Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

‘Creatura’: los límites nos hacen libres


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La directora de cine Elena Martín Gimeno (Barcelona, 1992) ha logrado con su película ‘Creatura’ ganar este año 2023 el premio de la Mejor Película Europea en la Quincena de Realizadores que se celebra en el marco del Festival de Cannes. La directora catalana hace también el papel protagonista en esta historia que no es biográfica, sino que nace de una reflexión junto con la coguionista, la también catalana Clara Roquet (Malla, Barcelona, 1988). El dúo firma un análisis casi clínico de un caso en el que el sexo tiene un papel principal y que se retrotrae a un trauma de la infancia. Es precisamente el fino y delicado abordaje de los impulsos sexuales en la infancia lo que ha llamado la atención del jurado de Cannes.



Estrenada en 2023, la película ha sido producida por Villül Films, Lastor Media, Avalon PC y Elástica Films, productoras que están comprometidas con películas que desentrañen un humanismo más profundo.

‘Creatura’ es una exposición de la patología sexual y psicológica que sufre la protagonista, llamada Mila, que Elena Martín interpreta tan bien que uno piensa que siendo directora y coguionista, tendría quizás que ser una experiencia personal para poder llevarla con tal naturalidad a la pantalla. Sin embargo no es así y eso hace más loable el arte del equipo que ha hecho esta película y su capacidad para dar vida a las historias de ficción que muestran la diversidad y hondura de la experiencia humana.

Todo el elenco actoral hace una excelente interpretación, tienen modos de hablar muy próximos a la naturalidad cotidiana, simulan con credibilidad sus dudas, tienen comportamientos y relaciones que reflejan con verismo la realidad, y eso es en gran parte turbador para el espectador, pues siente que lo que ocurre dice la verdad, forma parte de nuestras vidas, estamos siendo testigos de hechos que nos ponen tan incómodos como a algunos de los personajes. El tema es el sexo y, sin embargo, está muy lejos de ser una película erótica, no hay escenas gratuitas, no se estiliza el sexo, que es tratado con delicadeza y visto de un modo humanista. El sexo en esta película no es una exhibición, sino una preocupación muy próxima a la vida misma. La película no va sobre sexo, sino sobre persona, límite y vinculación.

Sin manipulación

Lo más resaltable de la película es que el sexo es tratado sin ese enfoque tan frecuente que mezcla truculencia, frivolidad y exhibicionismo. Es una película en la que el frecuente moralismo o contramoralismo que suele acompañar al tema, desaparecen aquí. La película no explicita diagnósticos ni tampoco da respuestas, hay una difícil ausencia de manipulación. Y digo difícil porque hay demasiado cine que nos quiere forzar el modo de sentir ante los hechos y, especialmente cuando gira alrededor de un tema como el sexo, quiere dar lecciones al público, manipula a través de medios, fuerza las historias y acaba dinamitando la película con su excesiva carga de moralita.

Elena Martín proyecta una obra cuyo mayor valor reside precisamente en exponer sin juzgar, en mostrar sin manipular, en adentrarnos en la experiencia humana permitiéndonos contemplarla en su ternura, problema y anhelo. Es una ficción, pero, como dice Garci, el cine es una mentira muy honesta.

El caso es interesante y lo vamos a conocer desde la experiencia interna de la protagonista, Mila, quien sufre una urticaria crónica que, como si fuera un revestimiento de espinas, bloquea su relación sexual. Dicha enfermedad afecta especialmente a picores vaginales que le conducen en ocasiones a un rascado que acaba haciéndole daño. El origen de esa urticaria parece psicológico. Mila está somatizando una relación conflictiva con su padre Gerard. Todo esto es una interpretación, pues la película está abierta a distintos diagnósticos.

Cuando Mila era niña el amor por su padre le llevaba a que las primeras, genéricas e inocentes pulsiones sexuales quisieran acercarle más a él, fusionarse con él. Se manifiesta en los celos que siente de su madre a la que desplanta con rechazos, en querer ver a su padre desnudo y meterse en su cama, en buscar el contacto corporal y en dicho contacto dejarse llevar por movimientos pélvicos rítmicos placenteros.

Lo más significativo para Mila es recordar que le pedía a su padre que le diera palmadas y masajes en las nalgas mientras estaba sentada boca abajo en la cama. A veces su padre lo hacía inocentemente, pero se alarmaba ante la insistencia obsesiva de su hija —o esa es la impresión que Mila ha guardado en la memoria—. El padre rechaza radicalmente esas manifestaciones cuando las capta. La Mila de cinco años lo hace ingenuamente, dejándose llevar por esos impulsos emergentes que le dan gusto, pero carecen de sentido erótico.

La niña tiene esos movimientos premasturbatorios en distintos momentos, pero la película nos presenta una escena que es muy expresiva. En una comida familiar, la pequeña Mila está sentada en las piernas de su tío y de un modo imperceptible comienza a moverse cabalgando, de un modo automático y repetitivo. Su tío no lo capta hasta que ve para su cuñado Gerard y ambos se cruzan una mirada incómoda. Se da cuenta entonces de los movimientos de su sobrina, la intenta para y finalmente la pone en el suelo con discreción para que se vaya a jugar.

Incomodidad

En la escena no hay nada soez ni truculento, sino que es algo que podría pasar en cualquier reunión familiar. Tampoco el padre ni el tío sobrereaccionan, es solo una mirada en la que Gerard deja ver una mezcla de sentimientos que incluyen vergüenza, deseo de cortar lo que ocurre y a la vez contención, una mirada censuradora, pero a la vez se da cuenta de que su cuñado es inocente, impotencia e incomodidad.

Incomodidad es una palabra repetida en la película. Es el principal argumento de Gerard para explicarse ante su hija. Se enfada cuando Mila quiere quitar la sábana para verlo desnudo —la hija había irrumpido en la habitación mientras padre y madre estaban encariñados y visiblemente excitados—, se va de la habitación protestando por la incomodidad. Ella no entiende por qué su padre dice que está incómodo. Le pasa también en la playa cuando su hija busca el contacto físico de un modo inapropiado. Y su argumento es también sentirse incómodo cuando una Mila adolescente, con quince años, quiere irse a dormir a casa de un amigo con el que los padres no saben que ha tenido relaciones sexuales muy avanzadas.

La Mila adulta recuerda esa incomodidad de su padre y los episodios de su infancia y adolescencia nos van dejando ver que se siente rechazada por su padre. Nos encontramos ante una contribución al Complejo de Electra, la figura que Jung propuso para describir la atracción de una hija por su padre. Mila proyecta sobre su pareja Marcel esa frustración que arrastra con su padre Gerard. Las relaciones que intenta entablar reproducen ese bucle de fracaso. Intenta sexo compulsivo, pero también se malogra.

Pulsiones sexuales

En el fondo de sus relaciones y actos sexuales siente que da asco a los otros y la razón principal es la urticaria que recorre su cuerpo y muy especialmente la pelvis. El rechazo sentido por su padre le produjo una reacción psicosomática en forma de urticaria. Tiene un sueño visualmente impactante en el que desaparece toda la anatomía vaginal de su pelvis, aparece completamente lisa. La urticaria parece un espino rodeando su cuerpo, una sanción por el deseo infantil por su padre, y la desaparición de su genitalidad forma parte de ese castigo.

Además del arte cinematográfico de la filmación, la película nos lleva a dos reflexiones interesantes. La primera es la necesidad de mirar de frente al nacimiento de las pulsiones sexuales infantiles, las cuales deben ser encauzadas dentro del proceso educativo. Tanto padre como madre carecen en la película de las herramientas pedagógicas para poder afrontar el apego compulsivo de su hija.

La rápida y tajante respuesta de que Mila producía incomodidad a su padre cuando se acercaba o pretendía una intromisión o unión indebida, acabó provocando en la niña la impresión de un rechazo general a su persona. Aquí se encuentra la tesis principal de la película: el necesario conocimiento de que desde la infancia temprana existen pulsiones sexuales y que es preciso una formación integral de la persona que las reconozca y encauce pacífica y conscientemente. Es algo sabido sobradamente en psicología evolutiva, pero que, sin embargo, aún no está suficientemente asumido entre familias y escuela.

La segunda reflexión es sobre ese encauzamiento. Como la película solamente nos pone ante los hechos y no fuerza respuestas, no sé hasta qué punto forma parte de los presupuestos de la misma. El centro de la película es el Complejo de Electra y el tabú del incesto. El ser humano experimenta y ve emerger en él numerosos tipos de pulsiones. Los humanos somos criaturas tan abiertas que todos los deseos aparecen en nosotros de una forma u otra a lo largo de la vida.

La individuación primera que hace del recién nacido una persona singular requiere que vea sus límites individuales, que tome conciencia de los otros y no los entienda como prolongaciones de sí mismo ni cosas que puede poseer. El reconocimiento y consideración del otro pasa por la autolimitación de las pulsiones invasivas y entrometidas, por experimentar los contornos de cada uno, y contener la tentación de apoderarse del otro. El niño va aprendiendo a discernir los síes y noes. Si no es capaz de decirse no, nunca podrá amar.

Como la niña no es educada a decirse no de un modo que ella pueda comprender, experimenta ese rechazo a todo su yo, y al final la ilimitación le lleva a castigarse a sí misma con la urticaria. El picor le lleva a castigarse a sí misma, a quererse destruir rascándose hasta hacerse sangre. En realidad ese sentimiento autodestructivo forma parte del rechazo sentido. La urticaria le impide tomar posesión de su cuerpo, sentir autocontrol de su cuerpo y vida, porque desde niña el comportamiento compulsivo no bien limitado en forma de respeto por los demás ha acabado dividiéndole, impidiéndole libertad. La urticaria es un alambre de espinos que la mantiene presa.

Complejo de Electra

La contención, el respeto, la limitación, la distancia, no ser invasivo, no ser posesivo, no ceder a la tentación de fusión e intromisión, nos hace libres. Pero durante el postmodernismo todo ello fue visto como expresiones de represión. La educación necesita revalorar el arte de las distancias y reconocimientos ya no solo como modo de justicia con los demás, sino como condición de posibilidad de la propia libertad.

Aquí desvelo la resolución de la película, así que si no quieres saber el final, no sigas leyendo. La película adopta la mirada de Mila y solamente cuando tenga una mirada compasiva sobre su madre y padre es cuando se dé cuenta de que aquella obsesión por su padre no era tal. En realidad había borrado hechos cruciales que la liberan de ese Complejo de Electra.

Solo el mar era capaz de calmar los picores que la desbordaban de niña. También de mayor encuentra consuelo en el mar. Al final de la película se tumba en la orilla, entre rocas, uniéndose al mar con un sentimiento oceánico de calma, entrega y placer casi orgasmático. Mila agradece el papel pacificador y de alivio que ha ejercido el mar a lo largo de los años, y a la vez hay algo de entrega a una placenta mayor, donde parece renacer, recrear su infancia de modo distinto a como traumáticamente lo había hecho hasta ese tiempo de su vida; hay un apunte a una trascendencia simbolizada por la inmensidad oceánica.