los jóvenes que deseen formar una nueva familia y recibir el sacramento del matrimonio”, y que desde su tarea al frente de una parroquia son los que están más en contacto “con la realidad del tejido social en el territorio y la vivencia directa de una complejidad variada”. Por ese motivo, están llamados a ser “compañeros de viaje” con su presencia y apoyo.

El Papa habla a los párrocos con un lenguaje que brota de su propia experiencia de pastor; podría haber elegido otras palabras, por ejemplo, recordarles sus responsabilidades y exhortarlos a un cumplimiento estricto de sus deberes; podría haberlos urgido a ser aquellos que deben defender los valores de la familia en una cultura hedonista y alérgica al compromiso. Pero elige otro camino para dirigirse a ellos. Conoce de cerca la tarea de esos sacerdotes y por eso los invita a ser “compañeros de viaje”.

Esa sensación, la de ser “compañeros de viaje”, es la que acompaña el día a día de la labor en las parroquias. Esa es también la experiencia de quienes se acercan a ellas. Las parroquias y los párrocos aparecen a los ojos de muchos como faros que indican un lugar. En el mar los navegantes no pretenden que el faro se desplace con sus barcos, al contrario, lo necesitan fijo en ese sitio para que ellos puedan hacer los cálculos que les permitan orientarse. El faro es compañero de viaje. Desde su lugar emite una señal, acompaña, da seguridad, pero no toma las decisiones del capitán del barco. “Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas”, dice Francisco en Amoris Laetitia (37).

Las parroquias y sus sacerdotes ocupan solamente un tiempo en la vida de los fieles, puede ser un momento o muchos años. Las personas que se acercan a una comunidad parroquial son también “compañeras de viaje” del párroco, que tiene su propia historia, su propio viaje, que comparte su vida por un tiempo con la comunidad en la que está ofreciendo su ministerio. En esa serie ininterrumpida de encuentros, unos y otros van creciendo en la fe y acompañándose en sus debilidades.

Podemos avanzar aún más. La comunidad parroquial es el lugar en el que Jesús mismo se hace “compañero de viaje”. Sin dudas su presencia va más allá, su cercanía es permanente, pero es la parroquia un lugar privilegiado para el encuentro, allí celebramos la eucaristía, allí nacimos por el bautismo y también en ese lugar un día se comenzará a rezar por nosotros, cuando el viaje llegue a su final.