Un suma y sigue de pateras en la mar

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Cuela como noticia más amontonándose sin procesar en la conciencia colectiva. El dato me llega releyendo a Gogol y me deja el mismo sabor ácido que sus cuentos de frío y miseria; un sabor agraz, áspero y desabrido. Dos veleros de competición, equipados con la más alta tecnología, se preparan para la Vuelta al Mundo de Vela, la regata transoceánica más dura del planeta. Mientras navegan entrenándose, topan con el espectáculo: una barcaza sin quilla, con carne arañada por el sol, va a la deriva. Su ajada tripulación pasó en el mar los días, siete; parte de ella fue muriendo; hasta quince fueron los cadáveres, de los cuales nueve era niños que fueron arrancados de los brazos de sus madres. Aligeraron el peso arrojándolos a la mar. Había que llegar remando a brazadas. Los ahorros del mañana fueron a parar a las mafias, Carontes modernos con códigos navajeros que tiran por la borda a quienes no llevan la moneda bajo la lengua. Cruzaron por lo ancho, bordeando Alborán, porque en el Estrecho las cámaras termográficas blindan la puerta obligando a rutas más largas y arriesgadas. Insoportable para las madres que venían a plantar a sus hijos en esta tierra en la que crecerían como huérfanos para, después, correr por ramblas y playas, pies ligeros, sonrisa amplia, mirada agazapada y ojos muy tristes. He dejado a Gogol y he releído Eldorado, de Laurent Gaudé, con la belleza de su estilo conteniendo la emoción. Mientras tanto he visto cómo preocupa un libro bajo sospecha, un programa de radio inaudito y un Parlamento que discute si los diputados llevan corbata. Siguen llegando cayucos y muertos arrojados al mar. Suman y siguen las balsas de muerte y vergüenza.

Publicado en el nº 2.622 de Vida Nueva (Del 19 al 25 de julio de 2008).

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