El Sueño de Vicky: acabar con el cáncer infantil

Laura García es la presidenta y fundadora de la Fundación para la investigación contra el cáncer infantil El Sueño de Vicky. Tiene cuatro hijos. En marzo de 2012 nacieron sus pequeñas, las mellizas, y la familia se trasladó a vivir a Panamá. “Mi marido es ingeniero de caminos, y teníamos una vida perfectamente imperfecta, pero muy felices”, explica.



Un día, cuando solo tenían dos años, fue a recogerlas a la guardería, y se fijó en que Vicky, una de ellas, tenía un párpado cerrado. “Viviendo en medio de la selva pensábamos que le había picado un bicho, pero como no daba muestras de nada más lo dejamos pasar”, recuerda. Unos días después seguía igual, así que la llevaron al médico.

“Lo que iba a ser salir de la consulta con un antihistamínico acabó en que me dijeron que la niña tenía una enfermedad rara, que le quedaban tres meses de vida y que no había nada que hacer”, dice. La enfermedad era un tipo de tumor cerebral en una zona de difícil acceso, con lo cual apenas se podía biopsiar. “Ahí comenzó nuestra lucha internacional, porque yo necesitaba, al menos, tener la oportunidad de poder luchar por mi hija”, señala.

Empezamos a buscar por todo el mundo. En Estados Unidos nos dijeron que el mejor neurocirujano estaba en Madrid, así que volvimos. Aquí le hicieron la biopsia. Nos dijeron que el tumor tenia tratamiento de quimioterapia, aunque era muy duro”, relata Laura.

Un año lleno de amor

“Al principio no hacía nada más que preguntarme por qué a mi hija y por qué a mí. La única respuesta la encontré en otra pregunta: ¿y por qué no?”, reconoce. “Me dediqué a rezar, a aferrarme más a Dios todavía. Al principio le pedía que la curase, luego que me diese fuerzas. Cuando ya se puso muy malita le pedía mucho a la Virgen, que ella también había perdido a su hijo, que me acompañase en el camino y me diera fuerzas”, añade.

En aquel momento les dieron un mes de vida. Era noviembre, y en su casa celebraron la Navidad ese mismo día pensando que Vicky no llegaría. “Montamos el árbol, el nacimiento… Pero Vicky duró un año entero”, recuerda. “Un año lleno de amor, porque, cuando sabes que un hijo se va a morir, lo vives intensamente”. Llegó octubre, y Vicky “decidió irse al cielo”.

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