La Familia y la Paz

La paz sigue siendo el tema central de reflexión y de búsqueda permanente no solo en Colombia sino en el todo el mundo.

En nuestra patria, indudablemente que todos estamos interesados en la paz, no así en el proceso de paz que se está llevando. Tenemos plena confianza en el Señor Jesús que los diálogos del Gobierno con las FARC, y próximamente con el ELN, llegarán a feliz término, aprobando el acuerdo que ponga fin a la guerra en Colombia: este será el primer paso firme para comenzar en forma la consecución de la paz que nos corresponde a todos: el Estado, las iglesias, las empresas, las universidades y la sociedad civil.

Y en la sociedad civil la primera en poner las bases y el fundamento a la paz es la familia. El papa Francisco ha querido que el sínodo extraordinario de los obispos del año 2014 y el ordinario de octubre de 2015 estén centrados en la familia.

Nuestra Conferencia Episcopal de Colombia en sus dos asambleas del presente año quiere profundizar en el tema de la familia, su iluminación a partir del Evangelio de Jesús y sus desafíos pastorales.

Por experiencia sabemos que la familia es la primera escuela de humanidad y la célula básica de la sociedad; es el lugar privilegiado donde se aprende a amar, a construir relaciones capaces de conseguir el desarrollo integral de toda persona humana. Es la familia la casa y la escuela de comunión; es ahí donde se transmiten los valores eminentemente humanos que desarrollarán posteriormente las personas para conformar una sociedad que ama, que es justa, liberadora y verdadera. En una palabra, recordemos que Dios Trino creó al ser humano por amor y para amar.

“En la sociedad civil la primera en poner las bases y el fundamento a la paz es la familia”

 

Una doble tarea

Analizando a profundidad la violencia entre nosotros, lo primero y más capital que descubrimos es la falta de amor entre los seres humanos y que esto comienza, precisamente, en la familia; la familia pasa por una crisis tremenda de desamor con todas las consecuencias que de allí se derivan. Los niños son el reflejo de lo que son sus papás. Si estos no se aman ni aman a sus hijos, imposible esperar que estos aprendan a amarse y a amar: serán siempre agresivos, desconfiados, intolerantes, egoístas e irrespetuosos. Lo que no aprendieron en el hogar, difícilmente lo aprenderán en la escuela o en la calle. Es ahí donde se origina la violencia intrafamiliar que se verá reflejada, necesariamente, en todo acto en la sociedad.

Por eso, el trabajo más importante que debemos realizar para conseguir la paz es el trabajo en el seno de la familia para recuperar el amor, que es el motor de la paz.

Bien lo decía en Colombia en 1986 san Juan Pablo II: una doble tarea les espera a los padres de familia frente a sus hijos: enseñarles a amar y a orar, primero con el ejemplo y luego con la palabra. 

Si recuperamos el amor y la oración en el hogar podremos alcanzar una sociedad nueva, capaz de construir la verdadera paz.

También debemos trabajar por educar en el amor a quienes quieren conformar una familia, un hogar; como dice la canción del padre Zezinho: “que ninguna familia comience en cualquier de repente, la familia comience sabiendo por qué y a dónde va”.

La oración y el ejemplo fortalecen a la persona en sí misma, fortalecen el amor de la familia y fortalecen el amor de la sociedad; la palabra forma, el ejemplo forma dos veces más.

Fortalezcámonos especialmente con la Eucaristía dominical y con el Santo Rosario todos los días en el hogar.

Mons. Leonardo Gómez Serna O.P. Obispo emérito de Magangué

Compartir