La cicatriz más profunda del ébola

Misiones Salesianas lucha contra la epidemia desde la educación con un centro de acogida en Sierra Leona

Worker disinfects boots as people being treated for Ebola look on in Liberia

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Cuando las luces se apaguen y la atención mediática sobre el ébola se disipe, las personas seguirán allí… Y nosotros estaremos con ellos”. Con este aldabonzazo en la conciencia, el religioso argentino Jorge Crisafulli, durante un encuentro informativo que se celebró el pasado 7 de noviembre en la sede madrileña de Misiones Salesianas, interpeló a la comunidad internacional a que se comprometa de un modo urgente con el sufrimiento de tantos en África Occidental, donde él lleva 19 años trabajando en una inspectoría que incluye Ghana, Nigeria, Liberia y Sierra Leona.

La cicatriz más profunda del ébola [extracto]

Diez meses después de que estallara en la región el mayor brote de ébola hasta ahora conocido, ya se registran, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 5.177 muertos y 14.413 infectados. “Aunque eso solo son las cifras oficiales –se lamenta el salesiano–, temiendo todos que la realidad duplique o hasta cuadruplique ese cálculo. Solo Sierra Leona, hay 80 contagios de media al día. Quedando apenas 800 camas libres en todo el país, podemos establecer otra dramática previsión: en diez días, ya no habrá dónde meter a ningún enfermo. De hecho, ya derivan a la gente a sus casas, con el peligro que se contagie toda la familia”.

En conversación con Vida Nueva, Crisafulli denuncia que “el mundo está perdiendo la batalla. No es un problema de África, sino de todos, aunque en Occidente parece que solo lo perciben cuando les llega algún caso”. En este sentido, se interroga sobre la naturaleza del compromiso: “Se habla mucho y se dice que nos está llegando mucha ayuda, pero no sabría decir dónde va a parar esa ayuda. No se sabe a cuánto asciende ni si lo que se da a los gobiernos llega a la gente que lo necesita. Además, no necesitamos solo dinero: tan importante como eso son alimentos, medicinas, material sanitario, psicólogos… Hay mucha gente traumatizada”.

Por lo que sí responde Crisafulli es por la implicación de Misiones Salesianas, que en la zona cuenta con 180 religiosos, con 16 en Sierra Leona y nueve en Liberia: “Ya han llegado 100.000 euros para ambos países. La gran mayoría del dinero ha sido destinado a la emergencia, comprando material básico y comida, alimentando a 1.000 familias en Liberia y a 2.000 en Sierra Leona. Otra parte ha ido enfocada a desarrollar un trabajo de prevención. Para ello, contamos con la implicación de los grupos juveniles salesianos, a los que formamos con profesionales que les muestran cómo evitar contagiarse. Luego ellos se dedican a ir por los pueblos y se lo enseñan a la población más popular de un modo muy gráfico, con representaciones teatrales, canciones y visitando a las familias en sus casas. También reparten semillas y potencian los huertos familiares, vendiendo los excedentes en el mercado”.

Un hito para la esperanza en Monrovia

Después de tres meses en Monrovia (VN, nº 2.912), Roberto Lorenzo, coordinador de Proyectos de Juan Ciudad ONGD, ha vuelto a Madrid este 24 de noviembre. Fue allí en el peor momento, cuando el hospital de San José, gestionado por San Juan de Dios, había sido cerrado por el Gobierno de Liberia. Hoy, gracias en buena parte a la ayuda de Cruz Roja Internacional, este padre de familia regresa dejando encarrilada la apertura del centro. Por ahora, se recuperará el área de maternidad y, en los próximos días, está previsto reabrir la de pediatría.

Children encouraged to wash hands at Ebola sensitization program in Liberia

Alimentan a 3.000 familias

Aparte, en relación con la apuesta por la educación que marca lo más hondo del carisma salesiano, el religioso expone cómo afrontan esta ardua tarea: “Todas las escuelas están cerradas por los respectivos gobiernos en Liberia y Sierra Leona. En nuestros centros escolares, en toda la región, atendemos a unos 10.000 alumnos. Como no queremos que pierdan el año escolar, hemos ideado un plan de educación a distancia. Preparamos materiales y los profesores y otros niños los llevan de casa en casa al mayor número de alumnos posible, yendo en bici o en moto. Otra opción que nos planteamos es utilizar una señal de radio y contactar así con los chicos”.

EV_EBOLA5_optSin embargo, si hay un proyecto que los salesianos ven urgente en Sierra Leona es el de la acogida a los niños huérfanos, 3.600 en toda la región: “Según los datos oficiales, en el país hay 530 niños que han perdido a sus dos padres y 153 que se han quedado sin uno de ellos. Además, hay unos 1.500 en cuarentena para saber si están contagiados. ¿Cuál es el futuro para ellos?”. Con el fin de atenuar esta situación, el 9 de septiembre inauguraron, en lo que antes era una escuela, un centro de atención en el que ya hay 18 niños y otros 50 están en cuarentena. Su funcionamiento es similar al hogar para niños vagabundos que los salesianos tienen desde hace años en Freetown, la capital. Allí, cada nueve meses acogen a 75 chicos y los rehabilitan con la educación y en un ambiente familiar, devolviéndolos luego a sus familias o dando en adopción a los huérfanos.

Aunque este centro de acogida para afectados por el ébola es especial: “Ni siquiera podemos revelar dónde está situado para evitar problemas con la población de la zona, que, de saber qué tipo de hogar es, podría atacarnos”. Algo nada exagerado, como saben por su experiencia con los niños acusados de ser brujos, a muchos de los cuales se ha querido linchar en otros lugares: “Once de estos niños que tenemos acogidos han sido acusados de brujería por el hecho de haber sobrevivido al ébola mientras que han muertos sus padres y hermanos. Han perdido a su familia, enfermaron… y encima se sienten culpables. Por la mentalidad ancestral que promueve la idea de la brujería, llegan a creerse que están malditos. De ahí que necesitemos con urgencia no solo dinero o comida, sino psicólogos que nos ayuden con ellos”.

En espera de que lleguen los recursos prometidos, los cinco misioneros, dos enfermeras, dos asistentes y dos cocineras que hay en el centro hacen lo posible por crear una atmósfera de amor. “Sin dejar de educar –añade con humor Crisafulli–, que por algo somos salesianos. Como hacemos en el centro de Freetown, dedicamos varias horas al estudio, para luego jugar, cantar o hacer manualidades. Los responsables están las 24 horas del día con ellos”.

Así, concluye, es como volvemos al principio: “¿Qué pasará cuando ya nadie hable del ébola o, incluso, hayamos vencido a la enfermedad? Nosotros estaremos con estos chicos, que ya lo han perdido todo y que ya están estigmatizados de por vida. Nadie quiere saber nada de ellos… El ébola refleja un problema más hondo, que es social, cultural y económico, como refleja que todos los precios hayan subido en estos países, pensando la gente en hacer negocio. Hay falta de solidaridad y miedo, pero nosotros tenemos esperanza. Cuando me preguntan que dónde está Dios en unos países que han sufrido brutales guerras civiles y ahora se enfrentan al ébola y a otras enfermedades, no dudo al responder: Dios está con los que sufren y con los que ayudan. Dios, sobre todo, está con estos niños”.

 

“África me ha cambiado”

Jorge Crisafulli, que reconoce con emoción que siempre soñó con ser misionero – “lo dije desde los tiempos del Noviciado, pero, después de consagrarme, aún me hicieron esperar cuatro años para que me curtiera pastoralmente en la Patagonia”–, sonríe al afirmar que “es mucho lo que África me ha enseñado: vine con verdadero deseo de inculturarme y de estar cerca de los pobres, no queriendo ser maestro, sino dar a conocer mi fe cristiana a través de mi testimonio de vida. Pero, aunque ya estuviera abierto a ello, tengo que decir que esta gente me ha cambiado. África no es pobre, sino muy rica: en belleza y en recursos materiales, pero, sobre todo, en humanidad. A mí me han enseñado su gran amor por la vida, la veneración por las personas ancianas, a tener más paciencia, a vivir el tiempo en vez de medirlo y la capacidad para sufrir y hacerlo con una sonrisa. En lo espiritual, su profundidad es riquísima y ancestral. Si conocen a Jesús, se entregan a Él de un modo total. Por todo esto, lo tengo claro: cuando me muera, quiero ser tierra africana. Que me entierren aquí”.

En el nº 2.918 de Vida Nueva

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