‘Más allá de las montañas’: la geografía del tiempo

'Más allá de las montañas'

'Más allá de las montañas', fotograma de la película

J. L. CELADA | Una explosión de fiesta, música y color, al ritmo de Pet Shop Boys (Go West), nos anuncia que la ciudad china de Fenyang se dispone a despedir el siglo XX. Mientras la población lo celebra con pasacalles, dos de sus vecinos se disputan el favor de la misma joven (una hipnótica Zhao Tao). Así arranca Más allá de las montañas, último trabajo del reconocido cineasta Jia Zhang-Ke (Un toque de violencia o Naturaleza muerta), una historia en tres actos que recorre las vidas de este triángulo amoroso a lo largo de 25 años.

Tres capítulos, situados en tres épocas distintas (1999, 2014 y 2025) y rodados en otros tantos formatos (pantalla cuadrada, completa y scope, respectivamente), relatan los más diversos episodios protagonizados por nuestros personajes: sus encuentros y desencuentros, sus huidas, sus desengaños, un matrimonio, un parto, un divorcio, una enfermedad, un funeral… Momentos que se suceden con el discurrir de los días y los meses, sin prisa pero sin tregua; que no invocan el drama, pero que suscitan esa emoción contenida solo al alcance de una narrativa delicada y serena.

Es toda la pólvora que precisa el director para hacer saltar por los aires cualquier reticencia o prejuicio del espectador hacia una cinta construida en torno a la idea de que el tiempo no lo cambia todo… y de que amor y dolor son las dos caras de una única moneda cuando te importa la otra persona, ya sea un padre, un esposo, un hijo o un amigo. También de que nada ni nadie –por mucho que nos afanemos– permanece eternamente.

Todo un caleidoscopio de sentimientos universales que aquí incorpora las imágenes de un país de profundos contrastes y en continuo cambio: pequeñas minas de provincias que se cierran por la crisis del carbón, frente a la presunta prosperidad de la gran Shangai; trenes de ayer y de hoy, que acortan distancias o ponen tierra de por medio… Porque en Más allá de las montañas cunde la desubicación, geográfica y emocional. Tanta, que hasta el propio realizador decide cerrar su viaje ¡en Australia!, con un desconcertante epílogo “futurista” que recurre a modernos servicios de traducción para paliar la incomunicación intergeneracional.

Antes, una polvorienta invitación de boda se erige en cordón umbilical entre el pasado y el presente, guiño cruel del destino y metáfora de no pocos sueños rotos. Por el camino, un lúcido y ambicioso Zhang-Ke nos habla del desarraigo y las esperanzas de millones de compatriotas que, en estos albores del siglo XXI, siguen buscando su lugar en el mundo. Ojalá que esta conmovedora película nos ayude a enterrar estereotipos sobre Oriente, incluidos los cinematográficos, porque –como cantaba el popular dúo británico– siempre podremos caminar juntos. Hacia el Oeste o en cualquier otra dirección.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Shan he gu ren.

DIRECCIÓN Y GUIÓN: Jia Zhang-Ke.

FOTOGRAFÍA: Yu Lik-Wai.

MÚSICA: Yoshihiro Hanno.

PRODUCCIÓN: Jia Zhang-Ke, Nathanaël Karmitz, Shiyu Liu, Zhong-Iun Ren.

INTÉRPRETES: Zhao Tao, Zhang Yi, Liang Jingdong, Dong Zijian, Sylvia Chang, Han Sanming.

En el nº 2.990 de Vida Nueva

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