¿Misas a ritmo de rock?

(Vida Nueva) Una Eucaristía celebrada en Tortosa a ritmo de rock y rap ha desatado múltiples comentarios: ¿irreverente?, ¿atrevida?, ¿actual?, ¿oportuna?, ¿necesaria?… Recogemos las opiniones del sacerdote Manuel G. López-Corps, profesor de Teología Sacramentaria en la Facultad de San Dámaso (Madrid) y del P. Jony, sacerdote y rockero.

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A Dios rogando…

(Manuel G. López-Corps– Sacerdote. Profesor de Teología Sacramentaria en la Facultad de San Dámaso, Madrid) “Y con la guitarra atronando”. No sé si la cita es literal del P. Jony en sus Notas de un cura rockero –dicen que cura de temple misionero y provocador de paz–, pero describe bien el ambiente de la comentada Misa con jóvenes celebrada en estos primeros días de la Cincuentena Pascual de Tortosa. Allí atronaban los decibelios en la celebración rockera oficiada por Joan Enric Reverté Simó, acompañado por un grupo de músicos con guitarras eléctricas, batería, teclado y bajo. La finalidad que la celebración perseguía era, en principio, muy loable: atraer a los más jóvenes al templo, despertando su interés por la figura de la patrona de la ciudad y por la fe cristiana.

El hecho, difundido por los medios de comunicación, ha provocado un abanico amplio de comentarios. No está de más recordar que es sólo el Ordinario del lugar en el que se desarrollan celebraciones litúrgicas extraordinarias el que da su autorización y ha de valorarlas con prudente juicio. Yo, que ni ostento autoridad alguna ni conocimiento suficiente, creo, no obstante, que este hecho, meramente anecdótico, bien pudiera dar pie para una reflexión sobre el desafío que supone evangelizar a través de la música.

Hay que favorecer al máximo la participación de los fieles, que en la celebración no son mudos espectadores de algo que se desarrolla únicamente en el presbiterio y ante sus ojos o sus oídos. En este empeño, además del silencio sagrado, el canto nos adentra en el misterio que celebramos. En su ejecución hay que observar las normas relativas a la música en las celebraciones, que son acciones de toda la Iglesia, y no de un grupo privado. Y, por supuesto, hay que evitar lo que sea contrario a la santidad del rito y a la piedad de los fieles.

Conviene, asimismo, superar algo a lo que estamos demasiado acostumbrados: reducir la celebración cristiana a la Misa. Hay muchas otras expresiones de la liturgia antes de llegar a la celebración del sacramento de los sacramentos. Hoy, sin embargo, celebramos misa para todo: desde un comienzo de curso en un colegio hasta una entrega de premios. La Iglesia por la tarde celebra el Oficio de Vísperas, pero hay otras muchas celebraciones de la Palabra de Dios donde caben expresiones orantes y religiosas que no tienen su lugar en el esquema celebrativo de la Misa.

Alguna música atrona, pero tantas otras cosas, que a diario sufrimos, chirrían. Y conviene tener en cuenta, a propósito de esta reflexión, que el calendario tiene su sentido (en Adviento no se celebra Navidad anticipada, etc.); que el Ambón no es lugar para un pregón de fiestas, ni la proclamación de la Escritura puede ser sustituida por la lectura de otros textos, aun cuando tuvieran indudables valores religiosos y morales; que el Altar no es un mueble donde se posan cosas fuera de la celebración (misal antes de la celebración, vinajeras, etc). Cabe recordar que, en las acciones litúrgicas (sacramentos y sacramentales), los textos deben ser tomados exclusivamente del ritual de la Iglesia, ya que no estamos ante reuniones meramente devocionales (rosario, vía crucis, etc.). Los vasos sagrados y las vestiduras litúrgicas deben ser siempre las propias de la celebración, y los lugares sagrados han de ser respetados según su función. Además, las celebraciones han de prepararse adecuadamente y desarrollarse con dignidad y sentido de lo sagrado. Para ello, hay que conocer bien el sentido de la liturgia y respetar sus normas. Cuando presbíteros, diáconos o fieles laicos cambian y varían a su propio arbitrio los textos invariables de la celebración litúrgica (Gloria, Credo, Plegaria Eucarística, Santo, Padrenuestro, etc.) adulteran su auténtico sentido y ejercen un nefasto clericalismo.

El pueblo cristiano tiene derecho a que la plegaria, que ratifica con su “Amén”, no sea alterada por gustos personales. Por ello, no ha perdido actualidad esta añeja recomendación posconciliar sobre las celebraciones, que han de conducir a una mayor conciencia del misterio cristiano, al incremento del culto divino, a la inserción en la comunidad eclesial, al ejercicio profundo del apostolado y de la caridad hacia los hermanos (cf. Instrucción Actio Pastoralis, 1969).

Es de desear que no acabe la guitarra sobre el altar, sino el corazón de los creyentes, rockeros o no, con una entrega constante al Señor y a los hermanos. A ver si estamos mirando la paja en Tortosa y dejamos la viga en casa.

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Nuestros jóvenes necesitan impactos de fe

(P. Jony– Sacerdote y rockero) Aprendí de mi Maestro la “encarnación”: Él hizo un largo viaje del cielo a la tierra y se encarnó en nuestro mundo, en una cultura y una sociedad, con unas costumbres y una lengua. Así, siendo uno más, excepto en el pecado, nos mostró su Reino y el camino para llegar a Él. En las parábolas, ponía ejemplos de la vida cotidiana para que lo entendieran: semillas, levadura, monedas, red, bandidos, cimientos, malas hierbas, banquetes…

Aprendí del Vaticano II a estar abierto a los signos de los tiempos, a sentir los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de mi tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, a ser sensible a las culturas de nuestra sociedad, para transmitir a las nuevas generaciones el mensaje de Jesús de manera adecuada.

Aprendí cada domingo que la Misa es una fiesta, ya que celebramos lo más grande: la resurrección de Jesús, nos alimentamos de su Palabra y de su Cuerpo. Pero, a veces, me encuentro con personas que vienen a las celebraciones en la iglesia pendientes del reloj y otras que salen disparadas antes de acabar. Esto puede influir para convertirlo en una rutina o en un cumplimiento desconectado de la vida. Es cierto que pueden influir muchas cosas, como la preparación, las ganas de participar o colaborar en la celebración, la manera de celebrar, etc.

Algunas veces me preguntan si vienen muchas personas a las Misas que celebro, pero eso no es importante para mí. Esto no me interesa. Lo que me preocupa es cómo salen de la Eucaristía los que han acudido. Si han vivido lo que hemos celebrado, si se han encontrado con Dios, si realmente salen con esperanza e ilusión, con un corazón lleno, con ganas de amar, ayudar, compartir, perdonar… y trabajar por un mundo mejor.

Cuando la Corte de honor de la Virgen de la Cinta, con motivo de su centenario, me pidió celebrar una Misa para los más jóvenes, tuvimos una reunión donde me explicaron que todas tienen hijos y nietos y ven cómo necesitan que alguien les hable en sus lenguajes, que alguien celebre la fe de manera que la puedan entender y vivir, que alguien les acerque la devoción a la Virgen de manera adecuada. Por eso confiaron en mí para celebrar esa Misa en la Catedral de Tortosa, dirigida, sobre todo, a los más jóvenes, ya que sabían que tenía experiencia en este tipo de celebraciones. La Misa rockera celebrada tiene las partes y elementos de la Misa, con cantos, luces, símbolos e imágenes más propios de los lenguajes juveniles.

La música juega un papel muy importante para los más jóvenes; para algunos, es lo máximo. Hay que cuidar muchísimo la música para que sea vehículo adecuado de expresión. En este caso, sobre todo, hubo rock y rap. Fue una Misa festiva, pedagógica y participada, donde los jóvenes se pudieron expresar a su manera y les llegó el mensaje en su lenguaje.

En España tenemos algunos referentes, como la Misa rociera o la Misa baturra. También tienen las partes y elementos de la Misa, pero con cantos, bailes y trajes de su cultura. Por ejemplo, cantan según su estilo y bailan en la Misa: yo mismo he visto bailar jotas y sevillanas alrededor del altar. Hay otras referencias conocidas, como la Misa luba en África o la Misa campesina nicaragüense en Centroamérica.

Creo que nuestros jóvenes necesitan impactos de fe. Muchos jóvenes tienen inquietudes espirituales, pero no pueden expresar su fe de manera adecuada. Y a otros muchos no les llega una celebración tradicional de la Eucaristía: les resulta pesada y aburrida, cosa de otra época. Allí donde voy me comentan que la gran mayoría de iglesias de España están semivacías y el más joven tiene 50 años. ¿Alguien se atreve a criticar una iniciativa que llena las celebraciones, y, sobre todo, las llena de jóvenes? Si alguien sabe hacerlo mejor, que lo haga. Porque criticar algo sentado cómodamente en el sofá es muy fácil, pero a ver quién es capaz de llenar iglesias o catedrales de jóvenes en el momento actual. Ahí te quiero ver. Todavía me parece peor aquel que, desde la ignorancia, critica algo que no ha visto. Como bien dijo Jesús a los primeros discípulos: “Venid y lo veréis” (Jn 1, 39).

Creo que Jesús es para todos, y no tan sólo para unos pocos. También es para los más jóvenes, para los rockeros, para los raperos, etc. Y creo que la Iglesia está al servicio del mundo. Si no se transmite el mensaje de Jesús en un lenguaje adecuado a lo que hoy se está viviendo, no está llegando a las personas y la Iglesia no cumple su misión. Y una Iglesia que no sirve adecuadamente a la sociedad, al mundo… no sirve para nada. Como la sal que deja de ser salada y ya no sirve para nada. Ya lo dijo Jesús: “Vosotros sois la sal de la tierra… y la luz del mundo” (Mt 5, 13-14).

En el nº 2.704 de Vida Nueva.

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