‘Samba’: perdiendo los papeles

Fotograma de 'Samba'

J. L. CELADA | Vivir de las rentas y morir de éxito. Dos caras de una misma moneda, esa que ciertos directores parecen lanzar al aire confiando en que siga la racha. Pero la fórmula que un día les reportó no pocas alegrías y cuantiosos dividendos se agota a la velocidad de las ideas. Samba es el penúltimo ejemplo. Olivier Nakache y Eric Toledano han querido resucitar el espíritu de Intocable (2011), aunque lo único que tienen en común ambas producciones, además de su autoría, es la imponente presencia escénica de Omar Sy.

El actor francés de padres africanos, metido aquí en la piel de un inmigrante senegalés que lleva una década en el país vecino, no solo da título al nuevo trabajo de sus compatriotas, sino que es el principal reclamo de una historia que vuelve a explotar un punto de partida conocido: el encuentro y contraste entre dos mundos a priori muy alejados –incluso enfrentados– que acabarán compartiendo temores y afectos. Ya sea un aristócrata tetrapléjico, un exconvicto metido a cuidador, un indocumentado a la caza de permisos (de trabajo, de residencia…) o una ejecutiva insomne. Todos se ven atrapados en el laberinto personal de sus lamentos y anhelos.

fotograma de 'Samba'Sin embargo, más allá de este planteamiento ya familiar, en Samba apenas queda rastro de la chispa y el encanto de su predecesora. Al factor humano, que entonces brilló con luz propia, Nakache y Toledano añaden ahora la consabida carga social que reclama la situación del protagonista. Es el turno de abogados, voluntarios y policías; el tiempo de regularizar los documentos o de emitir una orden de expulsión; la ocasión para visitar las nuevas torres de Babel (oficinas de extranjería, centros de internamiento…). Sin olvidar la explotación laboral, los sueños por cumplir o el miedo a la detención. Nada que no nos hubiera contado la conmovedora The visitor (2007) con más corazón… y acierto.

Mientras tanto, la cinta nos hace partícipes de la relación ¿imposible? entre Samba y una mujer que ha perdido las riendas de su vida hasta tocar fondo (la melancólica Charlotte Gainsbourg), y de cómo recupera la sonrisa perdida en compañía de ese joven condenado a cambiar de nombre y de oficio para poder sobrevivir. Un proceso de mutua redención en el que conviven el drama y el buenrollismo (con licencias como el trasnochado “momento Coca-Cola”) al compás que marca la oportunista banda sonora de Ludovico Einaudi.

Quien busque rememorar algunas de las sensaciones que le dejó Intocable, probablemente caiga en la trampa de acudir a ver Samba. Si así fuera, enseguida descubrirá que “los sin papeles tienen medios papeles”; también que otros, en su afán de buscar atajos hacia la cumbre de sus carreras, han perdido los suyos por el camino.

FICHA TÉCNICA

Título original: Samba.

Dirección: Olivier Nakache y Eric Toledano.

Guión: Olivier Nakache y Eric Toledano, con la colaboración de Delphine y Muriel Coulin, sobre la novela Samba pour la France, de Delphine Coulin.

Fotografía: Stéphane Fontaine.

Música: Ludovico Einaudi.

Producción: Nicolas Duval-Adassovsky, Laurent Zeitoun, Yann Zenou.

Intérpretes: Omar Sy, Charlotte Gainsbourg, Tahar Rahim, Izïa Higelin, Youngar Fall, Issaka Sawadogo, Hélène Vincent, Christiane Millet, Clotilde Mollet, Jacqueline Jehanneuf, Liya Kebede.

En el nº 2.932 de Vida Nueva

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