Obituario: Cipriano Calderón Polo: extremeño, romano, universal

(Jacinto Núñez Regodón) El día 4 de febrero fallecía en Roma, a los 81 años, el obispo Cipriano Calderón Polo. Nacido en la ciudad de Plasencia, de la que ostentaba el título de Hijo Predilecto, se mantuvo fiel a sus raíces, incluso en el “deje” de su manera de hablar. Esa fidelidad explica la voluntad de ser enterrado en la parroquia placentina en la que recibió el bautismo y de la que había sido párroco un tío sacerdote, hermano de su madre, por el que profesó siempre una profunda admiración.

Su formación se desarrolló en el Seminario de Plasencia, la Universidad Pontificia de Comillas y la Universidad Gregoriana de Roma. Antes de su ordenación sacerdotal ingresó en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Durante muchos años residió en el Pontificio Colegio Español de Roma, lo que le dio la ocasión de tener un amplio conocimiento de buena parte del clero de España.

En los años del Concilio Vaticano II ejerció una intensa actividad como periodista. Como Jefe de la Sección de Lengua Española de la Oficina de Prensa del Concilio, asistió a todas sus sesiones. Muchos lectores españoles pudieron seguir aquel acontecimiento por las crónicas y artículos de opinión que Calderón ofrecía en diversos medios. Al final del Concilio se movía por el Vaticano como por su propia casa. Pocos años después, en 1968, el papa Pablo VI lo nombraría director de la edición española de L’Osservatore Romano. Fue él quien, en ese medio, empezó a llamar “catequesis del Papa” a las enseñanzas del Obispo de Roma en las audiencias de los miércoles.

El papa Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Tagora y vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina, y él mismo lo ordenó obispo en la Basílica de San Pedro el 6 de enero de 1989. Desde entonces monseñor Calderón desplegó al servicio de las iglesias latinoamericanas la mayor generosidad, no exenta de dificultades, sobre todo con ocasión de la Asamblea del CELAM en Santo Domingo en 1992.

Fidelidad a los Papas

Juan Pablo II lo nombró también miembro de la Congregación de Obispos, encargada de presentar al Papa los candidatos para el ministerio episcopal. Al conocimiento de América Latina se sumaba, así, una información privilegiada de la mayor parte de las diócesis del mundo.

Su sintonía con la Iglesia estuvo muy asociada a la fidelidad a la persona del Papa. Fue montiniano con Pablo VI y wojtiliano con Juan Pablo II. Por el actual Pontífice, con el que había trabajado conjuntamente cuando ambos eran miembros de la Congregación de Obispos, sentía la mayor devoción y seguía con verdadera pasión todas sus catequesis.

Fueron muchos los que creyeron que terminaría vistiendo el capelo cardenalicio. Confiamos que ahora le va a ser ceñida “la corona de gloria que no se marchita”.

Lea también el obituario escrito por Antonio Pelayo, Monseñor Calderón, un servidor fiel. Si además es suscriptor, puede leer el ‘Al Vuelo’ que protagonizó en el 2.462, pinchando aquí.

En el nº 2.648 de Vida Nueva.

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