Última homilía del año de Francisco: Dios “no cambia la historia a través de los hombres poderosos, sino de las mujeres de la periferia”

  • El Papa preside en la Basílica de San Pedro las primeras vísperas de la festividad de santa María, madre de Dios
  • Bergoglio ha pedido a los romanos que superen “la vieja lógica de la oposición y de las vallas, de colaborar juntos, construyendo una ciudad más justa y fraterna”
  • El pontífice ha acudido a una parroquia de Roma para asistir al funeral de su amiga la profesora Maria Grazia Mara

Como viene siendo habitual, el papa Francisco ha despedido el año presidiendo las primeras vísperas de la Solemnidad de María, Madre de Dios, en la basílica vaticana. El pontífice ha presidido la celebración litúrgica, que ha incluido un momento de adoración eucarística y el canto del “Te Deum” como agradecimiento a Dios por el año concluido. Para la celebración se ha elegido una imagen de la Virgen procedente de Foggia. Tras la oración, que comenzó a las 5 de la tarde, el Papa ha visitado muy de cerca el belén de la Plaza de San Pedro, realizado con madera de árboles dañados el año pasado en una catástrofe natural que arrasó parte del norte de Italia.



Antes de participar en esta oración, la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha confirmado que el pontífice ha asistido, de forma privada, al funeral de la profesora Maria Grazia Mara, amiga del Papa y que falleció a los 95 años el 30 de diciembre. La celebración ha tenido lugar en la parroquia de san José, en la vía Nomentana. La profesora era docente en el Instituto Patrístico Augustinianum y cuenta con algunas publicaciones sobre el cristianismo primitivo.

El ‘descartado’ Jesús

En su homilía, el papa Francisco recordó que Jesús se crio en Nazaret,“ una ciudad nunca mencionada en la Escritura” y que “murió descartado de la gran ciudad, de Jerusalén, crucificado fuera de sus muros”; para recordar que “desde la cruz, el nuevo árbol de la vida, el poder de Dios atraerá a todos hacia Él. Y también la Madre de Dios, que bajo la cruz es Nuestra Señora de los Dolores, está a punto de extender su maternidad a todos los hombres”. Por ello, “la Madre de Dios es la Madre de la Iglesia y su ternura materna llega a todos los hombres”, señaló.

Por ello, el Papa ha invitado a descubrir la presencia de Jesús que “ha puesto su tienda” en mitad del mundo. “Somos nosotros los que debemos pedir a Dios la gracia de unos ojos nuevos, capaces de una mirada contemplativa, es decir, una mirada de fe que descubre a Dios que habita en sus casas, en sus calles, en sus plazas”. Como experimentaron los profetas, “Él habita en medio de su pueblo, camina con ellos y vive su vida. Su fidelidad es concreta, está cerca de la existencia cotidiana de sus hijos”, subrayó.

Una mujer de la periferia

Pensando en María, Bergoglio señaló que “cuando Dios quiere hacer nuevas todas las cosas por medio de su Hijo, no empieza desde el templo, sino desde el vientre de una pequeña y pobre mujer de su Pueblo. ¡Esta elección de Dios es extraordinaria!”. Dios, para el Papa, “no cambia la historia a través de los hombres poderosos de las instituciones civiles y religiosas, sino de las mujeres de la periferia del imperio, como María, y de sus vientres estériles, como el de Isabel”.

Pensando en los habitantes de la diócesis del Papa que habitualmente están presentes en esta tarde, el obispo de Roma ha deseado: “Me gustaría que nuestra mirada sobre la ciudad de Roma captara las cosas desde el punto de vista de la mirada de Dios. El Señor se alegra de ver cuántas realidades de bien se realizan cada día, cuánto esfuerzo y dedicación en la promoción de la fraternidad y la solidaridad”. Además, ha denunciado que “Roma no sólo es una ciudad complicada, con muchos problemas, desigualdades, corrupción y tensiones sociales. Roma es una ciudad en la que Dios envía su Palabra, que acecha por medio del Espíritu en los corazones de sus habitantes y los impulsa a creer, a esperar a pesar de todo, a amar luchando por el bien de todos”.

Y alabando los testimonio de solidaridad de la Ciudad Eterna, ha señalado que “Dios nunca ha dejado de cambiar la historia y el rostro de nuestra ciudad a través de la gente de los pequeños y pobres que viven allí”. “Estamos llamados a encontrarnos con los demás y a escuchar su existencia, su grito de ayuda”, añadió. “Al hacerlo, de hecho, circula un aire nuevo en la ciudad y también en la Iglesia, el deseo de volver a partir, de superar la vieja lógica de la oposición y de las vallas, de colaborar juntos, construyendo una ciudad más justa y fraterna”, concluyó.

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