José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Comulgar de rodillas: ¿invitación o indicación?


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JUEVES

Llega el momento de la comunión. Antes de que el celebrante se disponga a bajar del altar, se apresuran a colocar el reclinatorio por delante. Toda una declaración de intenciones. Podría verse únicamente como un gesto para evitar daños en las rodillas del feligrés. Podría interpretarse como algo más que una invitación para el creyente. Algo más que una indicación.



VIERNES

Escucho la entrevista de COPE País Vasco a Joseba Segura. “Hay una desproporción entre la presencia pública que tienen las obras sociales y educativas y la dimensión religiosa del trabajo eclesial”. Si el obispo de Bilbao ya toca esa realidad en Euskadi, más valdría tomarse en serio las barbas remojadas del vecino. No vaya a ser que pase como con los seminarios. Hubo un tiempo en el que algunos se jactaban de que los noviciados de la vida consagrada se vaciaban mientras sus centros continuaban llenos. Hoy los suyos se vacían también, pero no admiten echar el cierre al edificio ni, menos aún, asumir que aquella facultad de teología que creó a su imagen y semejanza tiene menos alumnos que un curso de mecanografía para Olivetti.

MARTES

Hacía tiempo que no escuchaba o leía que alguien utilizara el término ‘contumaz’. Lo usa el papa Francisco, en su diálogo con el vaticanista Javier Martínez-Brocal para ‘El sucesor’ (Planeta), el libro-entrevista sobre Benedicto XVI. “Rebelde, porfiado y tenaz en mantener un error”. Así lo define la RAE. No a Ratzinger, sino a los curiales que le hicieron la vida imposible al papa emérito de igual modo que buscan las cosquillas a Bergoglio. Como diría la difunta Mila Ximénez: “No paran, no paran, no paran…”.

MIÉRCOLES

Encuentro Internacional de Equipos y Comisiones del Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora. Intervención de Pedro Aguado, superior general de los escolapios. No se cómo se las apaña para no generar bostezo alguno en el auditorio y hacer que unos y otros no paren de tomar nota. Es fruto de esa autoridad adquirida, no desde un liderazgo de laboratorio, sino a pie de capilla y a pie de escuela. Se descubre cuando dice que en el cabecero de su cama siempre reina Mc 9, 37. A la vez, lanza un aviso. “No olvidemos que fueron los discípulos quienes intentaron despejar a los niños de Jesús para que no molestaran”. Cuidado con ese errado apostolado de eliminar a los preferidos de Dios del epicentro de su corazón. Y de la misión.

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