Resurrección de un anhelo

La celebración de la resurrección del Señor es el cumplimiento de lo esperado por la humanidad: la salvación. Porque Cristo ha resucitado podemos afirmar con serena certidumbre que ningún poder, llámese como se llame, podrá aniquilar los anhelos de liberación de toda esclavitud inscritos en lo más profundo del corazón de los seres humanos.

Con esta alegría de la resurrección también quisiéramos ver resucitar alguna instancia de muerte en este país. Ante todo, la resurrección de la asistencia a la salud a una consideración de la gente como personas y no como cosas, como respetables y no como fichas o turnos con esperas interminables.

Se constituyeron las EPS como organizaciones privadas que han convertido la salud en objetivo de nuevos lucros y han sumido a la mayoría de colombianos en la más desoladora impotencia ante la desidia de los dueños de las mismas. Ellos y ellas tienen resuelta de otra manera sus necesidades de acudir a médicos, medicinas, hospitales, laboratorios y clínicas. Y no va siendo suficiente el acudir a tutelas y otros menajes jurídicos porque, poco a poco, se van encontrando resquicios para eludir las soluciones en justicia. Los poderes inicuos se protegen para explotar sin misericordia.

Resucitar al respeto a la vida, a la preservación de la misma, para morir a la mirada displicente y al regaño descarado ante pacientes naturalmente asustados por la posible ruptura de la unidad como sujetos que significa estar enfermos.

Las víctimas del sistema que en estos días me han compartido su pena merecen este anhelo de esperanza en que algún día resucitemos a mejores momentos en los que seamos considerados en nuestra condición de hijos del Padre de la misericordia y templos del Santo Espíritu.

Ignacio Madera Vargas, SDS

Teólogo

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