Caridad, saldos, confusión…

JUAN MARÍA LABOA | Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas

“¿Iremos reinterpretando el Concilio de forma que […] no fue la mayoría la que redactó los textos, sino la humilde minoría quien vio más lejos y adaptó sus teorías para que todo siguiera igual? Sinceramente, no creo que sea esta la mente de Benedicto XVI, pero sí estoy convencido de que no pocos en la Iglesia lo interpretan así y lo festejan.”

Desde hace demasiados años asistimos a una ceremonia desconcertante. Roma ha organizado encuentros de diálogo con los lefebvristas, ha descomulgado a sus obispos, dictado medidas litúrgicas con el único fin de atraerlos, con el contratiempo de conseguir estupor y división entre los católicos. Aún así, los lefebvristas se mantienen impertérritos, mientras que los integristas católicos no solo han reforzado su conservadurismo, sino que han generado grupúsculos que pueden ser vistos como pintorescos, pero que, ciertamente, no generan comunión entre los creyentes.

Ahora nos desayunamos con la oferta romana de convertir en prelatura al grupo cismático. Como historiador de la Iglesia, me sorprende la innovación, y me pregunto por su significado. Escuché hace años a Álvarez Bolado la teoría de que la aprobación de las órdenes religiosas en el Medievo supuso la integración en la Iglesia de grupos que podían haberse transformado en sectas. ¿Significa este cambio el deseo de integrar a las sectas en la Iglesia? ¿De integrar o de agregar? No está claro, por el momento, qué tienen que aceptar ellos y empieza a sospecharse lo que tendremos que aceptar nosotros de ellos. Por desgracia, no se trata de un diálogo, sino de un monólogo.

Ya que no reconocen el Concilio, ¿lo aguachinamos para que resulte más digerible? ¿Iremos reinterpretando el Concilio de forma que, al modo de la memoria histórica de algunos zapateriles, no fue la mayoría la que redactó los textos, sino la humilde minoría quien vio más lejos y adaptó sus teorías para que todo siguiera igual? Sinceramente, no creo que sea esta la mente de Benedicto XVI, pero sí estoy convencido de que no pocos en la Iglesia lo interpretan así y lo festejan.

Me pasma igualmente la perspectiva de crear una corona de prelaturas personales que englobe la peculiaridad y la disidencia: anglicanos, lefebvristas, legionarios, heraldos (¿teólogos de la liberación?). Aconsejaría, mientras tanto, cariñosamente, a los amigos del Opus Dei que cambien de formulación canónica.

En el nº 2.769 de Vida Nueva.

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