Momias “al natural”

El cuerpo de lo inverosímil: momificación en San Bernardo

Texto : Grupo Tánatos – Fotos: Grupo Tánatos

¿Alguna vez ha contemplado la posibilidad de ser momia? Lo que para muchos podría ser una pregunta insólita y descabellada, para los habitantes de San Bernardo Cundinamarca, es un asunto de la vida diaria, probablemente una inquietud latente que se acrecienta los sábados a las 10 am., una vez al mes, cuando se realizan las exhumaciones en el cementerio. A diferencia de cualquier otra población colombiana, para los sanbernardinos las exhumaciones despiertan un interés particular. Ese día el sepulturero es una celebridad y todos se mantienen en vilo hasta no conocer las novedades que traen los testigos que bajan del campo-santo. Es común que en cada esquina se hable de las “nuevas momias”, a quienes muchos conocen desde hace tiempo.

Para sorpresa de viajeros y visitantes, las Momias de San Bernardo no son puro cuento ni tampoco leyendas que inspiran terror. Se trata de un asunto extrañamente familiar, pues es común que entre los exhumados de turno se encuentre algún pariente, amigo o vecino, y suele ocurrir que alguno resulte candidato para el “Museo de momias P. José Arquímedes Castro”. Por alguna misteriosa razón, todos los sanbernardinos son potencialmente momificables o al menos ese es el rumor que corre entre la gente.

El pueblo de las momias

A 100 kilómetros al sur de la capital, en las entrañas del departamento de Cundinamarca, se encuentra San Bernardo. Esta pequeña población de aproximadamente 3.500 habitantes, ubicada en la región del Sumapaz a 1.600 metros sobre el nivel del mar, fue fundada en 1910 en honor al arzobispo Bernardo Herrera Restrepo. Aún se recuerda el talante conservador y el catolicismo intachable de sus primeros habitantes. Sin embargo, últimamente se ha destacado por ser uno de los únicos lugares en Latinoamérica donde se da el fenómeno de momificación de manera natural o espontánea. Por esta razón, el cementerio es uno de los lugares más visitados.

¿Cómo se llega al Mausoleo? Desde la plaza de mercado, subiendo por un camino de herradura, es fácil encontrar el “nuevo cementerio”, como lo conocen los lugareños, aunque su fundación data de 1956, cuando el entonces párroco, José Arquímedes Castro, buscó un mejor terreno para ubicar la necrópolis del pueblo. Una vez dentro, se desciende por un pequeño sendero rodeado de pinos en forma de cruz, que conducen al lugar donde se ubica el Mausoleo, en la parte posterior. Se trata de una pequeña edificación de dos niveles, de estructura sencilla y amplios ventanales.

El Mausoleo alberga 14 momias identificadas, aunque hay más de 30 que se encuentran en una bóveda subterránea, a la espera de ser clasificadas y expuestas al público. “Los conocimos en persona y los conocimos momificados”, manifiesta la señora Constanza a los curiosos que la escuchan platicar sobre sus amistades-momias. Desde hace 41 años, cuando se encontró el primer cuerpo momificado, el de la Señora Florentina Gutiérrez de Cruz, no han cesado los casos de cadáveres que en el momento de su exhumación llaman la atención por su estado de conservación, en perfectas condiciones. Por eso, con frecuencia en San Bernardo, las momias son un buen tema de conversación.

Historias de momias ejemplares

Muchos consideran que “este Mausoleo es como un gran museo en donde las personas que aquí se encuentran hacen parte de la memoria del municipio, con sus rasgos faciales, su lenguaje corporal y su ropa, que evocan parte de lo que fueron”. En efecto, las momias de San Bernardo inmortalizan momentos, lugares y personajes relacionados con la vida del pueblo. Por eso la gente mantiene vivos algunos recuerdos que ahora comparten con los visitantes del Mausoleo:

Saturnina Torres de Bejarano: mujer pobre, trabajadora y madre de 12 hijos. Cultivaba balú y guatila. Recordada por su don de gentes y por preparar delicioso platos. Sus hijos de vez en cuando se acercan a su cuerpo para orarle. En vida y en muerte sus largas trenzas la inmortalizan en nuestra memoria.

Laureano Acosta Sastoque: trabajó en la arriería de bueyes y mulas. Reconocido como un hombre noble y piadoso. Su amigo Antonio Baquero lo evoca así: “vivió como todos nosotros y por mérito está su cuerpo momificado”. Su cuerpo, especialmente sus manos en perfecta conservación, nos recuerda que el trabajo de la tierra es sublime.

Margarita de Prieto: mujer muy dedicada al hogar. Sus hijos la recuerdan como una magnífica jefe de hogar que llevaba a su casa huevos, queso, yuca y guatila. La flor entre sus manos y su mirada serena perpetúan lo significativo de una vida dedicada a los demás.

Como estas, son muchas las “historias ejemplares” de las momias que allí se encuentran. Algunos explican que sus “cuerpos incorruptos” son consecuencia de su rectitud de vida y de que estas personas murieron en “olor de santidad”. Pero esta beatífica interpretación no es la única hipótesis que circula por las calles de San Bernardo.

Secretos de conservación natural

La creencia de que al morir el individuo algo de su espíritu permanecía en el cuerpo inerte, no es nueva. Por eso desde la antigüedad se realizan prácticas de conservación del cuerpo humano. Lo extraordinario de las momias de San Bernardo es el misterio que encierra la momificación natural de sus cuerpos.

Hay quienes aseguran que el proceso de momificación de los cuerpos tiene que ver con el alto nivel de consumo de la guatila (Sechium Edule) y el balú (Erythina Edolis), dos productos básicos en la tradición alimenticia de la región. Muchos los consideran autóctonos, a pesar de que la guatila es un legado de los mayas y los aztecas y el balú es una herencia de los incas. La primera es una hortaliza de apariencia tosca y suave sabor; la segunda es una legumbre con frutos parecidos a un fríjol grande. Se cultivan casi de manera espontánea y aunque las nuevas generaciones poco lo digieren, sigue siendo muy apetecido por los mayores. Este maravilloso elíxir hoy se consigue en el pueblo en diferentes presentaciones: tortas de balú, vino de guatila, arequipes, galletas y mucho más.

Pero no todos están convencidos de esta hipótesis gastronómica. Otros afirman que los procesos de momificación tienen que ver con el terreno donde se entierran los cuerpos, en razón a una extraña conjugación de humedad, sales y minerales en alto grado de concentración. De hecho, las primeras momias aparecieron cuando el cementerio fue trasladado de sede. Los más creyentes, como don Antonio Baquero, antiguo sepulturero, sostienen que “la momificación es un algo más elevado, un misterio, porque no hay mano de hombre en ella”.

Ser o no ser momia

El Mausoleo es una iniciativa local con el objetivo de resaltar lo que los habitantes de San Bernardo fueron en vida y el significado que tienen para su comunidad. Quienes allí se encuentran “no han sido reyes ni faraones, ni grandes personajes públicos, son la huella imperecedera de hombres y mujeres sencillos, de gente trabajadora que nos habla desde su noble condición de campesinos colombianos”.

Sin embargo, no todos quieren ser momias ni permiten que sus parientes sean expuestos en el Mausoleo. Actualmente no son pocas las resistencias de los habitantes del pueblo al respecto. Prefieren, más bien, que los restos momificados sean cortados con sierras o serruchos y depositados en un osario.

Ante el dilema de ser o no ser momia, es posible que a alguien se le ocurra incluir el tema en su testamento, como última voluntad.

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