Voluntarios de la pastoral penitenciaria: entre rejas por voluntad propia

Más allá de la ingente labor de los capellanes, la pastoral penitenciaria la sostienen los laicos. Miles de voluntarios se despliegan en las 69 cárceles españolas con talleres, prestando servicios jurídicos y, por supuesto, llevando la palabra de Dios y su esperanza cada domingo en las celebraciones para hacer realidad el “Estuve preso y vinisteis a visitarme” (Mt 25, 35). Así era al menos hasta el 8 de marzo, domingo en el que se despidieron hasta el siguiente, pero ocho meses después no ha llegado el reencuentro. Sí han entrado los capellanes en los momentos de menos actividad del virus, pero no los voluntarios, que no ven el momento de volver a celebrar con ellos.



“No cambio la misa de la cárcel por ninguna. Al principio iba por hacer un servicio, pero es que al final me siento más enriquecida de lo que enriquezco”, explica Victoria Morán, voluntaria de la prisión de Valdemoro. Lo mismo siente José Miguel Martínez Castell, voluntario de la prisión de Picassent que el próximo año publica en PPC el libro ‘Esperanza entre rejas: retos del voluntariado penitenciario’: “No es lo mismo una misa en prisión que fuera. Es una misa más sentida, porque en prisión, como dice mi padre, se llora diferente”. Y cita a su padre porque también es miembro del equipo de pastoral, al igual que su madre, la pionera de la familia que luego ‘reclutó’ al resto.

Él lleva 15 años yendo cada lunes dos horas para ofrecer el taller Valores y cine, en el que a través de distintas películas surge el debate. Pero su dedicación a esta realidad no se entiende sin el sacerdote Ximo Montes, que es una figura clave en la pastoral penitenciaria en los últimos 40 años en Valencia. Pues él fue quien empujó a la familia a embarrarse consiguiendo que un joven José Miguel recuperara la fe. “La prisión es una brújula para seguir a Cristo y para desarrollar mi vida cristiana. Yo siento la presencia de Dios en prisión. Sin esta pastoral mi fe cojea”, afirma.

Una periferia por descubrir

Victoria es una de los cuarenta voluntarios de Valdemoro que, pese a la pandemia, siguen trabajando desde casa para la vuelta. En su caso prepara cada fin de semana las moniciones y peticiones con los reclusos al tiempo que les enseña a tocar la guitarra para afinar un coro de lo más peculiar. “La mayoría no ha pisado una Iglesia en su vida y se propicia un encuentro con lo religioso a través del que algunos llegan a Dios. Y a quienes han tenido experiencias de Iglesia no muy buenas les sirve como reconciliación”, señala.

Para ella, la prisión es todavía una periferia desconocida para muchos cristianos, pero que debe ser descubierta por todos, pues “te abre a la misericordia, al perdón… Ellos no son peores que yo, cualquiera de nosotros en sus circunstancias podríamos estar en el mismo lugar. Que encuentren a laicos que se preocupan mientras la sociedad les rechaza, les toca el corazón”, agrega.

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