Jaime Ortega: “La gente espera que el Papa confirme su fe”

Jaime Ortega Alamino cardenal arzobispo de La Habana

Cardenal arzobispo de La Habana

Jaime Ortega Alamino cardenal arzobispo de La Habana

SERGIO MORA | El papa Benedicto XVI visitará Cuba del 26 al 28 de marzo [agenda de la visita del Papa a Cuba y México], coincidiendo con el Año Jubilar Mariano que celebra la Iglesia del país caribeño. A escasos dos meses de su llegada, el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega Alamino, rememora el histórico viaje de Juan Pablo II a la Isla en 1998 y lo que ha supuesto para su pueblo, que ahora espera del Papa que le lleve “al encuentro de lo sagrado”. [Entrevista con Jaime Ortega – Extracto]

– ¿Qué cambió en Cuba después de la visita de Juan Pablo II en 1998?

– ¡Tantas cosas cambiaron…! Por ejemplo, el hecho de que la Navidad ahora sea celebrada con una fiesta civil y día de asueto en que no se trabaja. Además, se facilitó el ingreso de misioneros en Cuba, tanto civiles como religiosos, y hubo una verdadera renovación de la vida católica, de las comunidades. En la vida de la Iglesia en Cuba se ve que hay un antes y después de la visita del papa Juan Pablo II.

– Benedicto XVI anunció su viaje a Cuba, pero ¿quién lo ha invitado?

– La invitación al actual Pontífice fue hecha muy al inicio de su pontificado, y reiterada por el presidente Raúl Castro el mismo día en el que asumió como presidente la jefatura de la nación; en ese momento visitaba La Habana el cardenal Bertone, y le hizo la invitación muy cordial y cálida de venir a Cuba. Esto se vincula con el viaje de Juan Pablo II, que dejó una nueva relación y el deseo de encontrarle nuevamente.

– ¿Qué es lo que la gente espera de este viaje de Benedicto XVI en marzo?

– El pueblo deseó la visita de Juan Pablo II como una especie de gran bendición para todo el pueblo, para cada persona. Una vez que Juan Pablo II fue a Perú, dijo hablando un poco simpáticamente, como solía hacerlo algunas veces: “Creo que en Latinoamérica hay un octavo sacramento, que es la bendición”. Nosotros ahora lo hemos experimentado increíblemente, se nos cansa el brazo derecho de tanto bendecir, son miles de personas. Cuando el Papa da esa bendición a la gente, le trae esa paz espiritual de sentirse en las manos de Dios, eso es lo que la gente más busca. ¿Qué quieren que la Virgen les traiga? Paz, responden, y esa palabra significa muchas cosas.

Peregrinación de la Virgen

– O sea, ¿quieren la bendición del Papa?

– Inclusive en el contexto de esta gran peregrinación que ha servido de preparación para la visita del Papa, la gente espera que su presencia sea como una gran culminación de la misma, como una continuación sobrenatural de la visita de la Virgen, y que lo ha mandado Dios para esto. La fe del pueblo nos deja a veces impactados; lo que la gente de cualquier edad, jóvenes, mujeres y adultos, espera de nosotros y del Papa es que confirmemos su fe y que los llevemos al encuentro de lo sagrado, que les demos apertura como al infinito, al eterno, que los saque de la situación en que la vida los envuelve con el trabajo o quehacer diario, o la preocupación del mañana y de los hijos.

– Aunque existan los ateos prácticos o ideológicos…

– Me recordaba lo que el papa Benedicto XVI ha dicho recientemente, quizás en ocasión de uno de los encuentros que con mucho acierto han llamado el Atrio de los Gentiles, que yo encuentro fabulosos. Y dijo que hace falta que haya hombres que sean buscadores de Dios, y una frase como “es preferible un buscador de Dios con seriedad que alguien que afirma que sí, que hay un Dios, pero vive de una manera indiferente y fría, como si no lo hubiera”. Creo que, en nuestro pueblo, esa búsqueda de lo sagrado, de lo absoluto, quizás el silencio sobre Dios –no el silencio de Dios, del que hablan los filósofos o teólogos–, ese no mencionarlo, evitar frases como “si Dios quiere”, etc., todo esto va produciendo una curiosa reacción.

– ¿Un efecto boomerang?

– Como cuando en una casa ha muerto un señor que tenía un gran peso e influjo y no se le quiere mencionar. Y, de pronto, aquella ausencia hace más presente a la persona que ha desaparecido. Mientras que, en el duelo, el dolor y las lágrimas, uno hasta puede llegar a sonreír recordando los chistes que hacía la persona. En cambio, la ausencia que no permite que se mencione hace como que haya un reclamo, que en el silencio se hable de Dios.

Espero que en las sociedades occidentales, aquejadas de esos vacíos que en Cuba a veces sentimos y que pueden demorar más o menos en experimentarse, la gente pase por encima de viejos anticlericalismos, de las cosas superficiales, pero que ocupan un primer plano, indebido a veces, o escándalos dolorosos que no son la esencia de nuestra fe cristiana. Entonces se podrá ir a lo esencial. Porque el ser humano se encuentra consigo mismo cuando encuentra a Dios.

En el nº 2.786 de Vida Nueva.

 

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