Arte inmatriculado: del museo al altar

Galería de los Uffizi. Taller de restauración pintura

El director de la Galería de los Uffizi, el alemán Eike Schmidt, afirmó en la reapertura de su sede tras el confinamiento: “Creo que ha llegado el momento de que los museos estatales hagan un acto de valentía y devuelvan las pinturas a las iglesias para las que fueron originalmente creadas”. Las palabras de Schmidt –que se refirió solo a obras sin “un traspaso oficial de propiedad”– ha provocado en Italia un “debate amplio, abierto, público y sin prejuicios”, tal como propuso el propio director del museo florentino.



¿Es este debate posible en España? “Mi opinión es que plantear el tema de manera general no lleva a ningún lado –explica Francisco García Martínez, decano de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca–. Solo cuando se plantea de manera concreta para alguna obra tiene sentido este debate, que para ser fecundo debe realizarse por los implicados, ayudados si es posible por expertos. De otra manera, como debate general, creo que solo llevaría a luchas políticas donde se exacerben planteamientos ideológicos”.

Francisco Martínez Rojas, vicario general de la Diócesis de Jaén, responde: “Creo que es un debate inútil, porque, si nos ceñimos a la cuestión jurídica, solo tenemos que ver el tiempo que ha pasado desde que estos bienes eclesiásticos pasaron a titularidad pública, al Estado. Pensemos en las sucesivas desamortizaciones. El derecho de usucapión son treinta años y, como comprenderá todo el mundo, ya ha llovido desde 1836. La Iglesia no va a pedir los cuadros de Murillo y de Zurbarán que están el Museo de Bellas Artes de Sevilla cuando llevan más de doscientos años en poder del Estado”.

También contesta José Ángel Rivera de las Heras, delegado para el Patrimonio de la Diócesis de Zamora: “Resulta difícil llevar a cabo esa tarea de devolución propuesta, puesto que algunos edificios para los cuales se realizaron las obras artísticas ya no existen. Hay obras que fueron adquiridas legalmente. Y de otras se desconoce con certeza la procedencia o han padecido un enmarañado viaje que dificulta excesivamente su retorno”.

Justicia histórica

Rivera de las Heras, también director del Museo y del Archivo Catedralicio, reconoce no obstante: “Eike Schmidt ha mostrado una gran valentía al proponer la devolución de las obras artísticas a las iglesias para las que fueron realizadas. Su propuesta tiene el valor de reconocer que una obra artística, también la de carácter religioso, adquiere pleno sentido y alcanza su máxima significación cuando se halla ‘contextualizada’, es decir, ubicada en su espacio primigenio. En ella también se reconoce que los museos y las galerías de gestión pública se han nutrido en gran parte de obras artísticas de procedencia eclesiástica. Y, finalmente, que existen obras de arte en una situación irregular, ya que se mantiene en el tiempo por la inercia la misma circunstancia que generó dicha situación”.

Según Schmidt, sería “un acto de debida justicia histórica”, por ejemplo, que la propia Galería de los Uffizi, la mayor pinacoteca de Italia y de gestión pública, devolviera la Madonna Rucellai a la basílica de Santa María Novella, también en Florencia, templo para el que la pintó Duccio di Buoninsegna hacia 1285, y celebrar así el próximo año el Jubileo dominicano por el octavo centenario de la muerte de santo Domingo.

“Ciertamente, en determinadas ocasiones, la devolución de algunos objetos del patrimonio de un país o de una institución, en este caso la Iglesia, tiene un valor simbólico, pues se reconoce así una injusticia cometida, en la que la apropiación injusta del objeto en cuestión era solo el símbolo de una injusticia mucho más profunda –sostiene Francisco García Martínez, autor de ‘Viacrucis: diálogo de la humanidad con Cristo’ (PPC)–. Sin embargo, la historia no puede resarcir todo y, a veces, el poner en marcha determinadas restituciones solo provoca una espiral de acciones que ensanchan la sensación de injusticias por comparación, y que no siempre benefician ni siquiera a quien recibe el desagravio. Por eso, en este tema y en España, creo que hay que mirar más al futuro aceptando el peso de una historia no siempre justa”.

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