La Conferencia Episcopal Española se pronuncia ante la crisis

Temen “que no haya tocado fondo”, alertan contra determinados nacionalismos y llaman a la solidaridad

Comisión Permanente CEE

Imagen de archivo de los obispos de la Comisión Permanente

M. GÓMEZ | “Es falso que los obispos estén mudos ante la crisis”, ha declarado el portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Pero lo que sí es verdad es que muchos esperaban desde hace mucho tiempo un posicionamiento claro de la jerarquía de la Iglesia en España en este asunto. Ha sido en la mañana de hoy cuando la Comisión Permanente de la CEE ha presentado la declaración ‘Ante la crisis’. En un contexto de tensión social creciente, azuzada por “determinadas propuestas políticas”, los obispos ofrecen palabras “luz y aliento”, especialmente necesarias hoy para la consecución del bien común.

“Desde que la crisis económica comenzó a sentirse, hace ya más de seis años, los obispos, junto con toda la comunidad eclesial, han acompañado con honda preocupación y múltiples iniciativas a los que más sufren sus consecuencias”, comienza la declaración, y recuerda las cartas de obispos españoles, las intervenciones de Cáritas y otras instituciones eclesiales o las donaciones que anualmente la CEE ha realizado a Cáritas, así como la Declaración ante la crisis moral y económica, hecha pública por la Asamblea Plenaria en 2009.

Hecha la aclaración inicial, los obispos advierten: “Tememos que la crisis o, al menos, sus efectos no hayan tocado fondo todavía”.

Reconocen que los recortes y las medidas de ajuste acometidos por los gobiernos central y autonómicos “exigen sacrificios a la mayoría de los ciudadanos, cuando muchos se encuentran ya en situaciones difíciles por falta de trabajo, por dificultades financieras y por la prolongación en el tiempo de esas condiciones”.

Todo esto crea muchas situaciones personales y familiares “de gran sufrimiento”, que la inmensa mayoría “sobrelleva –considera el documento– con serenidad y espíritu de sacrificio”; una actitud que se ve reflejada en que “los trabajadores se han mostrado dispuestos en no pocos casos a asumir restricciones laborales y salariales en aras de la supervivencia de sus empresas y del bien de todos”. En este sentido, se reconoce y agradece “el civismo y la solidaridad, ahora especialmente necesarios”.

Tensión social creciente

Se detienen los obispos en el hecho de que “la tensión social crece”, y alertan contra “determinadas propuestas políticas” que “han venido a añadir elementos de preocupación en momentos ya de por sí difíciles”.

“La situación de crisis genera en muchas personas sentimientos de malestar y de desencanto, de irritación y de rechazo ante unas instituciones sociales y políticas que, aun disponiendo de tantos medios económicos y técnicos, no han sido capaces de ordenar la vida en común de un modo verdaderamente justo y humano”.

“Sin embargo –siguen–, este malestar no debería ser alimentado como excusa para la promoción de ningún interés político o económico particular, a costa del interés general, tratando de aprovechar en beneficio propio el descontento o el sufrimiento de muchos”.

“Preservar el bien de la unidad”

Y en este punto, recuperan algunas valoraciones realizadas en la Instrucción pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España, de 2006, sobre los nacionalismos, la administración política de la unidad histórica y cultural de España y el respeto al bien común y a la voluntad de todos los ciudadanos afectados.

“Reconociendo, en principio –dice la actual declaración sobre la crisis–, la legitimidad de las posturas nacionalistas verdaderamente cuidadosas del bien común, se hacía allí una llamada a la responsabilidad respecto del bien común de toda España que hoy es necesario recordar. (…) Propuestas políticas encaminadas a la desintegración unilateral de esta unidad nos causan una gran inquietud. (…) Se debe preservar el bien de la unidad, al mismo tiempo que el de la rica diversidad de los pueblos de España”.

Ayudas a inmigrantes y familias desahuciadas

En la declaración hay pocas referencias explícitas a los gobernantes. A las autoridades les piden que velen por “que los costes de la crisis no recaigan sobre los más débiles, con especial atención a los inmigrantes”, y que arbitren medidas necesarias para que reciban las ayudas sociales oportunas.

En otro lugar, se pide “a quien corresponda” que se dé “un signo de esperanza” a las “familias que no pueden hacer frente al pago de sus viviendas y son desahuciadas. Es urgente encontrar soluciones que permitan a esas familias –igual que se ha hecho con otras instituciones sociales– hacer frente a sus deudas sin tener que verse en la calle”.

Finaliza la declaración con un llamamiento a la esperanza y a vencer las tentaciones de sucumbir al pesimismo. “Gracias a Dios, son muchos los que resisten a la tentación de culpar solo a los otros o de la protesta fácil”.

Como propuesta concreta, los obispos invitan a todos los ciudadanos (creyentes y no) a acoger el don de la fe, y, desde ahí, invitan a la conversión: “No será posible salir bien y duraderamente de la crisis sin hombres rectos, si no nos convertimos de corazón a Dios”.

Los miembros de la Comisión Permanente de la CEE son: Antonio Mª Rouco Varela, Ricardo Blázquez Pérez, Juan Antonio Martínez Camino, Lluis Martínez Sistach, Juan José Asenjo, Juan del Río Martín, Manuel Ureña Pastor, Francisco Pérez, Francisco Javier Martínez Fernández, Braulio Rodríguez, Francisco Gil Hellín, Carlos Osoro, Julián Barrio, Santiago García Aracil, Ciriaco Benavente, Jesús E. Catalá, Adolfo González Montes, Jesús García Burillo, Casimiro López Llorente, Joan Píris, Josep À. Sáiz Meneses, Vicente Jiménez Zamora y Sebastià Taltavull.

 

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