Fabio Baggio: “No somos católicos si no estamos abiertos a la diversidad”

Hablamos con el director del Scalabrini International Migration Institute

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Fabio Baggio: “No somos católicos si no estamos abiertos a la diversidad” [ver extracto]

FRAN OTERO. FOTOS: LUIS MEDINA. | Se puede decir que Fabio Baggio es misionero de san Carlos Borromeo (scalabrinianos) en parte gracias a su hermano mayor. Este entró primero en el seminario que los scalabrianos tienen en su pueblo natal, Bassano de Grappa (Italia), y luego empujó a Fabio con la fuerza de su testimonio.

San Carlos Borromeo, por Borgianni (s.XVI).

San Carlos Borromeo, por Borgianni (s.XVI).

Así, con 11 años, Baggio comenzaría una vida dedicada a los migrantes; en un primer momento, con visitas puntuales a Bélgica, Alemania o Suiza para atender a los migrantes italianos, y luego con el trabajo, mientras estudiaba en Roma, con las comunidades hispanas que llegaban a la Ciudad Eterna.

Esta última dedicación le llevó a desplazarse a América Latina, donde trabajó, además de en Chile, en Argentina, donde compartió tarea, como delegado de Migraciones de Buenos Aires, con el ahora papa Francisco.

Hoy dirige el Scalabrini International Migration Institute (SIMI) de la Pontificia Universidad Urbaniana en Roma, y es, por su bagaje como investigador y agente de pastoral sobre el terreno, uno de los grandes expertos de la Iglesia en el fenómeno migratorio. En el marco de las Jornadas de Delegados de Migraciones, dedicó unos minutos a Vida Nueva.

P: ¿Cómo fue su experiencia de trabajo con Bergoglio?

R: Cuando comenzamos a trabajar, lo primero que me dijo es que teníamos que conocer cuál era la realidad y las cosas que debíamos hacer. Me ayudó mucho a leer la realidad y a interpretarla. Lo hicimos, aunque insistía mucho en la formación de agentes de pastoral, es decir, preparar a gente que siga la misión, dar instrumentos para poder trabajar. Así las cosas, mi tarea incluía el acompañamiento de las distintas comunidades presentes en Argentina: bolivianos, peruanos, chinos, coreanos… pero también un trabajo con la Iglesia local para promover una cultura del encuentro.

A muchas parroquias que habían nacido con las migraciones les costaba abrirse a los nuevos migrantes. Con el apoyo de Bergoglio intentamos dar respuesta al drama de la inmigración irregular, con una gran campaña de regularización a través de instrumentos legales de acuerdo con el Gobierno argentino; trabajamos para que los niños migrantes pudiesen ir a la escuela; participamos en la reforma de la ley migratoria y comenzamos un trabajo con víctimas de trata.

P: ¿Tiene Francisco una especial sensibilidad con esta cuestión?

R: Su misma experiencia de familia migrante lo hace sensible a todas las personas que corren el riesgo de quedar fuera de la Iglesia. Si alguien se siente excluido del cuidado maternal de la Iglesia, Bergoglio lo va a buscar para hacer que sienta el amor de Dios, que no conoce credo, raza, nación… Cuando fue a Lampedusa, no fue a celebrar la muerte, fue a celebrar las esperanzas y la vida que se tiene que defender. Cuando lloramos la muerte de tantas personas que mueren en el Mediterráneo, también celebramos su confianza y esperanza.

Porque al arriesgar su vida, nos enseñan que la búsqueda de un futuro mejor forma parte de nuestro camino cristiano. Si perdemos esta esperanza a causa de la violencia, de los conflictos o de la sociedad secularizada, fallamos en la construcción del Reino de Dios. Los migrantes nos ayudan a recuperar esta confianza y la esperanza en el futuro en medio de su experiencia dramática.

P: Habla de los migrantes que pierden la vida en el Mediterráneo. ¿Qué le pasa a Europa que no reacciona?

R: Son pocos los temas que quedaron fuera del consenso europeo, y las migraciones son uno de ellos. La soberanía nacional sigue jugando un papel muy importante y son los estados los que definen las medidas. Creo que hace falta un grupo de trabajo que formule propuestas a largo plazo. Es inútil seguir hablando de emergencia porque es un problema que arrastramos desde hace años, sabemos cuántos están esperando a entrar y cuántos necesitamos para sostener el bienestar de una Europa envejecida.

El problema es que si queremos una selección migratoria, habrá que ver hasta qué punto no es discriminatoria y no se puede extender también a los hijos. Me explico. Si podemos elegir quién entra y quién sale, por qué no podemos elegir a nuestros hijos. Entonces, vamos a tener a los inteligentes y a los lindos, a los demás no.

P: Siendo la política estrella, el control de las fronteras no parece ser la respuesta más adecuada…

R: No va a la raíz del problema. Preguntaría a los que nos gobiernan qué han hecho hasta ahora contra los traficantes, los comerciantes de carne humana, que siguen trasladando migrantes y matándolos. Si pueden ver lo que hago ahora mismo a través de satélites, cómo es posible que no sepamos cuándo y de dónde salen.

No puedo creerlo. Puede que haya otros intereses que convienen más, como el aumento de la inversión en la industria de seguridad y militar. Hay poderes que quieren que se invierta en esta industria más que alimentar la cooperación internacional y políticas que luchen contra estas redes.

P: ¿Qué hacer con la inmigración irregular?

R: Tres cosas. Una primera dirigida a los empleadores, pues los migrantes van donde hay ofertas de trabajo subterráneo. Se habla también de competencia desleal, pero aceptan sueldos bajos porque se los ofrecen. La segunda tiene que ver con la industria de la droga, ante la que hay que tomar medidas. Y la tercera y última, trabajar en los países de origen. Hasta que no tengan condiciones de vida dignas van a salir y buscar cualquier medio para hacerlo.

Nuestra responsabilidad es promover un desarrollo igualitario. Por ejemplo, en África no hay desarrollo. Hasta en la cooperación hay un imperialismo, que tiene su máxima expresión a nivel político y económico con la venta de armas y con las continuas desestabilizaciones con fines de mantener un poder económico sobre este continente.

P: ¿Cuál debe ser el fundamento de este desarrollo del que habla?

R: El único desarrollo posible es el que involucra a toda persona. El otro tipo de desarrollo, el asimétrico, va a generar nuevos conflictos, como ha demostrado la Historia. Si queremos un mundo en paz y justo, tenemos que trabajar para que todos tengan acceso a los recursos del mundo. Es una cuestión de justicia, no de solidaridad.

P: En los últimos tiempos, han aparecido movimientos xenófobos con un importante apoyo social. Pienso en el Frente Popular, en Francia.

R: Es normal. Sucede en momentos de crisis. En 1976, en una situación social y económica difícil, Pablo VI pedía que no se convirtiese a los migrantes en chivos expiatorios. Cuando estamos en crisis, lo estamos todos. Y se sale de la crisis con la colaboración de todos.

P: Y la Iglesia, en medio de este fenómeno, siempre ha estado ahí, ¿no?

R: La Iglesia vive del capital acumulado hasta ahora. Eso sí, hay desafíos nuevos. En labores asistenciales, de caridad y solidaridad estamos muy bien. Pocos pueden poner sobre la mesa las actividades que nosotros llevamos a cabo. En cambio, fallamos en la integración eclesial, en reconocer que nuestras comunidades se enriquecen a través de la experiencia religiosa de los migrantes que llegan y también a través del diálogo interreligioso.

En Italia, hemos notado que la dicriminación, el prejuicio, la marginación y la exclusión son elementos que están presentes en nuestras comunidades católicas. Queda mucho por hacer para eliminar estos elementos negativos que no permiten crecer a la Iglesia. Cada vez que excluimos a alguien, faltamos a uno de los cuatro elementos del Credo: la Iglesia una, santa, católica y apostólica. No somos católicos si no estamos abiertos a la diversidad.
 

La Iglesia en España se vuelve hacia las periferias de la migración

Del 5 al 7 de junio, El Escorial (Madrid) acogió las Jornadas de Delegados y Agentes de Migraciones que este año celebraron el centenario de la Jornada Mundial del Inmigrante y del Refugiado, cuestión sobre la que versó la ponencia de Fabio Baggio. Además de al religioso scalabriano, y con la ayuda de las nuevas tecnologías, los participantes –más del doble que años anteriores– pudieron escuchar a los responsables de Migraciones de Lampedusa, Arizona y Estrecho de Gibraltar.

Tal y como detalla a Vida Nueva el director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones, José Luis Pinilla, también hubo espacio para conocer el testimonio de inmigrantes, compartir experiencias pastorales y reflexionar sobre los distintos modelos de pastoral.

A este evento asistió el obispo de Albacete y presidente de la citada comisión, Ciriaco Benavente, así como el obispo auxiliar de Oviedo, José Antonio Menéndez. Benavente destacó, en la presentación de las Jornadas, el empeño de la Iglesia en el trabajo por la integración y la comunión, mientras que Menéndez alzó la voz en la Eucaristía conclusiva afirmando que “para Dios no hay vallas ni fronteras”.

  • Inauguración de las XXXIV Jornadas de Delegados y Agentes de Migraciones:

Video provided Luisi Motta

© Luisi Motta

  • Intervención en las Jornadas:

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© Luisi Motta

En el nº 2.898 de Vida Nueva

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