¿Otra vez Francisco de Asís?

Joaquín L. Ortega(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y periodista)

“Fundó su propia Orden pero, al ponerla en marcha, insufló en la Iglesia entera un saludable espíritu de reforma general. La Regla inicial de Francisco era poco más que una selección de máximas y de criterios evangélicos”

De nuevo –y con razón– porque en el año 2000, año de balances y de encuestas, el ‘poverello de Asís’ se llevó la palma de la celebridad y de la universalidad. Resultó aclamado como el personaje más conocido y más querido del segundo milenio. En 2010 se cumplirán los ochocientos años de su Regla y sigue viva y pujante la memoria del “juglar de Dios”. En las crónicas y valoraciones de tal centenario destacan los trazos, para Francisco, de místico, de poeta, de ecologista, de fundador y de santo. Pero no se computa debidamente su dimensión de reformador. Fundó su propia Orden pero, al ponerla en marcha, insufló en la Iglesia entera un saludable espíritu de reforma general. La Regla inicial de Francisco era poco más que una selección de máximas y de criterios evangélicos. Por eso, “franciscanizar” aquel rico y contradictorio siglo XIII equivalía a “evangelizarlo”.

Pocas veces habrá ocurrido en la historia de la Iglesia un cara a cara tan dispar y tan positivo como el que mantuvieron Francisco, el ‘poverello de Asís’, e Inocencio III, el Stupor mundi, el “Augusto del pontificado”. El Papa, a pesar de su honorabilidad personal, era la cima del poder temporal del papado. Francisco era la pobreza por no decir la desnudez. Él representaba sólo el espiritualismo que dimana del evangelio. A pesar de todo, Inocencio III optó por aprobar y bendecir la Regla y el estilo franciscanos.

Así, la decisión pontificia daba plenitud a la orden divina que escuchara Francisco en la iglesilla de San Damián, el “ve y restaura mi casa”. Obedeció Francisco de Asís fundando su Orden y propiciando, así, la restauración de la Iglesia entera mediante una insuflación de lo evangélico en la cristiandad. Suficiente para que ese octavo centenario sea gozosamente celebrado. ¡Otra vez Francisco de Asís!

En el nº 2.673 de Vida Nueva.

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