“De ti hablaremos siempre”

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El martirio de Antonio Hernández Niño

“Hermana peregrina de los pobres de Yahvé, madre del tercer mundo, madre de todos los hombres de este mundo único: enséñanos a vivir el Evangelio y a comprometernos con todas sus revolucionarias consecuencias”. Dos años después de escribir estas palabras, el autor de la oración fue encontrado asesinado en Torca (Cundinamarca). Era 1986. En la mañana del viernes 11 de abril dos religiosas asuncionistas que se trasladaban en moto desde Bogotá se detuvieron a la altura del kilómetro diez, en la antigua carretera del norte. Se efectuaba un levantamiento. Con vendas en los ojos, y con las piernas y las manos atadas, el cuerpo de Antonio Hernández Niño yacía sin vida entre basura. Además de cuatro impactos de bala y hematomas en distintos lugares, tenía las rodillas maltrechas. Antonio fue desaparecido el martes en la noche; las religiosas lo conocían y estaban enteradas de la ropa que llevaba puesta aquel día. Fue así como pudieron identificar el cuerpo e informar a los familiares y amigos.

Generar organización

“Toño” tenía 25 años cuando fue asesinado. Nació el 23 de diciembre de 1960 y era el menor de los nueve hijos de José Hernández y Lucila Niño. Su padre fue dirigente barrial en Tunjuelito, el primero de los presidentes de la junta de acción comunal en un proceso cuya gestación contó con el trabajo del sociólogo Camilo Torres, desaparecido en 1966. El antiguo capellán de La Nacional iba con los estudiantes de la universidad al sector, donde promovía jornadas de alfabetización y de acompañamiento organizativo en la lucha por el acceso a los servicios públicos. Don José fue camilista; su casa era uno de los lugares de reunión cuando el cura Camilo visitaba el barrio y su hijo menor creció oyendo las historias que contaba acerca del carismático líder político.

Antonio estudió bachillerato en el Colegio Inter-parroquial del Sur, confiado en aquellos años a los marianistas. Los procesos educativos que se desarrollaban en la institución estaban orientados a que los estudiantes se concibieran como sujetos de su propia educación. El pensamiento liberador promovido en la Conferencia de Medellín, llevada a cabo en 1968, determinó el modelo educativo e inspiró el ministerio de muchos religiosos.

Manuscritos elaborados por Antonio dos años antes de su muerte

Manuscritos elaborados por Antonio dos años antes de su muerte

A inicios de la década de 1980 el padre Manolo Martínez animaba un grupo juvenil en el barrio Marco Fidel Suárez. Las misas eran los jueves y podían durar hasta tres o cuatro horas. Las canciones que se cantaban correspondían al sentir de una generación solidaria con las iniciativas revolucionarias que tenían lugar en Centro América. En la liturgia se expresaba el abrazo entre fe y compromiso político; la esperanza de la liberación social para los oprimidos.

Antonio hizo parte de esa experiencia e incluso pensó ser religioso. Si bien nunca ingresó a la congregación, siempre se sintió marianista. En 1984, tras participar de un encuentro en Risaralda junto a otros jóvenes, su visión del carisma quedó plasmada en un documento que escribió y que acompañó con ilustraciones. En el texto afirma que “ser marianista hoy es gritar en la calle, huir por la calle, protestar en la calle; (…) generar organización, empujar organización, sufrir las consecuencias de la organización (…) estar allí donde se es más útil”. El ideario fue acompañado de varias invocaciones: “Padre de la libertad, de la justicia y –si nos dejan- de la paz, explícame (…): ahora que sabemos lo del pobre, ¿qué quiere decir bienaventurado?”.

Con toda la pasión

“Lo recuerdo como la imagen de una época. Antonio encarna el espíritu de una generación que en la década de 1980 irrumpió con su juventud en el proceso de la Iglesia de los pobres; expresa el espíritu juvenil de esa generación; una generación muy generosa y muy entusiasmada políticamente. Toño expresa el liderazgo y protagonismo juvenil laical que encarnó la experiencia de una fe que se quería vivir en consonancia con lo que estaba pasando con Centro América. Ese era el referente político e histórico más cercano. Toño vivió todo eso con toda la pasión”.

Fernando Torres (KaiRed)

 

Empujar organización

Hacia 1985 el país se debatía entre una agudización de la confrontación armada y la posibilidad de unos acuerdos entre el Gobierno y algunos grupos guerrilleros. Sin embargo, al decir de un miembro de aquella generación, “había una sensación de fracaso, por un proceso de paz que no se podía, que no llegaba”.

Años atrás Antonio se había vinculado a la revista Solidaridad, dirigida por Héctor Torres. En la publicación confluía el mundo de la educación popular, de las comunidades eclesiales de base y de los movimientos sociales. Muchos jóvenes reclamaron su parte en la lucha contra los condicionamientos de un estado que experimentaban represor. En Toño encontraron una persona que les ayudó a entroncar su activismo político con el proyecto de una Iglesia popular.

Mientras estudiaba ingeniería química en la Universidad de América siguió participando de los comités de solidaridad con países como Nicaragua, El Salvador, Cuba y Guatemala. También animó la creación de un grupo inspirado en Camilo Torres, que pretendió actualizar los elementos de la Plataforma del Frente Unido y promover la unidad en medio de muy diversas expresiones de la izquierda.

“A veces un tinto te trae una cantidad de recuerdos, un olor te hace hablar de situaciones vividas”. A Antonio se le recuerda como una persona comprometida y sensible desde la fe.

Sufrir las consecuencias…

Tras la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19 se radicalizó la persecución del Estado contra las organizaciones insurgentes y contra todo hombre y mujer que simpatizaba o parecía simpatizar con sus programas. El 85 es recordado como uno de los años en que la desaparición forzada se presentó de forma más radical. Como otros universitarios, Toño acompañó y motivó a los familiares de los detenidos desaparecidos durante las marchas en que se reunían integrantes de todo el núcleo familiar para buscar y exigir la aparición con vida de sus seres queridos. Mientras fue posible, cada jueves, al mediodía, la manifestación iniciaba en la Plaza de Bolívar y continuaba por la carrera 7ª hasta llegar a la Procuraduría, ubicada entonces en la 17 con 8ª. Por la 8ª se iba hasta el Palacio de Nariño, donde se realizaba una segunda parada entre arengas y consignas. Luego se regresaba a la plaza. La fuerza pública era enviada a acallar la protesta. Gloria Gómez, de ASFADDES, recuerda: “Estábamos tratando de entender nuestra tragedia y empezábamos a sumar más tragedias a la búsqueda de los desaparecidos”.

Al año siguiente, con ocasión de la visita del papa Juan Pablo II, programada para julio, varias organizaciones estaban preparando un comunicado sobre la situación de violación de derechos humanos en el país. Antonio asistió a una reunión llevada a cabo el martes 8 de abril en la sede de la Juventud Trabajadora Colombiana, ubicada en el centro de Bogotá. Fue al salir de la actividad, en horas de la noche, cuando agentes del Estado lo detuvieron.

notimundo

Texto: Miguel Estupiñán

Fotos: Miguel Estupiñán, notimundo

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