Francisco: “La felicidad no es una app para descargar en el móvil”

Jubileo de los Jóvenes en el Vaticano

El Papa reclama autenticidad y verdadera libertad a los 70.000 participantes en el Jubileo de los Jóvenes

Jubileo de los Jóvenes en el Vaticano

El Papa, junto a 150 sacerdotes, confiesa en San Pedro

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Si Ernest Hemingway escribió París era una fiesta, sería deseable que alguno de los jóvenes que han participado en el Jubileo de los Jóvenes (23-25 de abril) fuese capaz de describir lo que podríamos titular como “Roma fue una fiesta”.

Decenas de miles de jóvenes –unos setenta mil, según fuentes de la Policía–, la mayoría italianos, pero otros muchos llegados de diversos países (notable la presencia de españoles), se dieron cita en la Ciudad Eterna para celebrar “su” jubileo. Y durante tres días hicieron de Roma el escenario de “su” fiesta: bandadas de adolescentes, entre los 12 y los 16 años, recorrieron calles y plazas cantando y, por supuesto, convirtieron la Plaza de San Pedro y sus alrededores en un gozoso campamento antes de atravesar la Puerta Santa de la Basílica. Una fiesta espontánea, colorista y pacífica sin la menor estridencia ni salida de tono. Uno de los acontecimientos más conseguidos de este Año de la Misericordia.

Muchos de los chicos y chicas llegados a Roma fueron acogidos y alojados por las parroquias de la diócesis o las comunidades y asociaciones religiosas a las que pertenecían. El sábado por la mañana se concentraron en tres de las iglesias jubilares, a fin de prepararse para la confesión. Todos confluyeron después en el Castel Sant’Angelo y, desde allí, iniciaron su peregrinación hacia la Plaza de San Pedro. En el abrazo que forman las columnas de Bernini les esperaban 150 sacerdotes para escuchar sus confesiones en diversas lenguas. La suave temperatura de la mañana romana permitió que todo se desarrollara al aire libre. Con la debida distancia de un “confesionario” al otro, los presbíteros administraron a los jóvenes el sacramento de la Reconciliación.

Y llegó el Papa…

La sorpresa se produjo en torno a las once y media de la mañana: acompañado por Rino Fisichella, responsable de la organización del Jubileo, Francisco llegó a la Plaza. Apenas se dio cuenta de su presencia, la muchachada comenzó a aclamarle, a lo cual el Papa respondió con un sencillo “ciao, ragazzi”. Inmediatamente después, se impuso una estola morada y se sentó en una silla para escuchar las confesiones. Fueron 16 los chicos y chicas –escogidos al azar– que pudieron sentarse al lado de Bergoglio para recibir la absolución de sus pecados. Entretanto, la escena había sido recogida por decenas de smartphones y ya había entrado como una tromba en las redes sociales. A las doce y media, el Santo Padre se retiró a su casa de Santa Marta y en la Plaza se multiplicaron los entusiastas comentarios de todos los presentes. “Es muy diferente de como aparece en la televisión, parece más humilde y dulce”, afirmó Alessia, una muchacha llegada desde la ciudad sureña de Lecce.

Todos estos jóvenes se dieron cita por la tarde en el Estadio Olímpico de Roma para asistir a una fiesta donde se alternaron música, testimonios, momentos de reflexión y espectáculo. Entre otros, intervinieron dos astronautas italianos –Luca Parmitano y Paolo Nespoli–, que invitaron a los jóvenes a custodiar nuestro planeta. El director de cine Gianfranco Rossi y algunos actores de su film Fuocoammare –premiado con el Oso de Oro en el Festival de Berlín– hicieron presente el drama de los refugiados que han llegado y siguen llegando a la isla de Lampedusa.

La fiesta se abrió a las ocho y media de la tarde con la retransmisión de un mensaje televisado de Francisco en el que lamentaba no haber podido participar personalmente. “No he conseguido venir, y lo siento, por eso he decidido saludaros con este vídeo”, reconocía con pesar. Después, con ese lenguaje cercano que sabe utilizar como pocos, les dijo: “Chavales, ¡cuántas veces me sucede que quiero telefonear a los amigos y no consigo ponerme en contacto porque no hay cobertura! Estoy seguro de que os sucede también a vosotros, que el teléfono celular en algunos lugares no funciona… Pues bien, recordad que si en vuestra vida no está Jesús es como si no hubiese cobertura. No conseguimos hablar y nos encerramos en nosotros mismos. Pongámonos siempre donde hay cobertura. La familia, la parroquia, la escuela, porque en este mundo siempre tendremos algo bueno y verdadero que decir”.

Antes, les había advertido contra el peligro de no perdonar: “No permanezcamos con el rencor y el deseo de venganza. No sirve de nada: es como una carcoma que nos come el alma y no nos permite ser felices. ¡Perdonemos! Perdonemos y olvidemos el mal recibido, así podremos comprender la enseñanza de Jesús para ser sus discípulos y testimonios de misericordia”.

Domingo de fiesta en San Pedro

El domingo por la mañana, la Plaza de San Pedro era un hervidero y, contemplada desde arriba, parecía un tapiz multicolor con banderas de diversos países, sombrillas, viseras y gorras de vivos colores. A las diez y media comenzó la Eucaristía, en la que tuvieron parte muy activa los jóvenes, que le dieron un carácter festivo.

Una vez más, Bergoglio demostró cómo es capaz de dirigirse a un auditorio en la aurora de sus vidas y hacerles llegar un mensaje exigente: “En estos años de juventud percibís también un gran deseo de libertad. Muchos os dirán que ser libres significa hacer lo que se quiera. Pero en esto se necesita saber decir no. Si no sabes decir no, no eres libre. Libre es quien sabe decir sí y saber decir no. La libertad no es poder hacer siempre lo que se quiere; esto nos vuelve cerrados, distantes y nos impide ser amigos abiertos y sinceros; no es verdad que cuando estoy bien todo vaya bien. (…) En cambio, la libertad es el don de poder elegir el bien. Es libre quien elige el bien, quien busca aquello que agrada a Dios aun cuando sea fatigoso y no sea fácil. Solo con decisiones valientes y fuertes se realizan los sueños más grandes, esos por los que vale la pena dar la vida”.

“No os contentéis –prosiguió– con la mediocridad de ‘ir tirando’, estando cómodos y sentados; no os confiéis en quien os distrae de la verdadera riqueza que sois vosotros, cuando os digan que la vida es bonita solo si se tienen muchas cosas; desconfiad de quien os quiere hacer creer que sois valiosos cuando os hacéis pasar por fuertes, como los héroes de las películas, o cuando lleváis vestidos a la última moda. Vuestra felicidad no tiene precio y no se negocia; no es una app que se descarga en el teléfono móvil; ni siquiera la versión más reciente podrá ayudaros a ser libres y grandes en el amor. La libertad es otra cosa”. En otro momento de su preciosa homilía, Francisco animó a sus oyentes con estas palabras: “Jesús nos quiere de pie. Esta palabra bonita que Jesús decía a los paralíticos: ‘Levántate’. Dios nos ha creado para estar de pie”.

Finalizada la misa, el Papa hizo una gira triunfal por la Plaza, que se vio obligado a prolongar en la anexa Plaza de Pío XII y en la Via della Conciliazione. Según datos fidedignos, eran 120.000 las personas que le aclamaron en ese momento. No se podía dar un paso…

Pero la jornada y las sorpresas no habían acabado; en la vecina Villa Borghese se estaba celebrando el Día de la Tierra, organizado por asociaciones ambientalistas y el movimiento de los focolares. A media tarde, el Papa decidió unirse a la celebración y, durante una hora, compartió con todos los presentes el compromiso para la salvaguardia de la Creación, una de las ideas-eje de su encíclica Laudato si’.

En el nº 2.986 de Vida Nueva

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