Botero, baño de incienso

El mundo artístico de Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1937) ha logrado “ser fascinante, sorprendente, poético, tierno, sensual, sereno, pero también inquietante, irónico y misterioso. Todo a la vez”, afirma Cristina Carrillo de Albornoz, comisaria de la exposición ‘Botero: 60 años de pintura’, que en el CentroCentro –el espacio cultural del Ayuntamiento de Madrid en el Palacio de Cibeles– recorre uno de los lenguajes más reconocibles y personales del arte contemporáneo.



Y lo hace a través de una selección de 67 pinturas, que el propio artista ha elegido. “Es un conjunto que, en cierta forma, nos transporta, insinuando a André Malraux, al propio Museo imaginario de Botero”, explica la comisaria. La retrospectiva incluye, entre sus siete secciones –que van desde América Latina y sus Versiones al Circo y las Naturalezas muertas–, una dedicada a sus pinturas en torno a la religión.

“Efectivamente, la religión es uno de sus temas más característicos y constantes –explica Carrillo de Albornoz–. Lo que le interesa de este tema, como en el resto de su obra, es resolver los problemas pictóricos con licencias artísticas y libertades pictóricas que le permitan crear un mundo que nada tiene que ver con la realidad”.

A Botero, como manifiesta la propia comisaria, “la religión le interesa también porque es uno de los grandes temas de la historia de la pintura y que, al tratarlo, en cierta forma le entronca con los grandes maestros”. Y, en concreto, –añade– “esta forma de enfocar sus obras sobre religión le une a la noción secular, no sectaria y universal del arte en la Europa occidental del siglo XIX, y a artistas como Édouard Manet, Georges Rouault, Marc Chagall, Henri Matisse, Jacob Epstein, Elisabeth Frink o Graham Sutherland”.

Educado en los valores católicos

En Madrid se ven óleos tan célebres como ‘Baño en el Vaticano’, la versión de Nuestra Señora de Colombia –“con la que viajamos a su niñez”, acota Cristina Carrillo de Albornoz– o algunos de los retratos de “santas”, a las que ha dedicado una serie completa a la manera de Francisco de Zurbarán. “El tema religioso ha ocupado muchas, numerosas, obras a lo largo de su carrera. En los años 2010 y 2011 realizó una gran serie de folios y también de dibujos en torno al tema del Vía Crucis”, recuerda la comisaria de la muestra.

Aunque Botero –en sus propias palabras– se define “a veces creyente, a veces agnóstico y, ante todo, respetuoso de otras creencias”, y fue un niño educado en los principios y valores católicos, Cristina Carrillo de Albornoz advierte que, como pintor, la fe “no le interesa como religión, sino que son imágenes de su memoria, de su niñez y de su imaginación”. Toda esa imaginería en torno a la Pasión de Cristo –27 óleos de diverso formato y 34 dibujos–, de hecho, la donó el pintor al Museo de Bellas Artes de Antioquia, en Medellín, su ciudad natal, tras exponerla en 2012 en la Galería Marlborough de Nueva York.

El humor

Aun así, el reflejo de la religión –y el clero– en la voluminosa obra de Botero aparece, en una primera impresión, asociada al humor, como el citado Baño en el Vaticano (2006), con ese obispo con mitra y casulla que parece flotar sobre el agua de una bañera con sus grifos abiertos. “Humor –alegría– y religión hay. Aunque no siempre, afortunadamente, se han llevado bien. Hay que recordar, por ejemplo, la poesía de santa Teresa de Jesús. Y el humor es un componente de toda su obra pictórica. En el caso de la religión, le da un componente de improbable realidad pero no irreal”, expone la comisaria, con la que también ha colaborado Lina Botero, hija del pintor.

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