El Papa sobre Cataluña: “Toda división me preocupa”

Entrevista de Francisco en La Vanguardia, la primera a un medio español

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MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Catalogado por muchos como un “Papa revolucionario”, Francisco recoge el apelativo desde la distancia: “Para mí, la gran revolución es ir a las raíces, reconocerlas y ver lo que esas raíces tienen que decir el día de hoy. (…) Nunca se puede dar un paso en la vida si no es desde atrás, sin saber de dónde vengo, qué apellido tengo, qué apellido cultural o religioso tengo”.

Unas declaraciones que forman parte de la entrevista que hoy publica La Vanguardia, la primera concedida por Jorge Mario Bergoglio a un medio español.

A la pregunta de Henryque Cymerman, autor de la entrevista y uno de los principales organizadores del encuentro de oración por la paz entre israelíes y palestinos del pasado domingo, el Pontífice se congratula de su feliz desenlace, pues llevaba planeándolo durante más de un año y estuvo a punto de venirse abajo en abril:

Acá, en el Vaticano, un 99% decía que no se iba a hacer y después el 1% fue creciendo. Yo sentía que nos veíamos empujados a una cosa que no se nos había ocurrido y que, poco a poco, fue tomando cuerpo. No era para nada un acto político (eso lo sentí de entrada), sino que era un acto religioso: abrir una ventana al mundo.

En espera de los frutos de paz concreta que estarían por llegar, Francisco ensalza que, de momento, ya se ha testimoniado al mundo un ejemplo de convivencia. Lo que le sirve para fustigar la violencia cometida en nombre de Dios: “una contradicción” que “no se corresponde con nuestro tiempo” o, derivado de ella, el fundamentalismo:

Las tres religiones tenemos nuestros grupos fundamentalistas, pequeños en relación a todo el resto. (…) Un grupo fundamentalista, aunque no mate a nadie, aunque no le pegue a nadie, es violento. La estructura mental del fundamentalismo es violencia en nombre de Dios.

Frente a ello, el Papa insiste en que la Iglesia vuelva siempre a su ser esencial, a sus raíces: “La pobreza y la humildad están en el centro del Evangelio y lo digo en un sentido teológico, no sociológico. No se puede entender el Evangelio sin la pobreza, pero hay que distinguirla del pauperismo. Yo creo que Jesús quiere que los obispos no seamos príncipes, sino servidores”.

Una intuición que comparten muchos, más allá de la fe, y que, considera el Papa, debería iluminar las contradicciones del modelo económico global vigente:

Está probado que con la comida que sobra podríamos alimentar a la gente que tiene hambre. Cuando usted ve fotografías de chicos desnutridos en diversas partes del mundo se agarra la cabeza, no se entiende. Creo que estamos en un sistema mundial económico que no es bueno. En el centro de todo sistema económico debe estar el hombre, el hombre y la mujer, y todo lo demás debe estar al servicio de este hombre. Pero nosotros hemos puesto al dinero en el centro, al dios dinero. Hemos caído en un pecado de idolatría, la idolatría del dinero.

Lo que lleva a Bergoglio a ahondar en su conocida denuncia contra la cultura del descarte: “La economía se mueve por el afán de tener más y, paradójicamente, se alimenta una cultura del descarte. Se descarta a los jóvenes cuando se limita la natalidad. También se descarta a los ancianos porque ya no sirven, no producen, es clase pasiva…”

Al descartar a los chicos y a los ancianos, se descarta el futuro de un pueblo, porque los chicos van a tirar con fuerza hacia adelante y porque los ancianos nos dan la sabiduría, tienen la memoria de ese pueblo y deben pasarla a los jóvenes. Y ahora también está de moda descartar a los jóvenes con la desocupación.

A mí me preocupa mucho el índice de paro de los jóvenes, que en algunos países supera el 50%. Alguien me dijo que 75 millones de jóvenes europeos menores de 25 años están en paro. Es una barbaridad. Pero descartamos toda una generación por mantener un sistema económico que ya no se aguanta, un sistema que, para sobrevivir, debe hacer la guerra, como han hecho siempre los grandes imperios.

En este sentido, llega la crítica más ácida del Papa, aquella que se dirige contra los llamados “señores de la guerra”… Instalados, muchas veces, en altas esferas del poder:

Como no se puede hacer la Tercera Guerra Mundial, entonces se hacen guerras zonales. ¿Y esto qué significa? Que se fabrican y se venden armas, y, con esto, los balances de las economías idolátricas, las grandes economías mundiales que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente se sanean”.

Una referencia bélica que, ante el recuerdo de la II Guerra Mundial, lleva al Pontífice argentino a defender con fuerza la memoria de Pío XII y a lanzar otra crítica nada velada contra quienes manejan el desarrollo de la política internacional:

Al pobre Pío XII le han tirado encima de todo. Pero hay que recordar que antes se lo veía como el gran defensor de los judíos. Escondió a muchos en los conventos de Roma y de otras ciudades italianas, y también en la residencia estival de Castel Gandolfo. Allí, en la habitación del Papa, en su propia cama, nacieron 42 nenes, hijos de los judíos y otros perseguidos allí refugiados. No quiero decir que Pío XII no haya cometido errores (yo mismo cometo muchos), pero su papel hay que leerlo según el contexto de la época. ¿Era mejor, por ejemplo, que no hablara para que no mataran más judíos, o que lo hiciera?

También quiero decir que a veces me da un poco de urticaria existencial cuando veo que todos se la toman contra la Iglesia y Pío XII, y se olvidan de las grandes potencias. ¿Sabe usted que conocían perfectamente la red ferroviaria de los nazis para llevar a los judíos a los campos de concentración? Tenían las fotos. Pero no bombardearon esas vías de tren. ¿Por qué? Sería bueno que habláramos de todo un poquito”.

Respecto a la clase política actual, fruto de las muchas recepciones a jefes de Estado que ha concedido en estos meses, Francisco mantiene la esperanza con la nueva generación que ya apunta:

Han venido muchos y es interesante la variedad. Cada cual tiene su personalidad. Me ha llamado la atención un hecho transversal entre los políticos jóvenes, ya sean de centro, izquierda o derecha. Quizás hablen de los mismos problemas, pero con una nueva música, y eso me gusta; me da esperanza, porque la política es una de las formas más elevadas del amor, de la caridad. ¿Por qué? Porque lleva al bien común, y una persona que, pudiendo hacerlo, no se involucra en política por el bien común, es egoísmo; o que use la política para el bien propio, es corrupción.

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Finalmente, cuestionado por La Vanguardia sobre el proceso independentista en Cataluña, el Papa responde con agudeza:

Toda división me preocupa. Hay independencia por emancipación y hay independencia por secesión. Las independencias por emancipación, por ejemplo, son las americanas, que se emanciparon de los estados europeos. Las independencias de pueblos por secesión es un desmembramiento a veces muy obvio. Pensemos en la antigua Yugoslavia. Obviamente, hay pueblos con culturas tan diversas que ni con cola se podían pegar.

El caso yugoslavo es muy claro, pero yo me pregunto si es tan claro en otros casos, en otros pueblos que hasta ahora han estado juntos. Hay que estudiar caso por caso. Escocia, la Padania, Cataluña. Habrán casos que serán justos y casos que no serán justos, pero la secesión de una nación sin un antecedente de unidad forzosa hay que tomarla con muchas pinzas y analizarla caso por caso.

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