El cardenal Herrera y su tiempo

Cristina Barreiro. Universidad CEU-San PabloCRISTINA BARREIRO | Profesora de Historia Contemporánea de España de la Universidad CEU-San Pablo

Desconozco si nacer en una época es delito. Creo que no. Por ello, censurar a quienes vivieron un período de la historia, parece un disparate. Más si de quien se trata ejerció su labor pública distanciado de los puestos de mando del franquismo. Me refiero a Ángel Herrera, sacerdote en Santander, obispo de Málaga en 1947 y cardenal desde 1965.

Porque el primer presidente de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, fundador de El Debate y del CEU, entre otras iniciativas católicas, promovió la transformación de España en los tiempos decadentes de la Restauración con un programa reformista inspirado por León XIII. Abogado del Estado y periodista, impulsó la formación de un partido como Acción Nacional en 1931, cuando se debatía el papel de los católicos ante la República.

Se presentó candidato y no resultó elegido, aunque mantuvo los vínculos, convencido de la necesidad de participar en la vida pública. Pero 1935 supuso una inflexión en su vida y se trasladó a Friburgo para hacerse sacerdote: terminaba su conexión como seglar en la política, aunque no su compromiso con la reforma social. Ordenado en 1940, volvió a Santander para llevar a cabo una labor dedicada al apostolado juvenil y a la formación de sacerdotes. Como obispo y cardenal no olvidó su trabajo apostólico en su lidia con los problemas que la Iglesia presentaba en los albores del cambio de década.

Que mantuviese ascendencia ideológica sobre hombres como Martín Artajo o Federico Silva en su apuesta por un proyecto que hiciese evolucionar el régimen hacia la “democracia orgánica”, no le resta pragmatismo al desempeño de un ministerio volcado en la justicia social. Como no lo hacen los vínculos con Gil Robles o Francisco de Luis, entonces en las antípodas del colaboracionismo político.

Por ello, y aunque el nombre del “Cardenal Ángel Herrera” está por espacio temporal obligado ligado a los años del franquismo, no puede ser ficha de trueque en un callejero madrileño que, bajo alegatos históricos inexactos, parece querer reabrir la polémica de las dos Españas, que muchos creíamos superada.

En el nº 2.980 de Vida Nueva

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