En el frente del diálogo interreligioso

monjes religiosos rezan sentados en comunidad

Los consagrados son ejemplo de que la convivencia entre religiones es posible

monjes religiosos rezan sentados en comunidad

MAITE MARTÍNEZ LÓPEZ | En los días en que se celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (del 18 al 25 de enero), hay que felicitarse por la labor silenciosa y constante que realizan muchos religiosos y religiosas en pro de la unidad y del diálogo interreligioso.

No se han apagado los ecos del Encuentro de Asís de 2011 y queda mucho camino por andar. La paz es un anhelo que está inscrito en el corazón de todo ser humano y siempre constituye un punto de encuentro entre hombres y mujeres de diferente credo.

Los franciscanos, siguiendo los pasos del Poverello, continúan trabajando en medio de colectivos musulmanes. Y muchas comunidades religiosas atienden por igual a familias cristianas, musulmanas o animistas que llegan en pateras, dándoles cobijo, un plato de sopa caliente o clases de alfabetización. Esto también es diálogo interreligioso, siguiendo el refrán de “obras son amores y no buenas razones”.

Pero a un nivel más profundo, desde los años del postconcilio, algunos monasterios benedictinos y cistercienses comenzaron una travesía por el desierto en favor del diálogo interreligioso. Y no solo entre las confesiones cristianas, sino entre los grandes movimientos religiosos de la humanidad.

La declaración conciliar Nostra aetate (1965) había abierto una puerta de aire fresco: el diálogo con las otras grandes religiones era un aspecto de la misión evangelizadora de la Iglesia. Esta tarea no ha perdido actualidad, sino todo lo contrario, precisamente en este Año de la Fe convocado por Benedicto XVI, en el que la Nueva Evangelización y la revitalización del Vaticano II son asuntos centrales.

Una sola familia

Fue en los años 70 cuando desde el organismo vaticano encargado del diálogo con las religiones no cristianas se pidió al abad primado de los benedictinos que asumieran un papel de liderazgo en este diálogo, dado que las grandes tradiciones monásticas tenían experiencias muy parecidas en todas las religiones.

Así nació para Europa el organismo Diálogo Interreligioso Monástico (DIM), con una Comisión Ibérica para España y Portugal. La tarea principal era compartir la experiencia religiosa personal tomando conciencia de que toda la humanidad forma una sola familia, de que el Espíritu Santo está presente y activo en todo, de que la gracia de Cristo llama a todos a la salvación, con el convencimiento también de que si todas las religiones trabajan juntas, dentro del respeto mutuo, se podrá contribuir a la paz.

Todo ello no es ajeno a la esencia de la Iglesia. En estos ambientes de tamiz ecuménico se suelen recordar las palabras del cardenal Jean-Louis Tauran: “El diálogo pertenece a la esencia de la fe cristiana. Jesús reveló que Dios mismo es diálogo. Esta es la verdadera sustancia de la Santísima Trinidad, y cada cristiano debe imitar este diálogo de la comunión de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.

En España, son muchos los monasterios implicados en esta tarea, tanto femeninos como masculinos: desde Monserrat a las benedictinas de Alba de Tomes, pasando por la Abadía del Valle de los Caídos o Santo Domingo de Silos, por citar del lado benedictino. Los cistercienses participan desde Santa María de Poblet, Santa Ana, Las Huelgas, Santa María de Huerta o la Abadía de la Oliva en Navarra.

Encuentros, cursos de formación, jornadas de oración, intercambio epistolar y divulgación de las actividades para llegar a todo el Pueblo de Dios son algunas de las muchas tareas que realiza la Comisión Ibérica del Diálogo Interreligioso Monástico. Cuando en nuestro país, a otros niveles eclesiales, poco o nada se hace en este campo, es elogiable la tarea que se han propuesto estos monjes y monjas: sentarse y dialogar alrededor de una mesa, poniendo en común experiencias. El diálogo como “actitud” eclesial, como decía el papa Pablo VI.

LEVADURA

El diálogo interreligioso es una asignatura pendiente. Nuestra historia está llena de guerras, prejuicios y mucha ignorancia. A muchos de dentro habría que recordarles la máxima conciliar de que la Iglesia “nada rechaza de lo que en las otras religiones hay de verdadero y santo”. Es su misión fomentar la unidad y la caridad entre todos los hombres y mujeres de la Tierra, tengan el credo que tengan.

mtlopez@vidanueva.es

En el nº 2.785 de Vida Nueva.

 

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