Vida Consagrada: Serenidad y compromiso contra la crisis

(Luis A. Gonzalo Díez, cmf) Empezó el invento no hace mucho y, sin embargo, está llegando lejos. Los ricos escribieron la crisis para que muchos actores pobres la representasen. Un éxito de crítica y público. La Iglesia en España ha tomado el pulso a esta realidad. Sabe que no todo está en sus manos, pero ha dicho claramente que sus manos están dispuestas. Gestos de colaboración y, sobre todo, signos de verdad. Pero los llamamientos y compromisos de nuestros obispos no son noticia, no venden. La comunidad cristiana está despierta ante la crisis, cerca de los nuevos parados, los inmigrantes con promesas vacías, al lado de quienes llenan nuestras calles con mensajes de muerte y de los que rompen el silencio con acordes disonantes. La Iglesia en España ha dicho que Navidad y Año Nuevo son fiestas para la serenidad y el compromiso.

Los religiosos se han sumado a esta reflexión. La vida consagrada se pregunta cómo ante esta realidad puede llenar de contenido sus votos. ¿Cómo ser pobres, y que esta pobreza cree solidaridad? La CONFER expresamente ha querido vincular la reflexión sobre la crisis con la experiencia personal de la debilidad. Si algo no pasa por el corazón no llega a cambiarlo.

Hace mucho tiempo que los consagrados han entendido que no tienen sentido sus opciones sin abrazar la debilidad. Los lugares donde está la vida consagrada aparecen en las páginas sepia de los periódicos, cuando informan de las consecuencias de la eufemística desaceleración. Parados, inmigrantes, enfermos, prostitutas, sin techo, ancianos con migajas de pensión y banquetes de soledad, parejas hipotecadas y sin amor…, son los rostros del voto de pobreza.

En un tiempo en el que todas las congregaciones e institutos se preguntan dónde colocarse, adónde marchar y quién va a venir con nosotros, resulta que la crisis nos traza el camino. La carta programática para la vida consagrada es mirar a los ojos, no mirar a otro lado.

Como ese grupo de Religiosas de María Inmaculada que, en Madrid, tienen su casa abierta. Participé en su fiesta de Navidad. Familias de latinos. Jóvenes, llenas de vida y de niños. Con poco que perder. El grupo de religiosas mayores, muy mayores… vibrando con la celebración y llenándose de vida. O el grupo de seglares y religiosos escolapios que empezaron hace años una experiencia de acogida con inmigrantes en Peralta de la Sal (Huesca). No los están “salvando” a todos. Pero están de lleno con los que están. O Rosaura Rodrigo religiosa Hermanita de Jesús, que vive con los más débiles y por los más débiles en Málaga. Es una consagrada al lado de muchas mujeres heridas que, como empleada de hogar, ha encontrado en la fragilidad y el fracaso el sentido de su consagración. O Íñigo, que es marista y joven. Tiene verbo fácil y está viviendo su consagración marcado por Espiral, que es una asociación constituida por los “hijos” de la crisis en Fuenlabrada. Él entró hace tiempo en esa espiral y, con paciencia, nos recuerda que lo importante no es hacer, sino estar activamente.

Por qué no aludir a Presentación, religiosa de San José de Gerona. La guerra le quitó las piernas, pero no le quitó la pasión misionera. Quiere volver.  

Ellos y ellas, los citados y los miles anónimos, saben que la fuerza de la consagración se hace verdad cuando uno abraza la cruz. Y como diría mi buen amigo Balta, jesuita de Badajoz, cuando uno sabe llevarla. Y sabe de qué habla.

MIRADA CON LUPA

Es tiempo de publicidad. Es momento de anunciar y anunciarse. Y este vuelco estético también lo padece la vida consagrada. Demasiada publicidad y anuncios de color. Exceso de documentación profética con opciones pastorales bien estructuradas. Demasiado texto sin contexto. Mucho anuncio de vida que se queda en la epidermis o en lo que bien parece. Demasiadas palabras sin poso de Palabra. No sabe uno si es “signo de los tiempos”… o gastar el tiempo en signos.

A la vez, hay una vida consagrada numerosa. Silenciosa. Cumpliendo su día a día. Comenzando la mañana con fe y gastando las horas con solidaridad hasta que cae la noche. Hay una vida consagrada que sueña y tiene esperanza. No es joven, pero tiene todavía un corazón capaz de latir con el que sufre. Es la vida consagrada real. No sale en las revistas. No escribe, pero vive. No hace declaraciones. No tiene tiempo para ello. Muchas religiosas y religiosos hace tiempo que están con la crisis, porque siempre han estado con los más pobres. Estos religiosos anónimos y serenos nos están recordando que nuestros viajes y sistemas operativos, reuniones de trabajo y dietas… están en crisis.

En el nº 2.642 de Vida Nueva.

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