Deseos

(Dolores Aleixandre, rscj) Impresionante la imagen de una multitud irrumpiendo como una manada de búfalos en unos almacenes de Londres para llegar los primeros a las rebajas. Alucinante la noticia de que hay niñas que a los seis años, en vez de muñecas, piden a los Reyes bolsos de marca. Indescriptible la obsesión de Michael Jackson por conseguir un rostro cada vez más horroroso. En el fondo, sólo una pequeña diferencia entre esos deseos esperpénticos y el que movía a los Magos a perseguir insensatamente una estrella por tierra, mar y aire; o a Jesús cuando reconocía que la pasión por incendiar el mundo no le dejaba vivir; o a Pablo cuando se veía a sí mismo como un corredor sin aliento tras la única meta que de verdad le importaba.

Nos lo jugamos todo en los deseos que nos habitan: a unos los empujan a buscar prebendas y nombramientos; a otros, otras en este caso, a permanecer en lugares de fractura como esa fraternidad de Hermanitas de Jesús que mantiene su presencia en Gaza.

Buena fecha la de la Epifanía para contactar con nuestro corazón, reorientar sus búsquedas en la dirección del Evangelio y conminar a marcharse a los deseos okupas que, como huéspedes indeseables, pueden habérsenos colado dentro.

Un sabio de Israel recomendaba: “Hijo mío, cuida tu corazón porque en él están las fuentes de la vida”. (Pr 4,23). Cuánta razón tenía.

En el nº 2.643 de Vida Nueva.

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