Manoel Godoy

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“Sin la academia la pastoral sería frágil y sin la pastoral la academia sería burocracia”

“Padre, ¡su homilía es como una clase!”, le expresa un anciano de la comunidad de Vista Alegre, en la periferia de Belo Horizonte (Brasil), a Manoel Godoy, al finalizar la misa dominical de 7:30 a.m. Enseguida una señora se confiesa fan de sus homilías: “no me las pierdo porque nos explica con claridad y con ejemplos, nos anima a ser mejores”. Con sencillez Manoel revela su secreto: “nunca voy al altar sin antes haber leído y orado con los textos bíblicos, tengo un momento previo de espiritualidad”.

Una escena similar se observa en la eucaristía de las 9:00 a.m., con otra de las cinco comunidades que normalmente acompaña los domingos, desde hace siete años, en un barrio popular donde también vive. “Esta es una zona de ocupación, no de invasión”, aclara con la autoridad propia de alguien que ha optado por servir a los más pobres durante sus 34 años de ministerio sacerdotal.

El mismo cariño de los feligreses de Vista Alegre se observa en Santo Antônio da Tapera, una parroquia del siglo XVIII que se encuentra a 200 km de la ciudad. “Una vez por mes, y con mayor dedicación en Semana Santa y Navidad, comparto con ellos”, comenta, mientras asegura que pastoralmente tiene el privilegio de “confrontar lo urbano con lo rural”.

Hermano

De su carismático “don de gentes” y su generosa bondad dan cuenta sus colegas, sus parroquianos, muchos religiosas y religiosos, sus exalumnos, pero sobre todo, sus amigos. Carlos de Souza se estremece al decir que Manoel es “su hermano”: “desde que lo conozco, hace ocho años, siempre me ha acompañado en los momentos más cruciales de mi vida, especialmente cuando estuve hospitalizado”. Algunos lo llaman, otros lo visitan en el Instituto Santo Tomás de Aquino (ISTA), donde es director desde 2007, y hay quienes le escriben. ¡Para todos tiene tiempo! y él, por su parte, no duda al afirmar que “el cariño y la ternura de la gente complementa la vida afectiva del sacerdote”.

En sus cualidades humanas como en su compromiso con la justicia y las causas de los más pobres, se refleja la huella de sus padres, Manoel y Aparecida, que fueron obreros de una industria textil paulista, luchadores, católicos y, en el caso del papá, militante sindical. Desde los 13 años de edad, antes de ingresar al Seminario Menor, Manoel trabajó en una industria metalúrgica. Eran los tiempos de la dictadura. “Incluso en el Seminario habían militares que se matriculaban en algunos cursos de la facultad de filosofía y pedagogía para vigilarnos”, recuerda.

A finales de los 70, como estudiante de teología en São Paulo, hizo parte de movimientos estudiantiles a favor de la democracia y fue voluntario en un albergue nocturno para la población de la calle. “La Teología de la liberación era muy fuerte”, recuerda, destacando la impronta de algunos obispos como Hélder Câmara, Pedro Caldáliga, Tomás Balduíno, Angélico Sândalo, Luís Gonzaga Fernándes, Ivo Lorscheiter, Luciano Mendes, Cândido Padin, Erwin Kräutler y Antônio Celso de Queiroz.

Su interés por la Biblia lo llevó a iniciar estudios de pos-graduación en 1985, de la mano de algunos reconocidos biblistas como Carlos Mesters, Milton Schwantes, Pablo Richard y Elsa Támez. Progresivamente fue descubriendo que “es necesario aprender a releer la Biblia con las comunidades, desde la óptica de los excluidos”.

Además de las ciencias bíblicas, diversos servicios eclesiales e intereses académicos lo han llevado a profundizar en teología pastoral, planeación pastoral, formación sacerdotal, eclesiología y pastoral indígena. Fue secretario y presidente de la Organización de Seminarios e Institutos de Brasil, y representó a su país en la Organización de Seminarios Latinoamericanos; acompañó a los indígenas Potiguara; de 1993 a 2003 fue asesor de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil en el sector de vocaciones y ministerios, y en el departamento de pastoral. Asimismo, durante muchos años ha acompañado los procesos de las Comunidades Eclesiales de Base.

Entre 2003 y 2005 realizó una maestría en praxis cristiana en la Facultad Jesuita de Filosofía y Teología (FAJE), en Belo Horizonte. Su compromiso pastoral con los más pobres, lo alterna con asesorías, investigaciones, producción académica, conferencias y el ejercicio docente en el ISTA, la FAJE, el Centro Bíblico Teológico Pastoral para América Latina y el Caribe (CEBITEPAL) y la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais (PUC-MG). Está convencido de que “sin la academia la pastoral sería frágil y sin la pastoral la academia sería burocracia”.

Texto: ÓSCAR ELIZALDE PRADA

Foto: ARCHIVO PARTICULAR

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