“A los cristianos nos une la lucha por la dignidad y el desarrollo sostenible”

Rudelmar Bueno de Faria es el Secretario General de ACT Alianza, una organización que nuclea a 145 iglesias en el mundo. Está convencido de que los cristianos “tenemos base moral y capacidad” para promover la paz.

ACT Alianza es una coalición internacional de 145 iglesias y organizaciones religiosas que trabajan juntas en la respuesta humanitaria, el trabajo de desarrollo y la acción de incidencia en más de 100 países en el mundo. Con el apoyo de 30 mil funcionarios de las organizaciones miembro, moviliza más de 2,5 mil millones de dólares estadounidenses anualmente. Desde hace poco, Rudelmar Bueno de Faría se desempeña como Secretario General de esta alianza y ha participado de la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 23) celebrada en noviembre en Bonn, Alemania. Este luterano oriundo de Brasil –que fue representante del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) ante las Naciones Unidas en Nueva York durante 4 años– es miembro del Comité Directivo de Respuesta Humanitaria (SCHR), miembro de la Junta Directiva de Join Learning Initiative on Faith and Local Communities, y miembro de los grupos de trabajos sobre ONG en el Consejo de Seguridad de la ONU. “En la sociedad civil, nuestra contribución como cristianos puede ser muy grande”, afirma convencido, con una trayectoria de más de 25 años trabajando con organizaciones no gubernamentales internacionales en Brasil, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Colombia, Suiza y Estados Unidos. De visita por Buenos Aires, conversó con Vida Nueva.

PREGUNTA.- ¿Cómo hace ACT Alianza para aunar el esfuerzo de tantas iglesias en el mundo?
RESPUESTA.- ACT Alianza surgió como una respuesta ecuménica. El Consejo Internacional de Iglesias y la Federación Luterana Mundial la creamos, pero no para trabajar solo con las Iglesias asociadas, sino con todas las comunidades y religiones, principalmente con la Iglesia católica. Hoy con ella tenemos un trabajo muy grande en conjunto con Cáritas Internacional, por ejemplo, con algunos proyectos en Cáritas Sudán del Sur. Lo que nos une es la diaconía y el compromiso de la lucha por la dignidad humana. Los cristianos y las organizaciones basadas en la fe tenemos principios que son fundamentales para crear una ética que pueda aplicarse en todos los ámbitos, como la economía, las finanzas, la política.

P.- Pensando en la historia, la Iglesia ha tenido muchos momentos claros de influencia política y social…
R.- Históricamente, las religiones han sido el centro de la vida humana, pero también en nombre de la religión se han cometido atrocidades. Después pasamos a la era del conocimiento y de la tecnología. Ahora estamos inmersos en una etapa de nuevos desafíos que jamás hemos atravesado, muchos de los cuales están enfrentando a las personas por cuestiones políticas e ideológicas. Para comprender esta cuestión yo la divido en dos bloques: el bloque que busca la inclusión y el bloque que busca la exclusión. Por eso, a los cristianos nos une la lucha por una sociedad que busque la dignidad humana y el desarrollo sostenible en la Creación de Dios. Como creyente tenemos que empezar cuidar este planeta para que no siga siendo destruido por intereses económicos o personales.

P.- ¿Como cree que debemos hacer cada uno de nosotros, simples mortales, para que la dignidad y el desarrollo sean una realidad concreta?
R.- La comunidad de fe tiene un papel fundamental, especialmente los líderes religiosos. En el mundo, el 80 por ciento de la población se identifica con alguna creencia de fe. La mayoría de esta gente sigue mucho la voz de las iglesias. Por eso, nuestra contribución como cristianos puede ser muy grande. Aún no nos percatamos del poder que tenemos de influenciar a una sociedad a partir de nuestros valores de fe.

P.- Sin embargo, nuestras iglesias a veces no son buenos ejemplos…
R.- Sabemos que la religión a veces tiene actitudes que desconciertan. En términos de dignidad humana, algunas iglesias han jugado un papel que no ha sido positivo, por ejemplo, en temas de discriminación sexual. Además, muchas veces las iglesias tienen miedo de hablar y de denunciar injusticias porque no quieren ser tildadas ni de izquierda ni de derecha. Esto es lo que me preocupa; para mí, la diaconía y el servicio nos tiene que llevar a actuar y a denunciar. Como cristianos tenemos que incidir en el poder político, no tenemos que tener miedo de confrontar opiniones, porque hay varias cosas que tenemos que analizar, pero todo puede ser diferente si nos involucramos en el espacio público.

P.- ¿Cómo ve a los católicos hoy?
R.- En el papa Francisco veo a una persona con un fuerte compromiso político que busca vivir el Evangelio de Jesucristo de una manera contextualizada y que trata de que los creyentes sigamos el ejemplo de Jesucristo. Por otro lado, en América Latina creo que la Teología de la liberación y las Comunidades Eclesiales de Base son fundamentales para la creación de paradigmas de desarrollo e inclusión. Ahora no estamos asumiendo ese papel porque lo han asumido muchos sectores de la sociedad civil que desde hace un tiempo se viene fortaleciendo.
Uno de los puntos clave es rescatar nuestra identidad como miembros de la Iglesia, y a partir de allí poder oír la llamada en la sociedad. Tenemos que hacer un análisis crítico de lo que nos dicen y lo que debemos hacer. No podemos acompañar proyectos económicos que tiendan a destruir el planeta, que contaminen la Tierra o que atenten contra la vida y la dignidad de las personas.

P.- ¿Cuáles son las problemáticas que observa en los distintos lugares del mundo?
R.- En el mundo, los conflictos son entre países por cuestiones económicas, aunque en muchos también son fuente de problema las diferencias étnicas. En otros países, como en Oriente medio, la guerra está generando atrocidades. Todo esto produce migración y desplazamiento. En América Latina, la situación económica es el principal problema que trae aparejado mucha pobreza y falta de oportunidades, especialmente entre los jóvenes. Aquí no solo la migración y el desplazamiento son situaciones graves, sino el nivel de violencia con que se tiene que convivir. También, otro elemento de conflicto es la desigualdad de género. Es cierto que con el correr del tiempo las Iglesias han perpetuado patrones culturales y sociales que no promueven la justicia de género. Pero hoy, los cristianos tenemos una doble responsabilidad. En primer lugar, debemos hacer un auto análisis para cambiar nosotros, y luego plantear un cambio en el espacio público sobre el papel de la mujer en la sociedad.
En todos estos conflictos los cristianos tenemos una función primordial porque nuestra religión es una religión de paz. Nosotros tenemos la suficiente base moral y capacidad para promover una sociedad pacífica.

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