Hacia una conversión ecológica con Laudato si’

Por qué y cómo dejar de participar en este sistema que causa tanto dolor

portada Pliego Hacia una conversión ecológica con Laudato si 3028 marzo 2017

JOSÉ EIZAGUIRRE, escritor y divulgador | Con la encíclica Laudato si’, el papa Francisco ha acertado a poner sobre la mesa de los católicos –y de todas las personas de buena voluntad– una cuestión que llevaba décadas planteándose: el cuidado de nuestra casa común. Un grito de la tierra que guarda una estrecha relación con el grito de los pobres, que son los que más sufren las consecuencias de la degradación medioambiental. Un doble grito que brota de un mismo dolor, causado por un sistema de producción y consumo depredador, que ha puesto en el centro el beneficio económico en lugar de la defensa de la vida. Llevamos tiempo sabiendo esto. Y, sin embargo, no acabamos de reaccionar.

Como consumidores, participamos de este sistema económico que sabemos que está siendo tan negativo para otras personas y para el medio ambiente. Sabemos que con nuestra manera de vivir estamos causando daño y sufrimiento, pero nos cuesta cambiar, tenemos ya la vida organizada, con lo que no encontramos apenas margen de maniobra. Nos parecemos a aquel que estaba subido sobre la espalda de otro y le decía: “Ya sé que estoy siendo una carga para ti, pero compréndelo, me cuesta bajarme, estoy cómodo así, no tengo tiempo de pensar en otras cosas, no sabría vivir de otra manera…”.

No sabríamos, pero necesitamos aprender a vivir de otra manera. Y, antes de eso, necesitamos aprender a mirar el mundo de otra manera, a pensar, a concebir a Dios, incluso a rezar de otra manera. La encíclica Laudato si’ viene en nuestra ayuda, proponiéndonos una conversión ecológica que brota de dentro afuera, con tal que nos pongamos en actitud de conversión. He aquí algunas sugerencias que pueden servirnos.

1. Ser conscientes de la gravedad de la situación

2. Ser conscientes de las causas de esta situación

3. Convertir la manera de pensar

4. Convertir las actitudes y la espiritualidad

Como apunta el papa Francisco citando a los obispos australianos, “debemos examinar nuestras vidas y reconocer de qué modo ofendemos a la creación de Dios con nuestras acciones y nuestra incapacidad de actuar. Debemos hacer la experiencia de una conversión, de un cambio del corazón” (Laudato si’, 218).

Se trata, por tanto, de “cambiar desde adentro” (218). Como diría san Pablo, ya puedo ser yo la persona más ecológica del mundo que “si no tengo amor, de nada me sirve”. Ir directamente al “recetario de acciones” sin haber convertido el corazón, la sensibilidad, la compasión, sin “atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo” (19), está bien y el planeta nos lo agradecerá. Será un comportamiento correcto, pero débil, que en cualquier momento podrá abandonarse, pues no estará construido sobre roca.

Con frecuencia constatamos cómo la mera información no nos cambia; lo que nos cambia es lo que brota de dentro, lo que nos toca el corazón.

En el documental Una verdad incómoda (min. 66), Al Gore cuenta una desgarradora experiencia de su infancia: “Mi padre tenía un rancho en el interior del país. No recuerdo la época –yo era un niño– en la que el verano no significara trabajar en los campos de tabaco. A partir de 1964, con el informe del cirujano general, se presentaron las pruebas de la relación entre fumar cigarrillos y el cáncer de pulmón. Nosotros seguimos cultivando tabaco. Nancy tenía casi diez años más que yo; éramos solo dos hermanos. Ella era mi protectora y, al mismo tiempo, mi amiga. Empezó a fumar siendo aún adolescente y nunca lo dejó. Murió de cáncer de pulmón. No es forma deseable de morir. La idea de que nosotros habíamos sido parte de este patrón económico que producía los cigarrillos causantes del cáncer fue muy… fue muy doloroso a distintos niveles. Mi padre había cultivado tabaco toda su vida; dejó de hacerlo. Cualquier explicación que pudo tener sentido en el pasado ya no lo tenía. Lo dejó. Es propio de la naturaleza humana tardar tiempo en conectar todos los puntos; eso ya lo sé. Pero también sé que llega el momento de la verdad, cuando desearías haber conectado los puntos más rápidamente”.

Este es el drama. Sabemos que el tabaco mata, pero hasta que no se nos muere una hija por cáncer de pulmón seguimos cultivando tabaco…

Esta conversión ecológica a la que se nos invita supone también una nueva espiritualidad. El Papa no deja de hablar de ello. “Tenemos que reconocer que no siempre los cristianos hemos recogido y desarrollado las riquezas que Dios ha dado a la Iglesia, donde la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea” (216).

Necesitamos, por tanto, cultivar una espiritualidad de conexión. He aquí uno de los retos más vitales que afrontamos los cristianos y que nos supondrá, seguramente, cambiar nuestra manera de orar y de celebrar. Seamos audaces en esto; si nuestras maneras de rezar y celebrar la fe no nos ayudan a sentirnos conectados con nuestro propio cuerpo, con todos los seres humanos, con todas las criaturas y con la naturaleza, cambiemos esas maneras y busquemos otras que sí nos ayuden.

5. Convertir el comportamiento

6. ¿Por qué nos cuesta tanto?

7. Conversión comunitaria

 

Publicado en el número 3.028 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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