Piñera ya gobierna el Chile del Bicentenario y el terremoto

Durante la sobria ceremonia de relevo presidencial, una nueva réplica sembró la alarma y el temor en el país

Michelle Bachelet, instantes antes de imponer la banda presidencial a su sucesor, Sebastián Piñera

Michelle Bachelet, instantes antes de imponer la banda presidencial a su sucesor, Sebastián Piñera

(José María Arnaiz– Santiago) En un estudio sobre Shakespeare, al analizar a tres grandes  monarcas (Ricardo II, Enrique IV y Enrique V), el poeta W. H. Auden establece cinco condiciones del gobernante ideal: saber discernir entre lo que es justo y lo que no; ser él mismo justo (probo); ser fuerte para doblegar a quienes preferirían ser injustos a comportarse justamente; ser capaz, por sus habilidades naturales o por aprendizaje, de conseguir que otros sean leales a la causa y al proyecto; y poseer legitimidad según el parámetro vigente que establece la sana democracia y juntar a ella la capacidad de liderar.

Estos atributos, formulados ya hace 400 años, siguen vigentes. Shakespeare pide lo mínimo: ante todo, justicia y honradez; y algo muy importante: creación de lealtades, es decir, esa sutil cualidad para establecer vínculos verdaderos, basados en la confianza y el respeto mutuo; en el fondo, se está refiriendo al arte de aunar voluntades, de hacer subir a la gente a un mismo carro.

Con esta reflexión y con una réplica de terremoto de 7,2 grados en las escala de Richter de fondo, vivió Chile el pasado día 11 el relevo presidencial. Y desde esta perspectiva deben leerse los discursos de la mandataria saliente, Michelle Bachelet, y del entrante, Sebastián Piñera. La mujer que se va ha puesto toda su energía en conseguir un país más justo y humano, y ha dado pruebas de liderazgo y acción; ha buscado no equivocarse y ha obtenido popularidad. El que viene se hace acompañar de la técnica y busca gestionar bien.

La gente que acompañaba a Bachelet en su despedida del Palacio de  Moneda, antes de partir para el acto central en el Congreso en Valparaíso, quiso decirle con su presencia multitudinaria que, como primera mujer presidenta, no sólo cuidó las cuentas y ahorró para tiempos difíciles, de crisis y terremotos, sino que distribuyó bien los ingresos, dejando establecida una red de protección social que debe continuar. No hay duda de que dejó alto el listón a su sucesor, un Piñera que, como él mismo indicó, en su primer discurso desde La Moneda en la noche del día 11, le toca comenzar en un momento “histórico y dramático”, y gobernar para los chilenos del bicentenario y del terremoto.

¿Qué pensaban los nueve jefes de Estado, incluido el Príncipe de España, presentes en el acto de transmisión del mando en Valparaíso, ésos que, durante la réplica del seísmo, levantaban la mirada temerosa hacia la bóveda del edificio, y que, como el colombiano Uribe, incluso hasta hicieron ademán de querer salirse de la sala? La mayoría, como no podía ser de otro modo, expresó su deseo de trabajar amigablemente con Piñera. Y aunque hay quienes hubieran preferido la continuidad del Gobierno de concertación (así pudieron interpretarse algunas ausencias), lo cierto es que el terremoto hizo variar el guión: el brasileño Lula, por ejemplo, llegó por la mañana y partió el mismo día por la tarde; y ni hubo el tradicional concierto de cambio de mando ni la gran cena de gala. Todo fue muy sobrio.

Tiempo de exámenes

¿Quién ocupará La Moneda dentro de cuatro años? Para que la concertación de centro-izquierda vuelva al poder, sus integrantes tienen que acercarse al “sacramento de la reconciliación”: examinarse bien, arrepentirse de algunos pecados graves, confesarlos, reconocerlos y purificarse, cambiar de vida. ¿Quién será el confesor? Es el mensaje que dejaron las últimas elecciones. Y algo de eso ha tratado de hacer la Alianza de la derecha. Ha tenido para ello 58 años.

Ahora será la ciudadanía quien juzgue, y pondrá su nota dentro de 1.465 días. ¿Nos sorprenderá Piñera? En el discurso inaugural de su mandato, sus nombramientos y sus primeros gestos, no parece que lo haya hecho, pero hay que darle tiempo, porque él también está penando el terremoto. De hecho, en estos días de cambio, el país estuvo más centrado en el lenguaje rotundo de la catástrofe que en lo que se decía y hacía en torno al relevo presidencial.

Eficiencia versus cariño y cercanía a la gente. En esa disyuntiva se encuentra el país. ¿Bastará con que Piñera muestre una gestión ejemplar para relegar a Bachelet al olvido? Suele ocurrir que, ante una crisis, la eficiencia derrota a la cercanía. Está por verse si será mejor o peor. Sí está claro que viene algo diferente.

En el acto ecuménico de oración por el nuevo Gobierno, presente en pleno en la Plaza Mayor de Santiago el día 12 por la mañana, el cardenal Errázuriz recordó que la tarea que el nuevo gobernante tiene por delante es “gigantesca”, y el que quiera estar a la altura tiene que ser un gran “servidor” y estar muy cerca del pueblo, ya que cuenta con una nación cuyo “temple es de madera noble”.

jmarnaiz@vidanueva.es

En el nº 2.700 de Vida Nueva.

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