La reforma de la Iglesia impulsada por Francisco

Los pilares de un pontificado, según el teólogo Carlos María Galli

portada Pliego La reforma de la Iglesia de Francisco 3026 marzo 2017

CARLOS MARÍA GALLI, decano de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina | “No tengo celular ni lo voy a tener. Debo de ser uno de los pocos curas de Argentina que no lo tienen. No leo blogs ni consulto redes sociales. Muchos lo hacen por sus oficios e intereses. Me parece muy bien. Pero yo trabajo en onda media y larga, no en onda corta”. Con esta “declaración de principios” se presenta Carlos María Galli, teólogo cercano al papa Francisco y amigo personal de Jorge Mario Bergoglio desde hace más de tres décadas.

Viaja a Madrid para presentar un volumen que recoge las intervenciones del simposio La reforma y las reformas en la Iglesia, que organizó en septiembre de 2015 junto con Antonio Spadaro en Roma. El manual, editado por Sal Terrae, recopila las investigaciones y reflexiones de treinta especialistas. A pesar de colapsar su agenda con varias conferencias en nuestro país, Galli hace un hueco para recibir a Vida Nueva. Pero lo que inicialmente se plantea como una entrevista, evoluciona hacia un encuentro donde las preguntas del entrevistador devienen en epígrafes generales para que el teólogo esboce los pilares de los procesos de reforma de la Iglesia impulsados por el pontificado de Francisco.

I. Francisco y el concepto de reforma

II. Acogida a unos cambios irreversibles

No es fácil tener un panorama general sobre cómo está siendo la acogida de esta conversión misionera en las distintas Iglesias locales, comunidades cristianas, laicos, religiosos, consagrados, presbíteros, obispos…

Podemos afirmar que la mayoría del pueblo de Dios en el mundo sintoniza con el mensaje del papa Francisco. Él ha vuelto a poner en la escena al pueblo de Dios en su realidad concreta. Tiene una capacidad de comunicación directa con la gente a través de una cultura afectiva y gestual que es común a muchos latinoamericanos. Tiene un discurso profundo, pero, a la vez, sencillo de entender, que lleva a que la gente diga: “A este Papa lo entiendo”; o “es uno de nosotros, es uno como nosotros, es el Papa, pero está cercano”. A él le preocupa que la Iglesia sea cercana a la gente.

Al mismo tiempo que cuenta con el respaldo de la mayoría de los católicos, también concita el apoyo de personas de otras Iglesias y religiones, y muchas personas de buena voluntad tienen esta simpatía casi connatural con el Papa y reciben positivamente su testimonio, su mensaje y su ministerio.

Si ahondamos en los miembros organizados de la Iglesia, las reacciones son diversas. El Papa desea una reforma de toda la Iglesia y de todos en la Iglesia. Pero este cometido no lo realiza un papa solo. Para lograrlo, hace falta un proceso de cambios en la Iglesia.

Pareciera que Francisco, como sucesor de Pedro, obispo de Roma y pastor universal, está llamado a encarnar un proceso histórico que constituya una nueva fase de recepción del Concilio y de la reforma. Desde esta perspectiva conciliar, la reforma no es nueva, no comienza ahora, pero sí entramos en una nueva etapa.

Francisco inicia esta fase en continuidad y con novedad respecto de lo anterior. Para ello, tiene en su mano resolver muchas paradojas y contrastes: tiene que ser un papa que gobierne y que reforme, dos tareas harto complejas. Por un lado, tiene que ser un papa que promueva la colegialidad de sus hermanos obispos en la Iglesia universal y en las Iglesias locales. Pero, al mismo tiempo, tiene que ser un papa que gobierne presidiendo en la caridad. Por si fuera poco, siente que ha de llevar a la Iglesia a descentrarse de sí misma para centrarse en Cristo y en las periferias del mundo.

Todos estos objetivos parecen mucho para un solo pontificado. Por eso, él confía primeramente en que esta reforma es obra del Espíritu de Dios. En segundo lugar, insiste en que nos corresponde a todo el pueblo de Dios llevar a cabo estos desafíos. Y, en tercer lugar, es consciente de que es un eslabón de una cadena y que después habrá otros papas. Por eso le importa iniciar y continuar algunos procesos irreversibles de reforma.

Hay que subrayar especialmente el calificativo “irreversible”. Y es que la coherencia que muestra al soñar una Iglesia “pobre y para los pobres” cala tan profundamente con su testimonio y no solo con sus palabras, que será muy difícil volver a algunos símbolos de la forma de ejercer el pontificado al estilo de una monarquía sacral. De nuevo aquí, Francisco da continuidad a un proceso iniciado por los anteriores papas. Baste recordar cómo Pablo VI dejó atrás la tiara, que nadie más ha recuperado.

III. “Franciscanear” y otras resistencias

Con todo esto, resulta complicado responder si esta propuesta está calando en todos los presbíteros. Creo que hay situaciones muy diversas en los diferentes países.

Francisco ha reconocido en más de una ocasión que tiene mucho apoyo. Sin embargo, llama la atención la existencia de una resistencia u oposición. A mi modo de ver, es minoritaria, aunque hace más ruido en unos lugares que en otros. Es minoritaria, pero poderosa. Tiene fuentes de financiación y lobbies muy grandes y se hace visible en varios países, sobre todo en el norte del mundo, aunque también en algunos del sur. (…)

IV. Adiós al eurocentrismo eclesial

V. La pobreza en una sociedad líquida

VI. La prioridad de los migrantes

 

Publicado en el número 3.026 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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