Que esta no se quede en el papel

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Colombia necesita economistas, banqueros, empresarios y terratenientes que tengan rostro humano

Para el estudio, difusión y aplicación de la Doctrina Social o Pastoral Social en el ancho marco de la acción pastoral de la Iglesia y, en particular, de la Nueva Evangelización, el Pueblo de Dios tiene en sus manos el Evangelio, la enseñanza de los Padres y el magisterio de la misma Iglesia.

La primera exhortación apostólica del papa Francisco, El Gozo del Evangelio, de noviembre de 2013, abre nuevas perspectivas de estudio y acción en el amplio campo de la Pastoral Social, y específicamente en su relación con la concepción de la economía, las políticas y las prácticas vigentes en nuestro país. Estudio, difusión y aplicación son tareas que están por cumplir.

La realidad actual de Colombia es sentida como profecía de nuevos y muy graves problemas. Hay debilidad institucional, desaceleración del desarrollo industrial, caída de las exportaciones, amenaza de inflación, un hueco fiscal bien difícil de tapar. La renta petrolera, que no supimos aprovechar, se acabó, y los principales agregados económicos como la balanza comercial, las cuentas fiscales y la inversión pública, el servicio de la deuda externa, están comprometidos y obligan a nuestro Gobierno a reestructurar la estrategia si quiere asegurar un crecimiento sólido y sostenible.

Un escenario descrito así en cuatro líneas genera voces, no solo de alerta, sino de invitación a los buenos ciudadanos y en particular a los hombres y mujeres de fe a hacer acto de presencia con propuestas de reflexión, de construcción de pensamiento, de denuncia, de rechazo, de presencia activa en la concepción y marcha de la economía. Es lo que hace el papa Francisco en su exhortación programática.

Si en el origen de la situación actual “hay una profunda crisis antropológica”, tarea nuestra es invitar a los responsables de la planeación y a los actores de las actividades económicas a descubrir los problemas humanos que la economía plantea, como ciencia y como actividad; hacer entre todos el gran descubrimiento de la dimensión humana de la economía. En otras palabras, urgir el democratizarla, superar el fetichismo de las cifras y porcentajes, y empezar a pensar en serio en el desarrollo integral de la persona humana y de la comunidad.

Nos llama a comprometernos a ponerle bases morales a un sistema financiero deshumanizado, a una banca glotona y, en general, a la marcha de una economía que sirve solo al capital y no a la persona humana, que es el autor, el centro y el fin de toda actividad productiva y de intercambio de bienes y servicios, y que hoy ha llegado a constituir el núcleo central de la organización de las relaciones humanas.

Al servicio de la persona

El papa Francisco nos pide tener siempre presente que, cuando hablamos de seres humanos, estamos proponiendo la utopía cristiana de una organización social que consagra y defiende la primacía del hombre sobre el capital, la primacía del ser sobre el tener. Y esto para que la ética tradicional no sea desplazada por el individualismo y el utilitarismo, por el hedonismo económico, y para que la inspiración humana nunca se apague; para que la idolatría del dinero, que lo convierte en fuente de poder y prestigio social, deje de ser el motor principal de la economía y se convierta en fuente de bienestar para todos.

Apropiándonos del magisterio del Papa, digamos que Colombia necesita economistas, banqueros, empresarios, terratenientes que tengan rostro humano. Este es el clamor del magisterio pontificio: ética en los negocios. Ética para humanizar la economía. La ética no es una palabra mágica, pero sí muestra el camino correcto.

Por eso, con el papa Francisco, tenemos que ser capaces y decidirnos a decir No a economías de la exclusión y la inequidad. No a sistemas económicos que matan y Sí a los que dan vida. Sí a la conciencia de las responsabilidades sociales de la empresa. Sí a la producción y oferta de bienes y servicios a quienes verdaderamente los necesitan. No a la ganancia como único motor de las actividades productivas. No al consumismo desenfrenado, alimentado por una propaganda engañosa. No a la especulación en el mercado. No al desperdicio de alimentos. Sí a nuevas formas de propiedad y de producción. Sí a una economía al servicio de la persona humana.

Surge entonces una pregunta incómoda pero necesaria: ¿el magisterio del papa Francisco se va a quedar en el papel?

P. Carlos Marín G.

Presbítero

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