Una Iglesia de frontera ante el drama de la valla

El Foro Cristianismo y Sociedad se estrena denunciando la indiferencia de nuestra sociedad y las expulsiones “en caliente” de inmigrantes

 

JOSÉ BELTRÁN | Estamos ante una sociedad enferma, necesitamos de los inmigrantes para que nos sanen”. El arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo, reacciona así ante la indiferencia de quienes caminan, conducen o practican deporte junto a la valla de Melilla, mientras otros intentan saltarla en busca de una oportunidad. Es la condena del religioso franciscano ante lo que considera una realidad doliente unida a una política europea de fronteras “que no se ocupa de las personas, sino que las condena al sufrimiento en todos los casos y que, con una inaceptable frecuencia, deriva en una condena a muerte sin juicio previo”.

Agrelo fue uno de los ponentes que, el 31 de octubre, inauguraron el Foro Cristianismo y Sociedad, en el que también intervinieron Pedro Cabrera, profesor del Departamento de Sociología y Trabajo de la Universidad Pontificia Comillas, y el director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, José Luis Pinilla. Organizado por Justicia y Paz de Madrid, la Parroquia San Jerónimo el Real y la Fundación Crónica Blanca de Jóvenes Comunicadores, este ciclo de encuentros se convirtió en el primer acto público de Carlos Osoro como arzobispo de Madrid tras su toma de posesión. El prelado denunció “la economía que excluye”, las nuevas formas culturales “que esclavizan” y las legislaciones que a menudo “no van a favor del hombre, sino contra él”, lamentando especialmente la explotación de menores y el abandono de los ancianos.

Bajo el título Lampedusa, Ceuta… ¿Cuál será la siguiente? Dignidad de la persona y emigración, Agrelo explicó que una “Iglesia de frontera” como su diócesis “no es un límite o confín entre estados soberanos, sino una línea, invisible pero real, entre salud y enfermedad, libertad y esclavitud, justicia e inequidad, vida y muerte”. Ante esta realidad, recordó que la Iglesia “no puede limitarse a rezar por los que mueren. Su condición de Iglesia de frontera la obliga a escuchar la Palabra de Dios en comunión con los que mueren, y esa Palabra suena muy distinta si se proclama en una catedral o la imaginamos proclamada en una patera: ‘Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder’”.

Por su parte, José Luis Pinilla recordó cómo “todo inmigrante posee derechos inalienables, tengan papeles o no”, y añadió que “la Iglesia española está trabajando muchísimo para pasar de la acogida a la integración y a la comunión”. Así, advirtió de que “la próxima tragedia puede producirse, ya no en la fronteras, sino en el corazón de Europa: Bruselas, París, Barcelona… Lugares donde no se ha fomentado la cohesión y en los que los inmigrantes son precarizados y estigmatizados”. “Aunque España haya perdido varios puestos en el PNUD, cuando miras al fondo de la tabla, surge una pregunta: ¿cómo es posible que no vengan más del otro lado del Estrecho?”, se cuestionaba el profesor Cabrera, quien denunció las expulsiones “en caliente” en Ceuta y Melilla. Al analizar el fenómeno migratorio con datos en la mano, subrayó que “sabemos cómo combatir la pobreza, solo hace falta voluntad ciudadana y política. En la medida que dejemos de mirar para otro lado y reconozcamos que forman parte de nuestro proyecto colectivo, se pueden ir solventando las dificultades”.

 

Cristina Sánchez, Premio ‘Lolo’ de Periodismo

cristina1Solo habían pasado unas horas desde que la Unión Católica de Informadores y Periodistas de España (UCIP-E) fallara la VI edición del Premio ‘Lolo’ de periodismo joven, y la ganadora, Cristina Sánchez, lo celebró trabajando precisamente en el Foro Cristianismo y Sociedad. Redactora de Alfa y Omega, el jurado ha valorado su sensibilidad social y solidaria a la hora de dar voz a quienes viven en situaciones de pobreza y exclusión. Prueba de ello son sus viajes a Nicaragua, Perú o Malawi, para colaborar en diversos proyectos. De la misma manera, el jurado apreció “la seriedad y exigencia en su labor, y fundamentalmente, un ejercicio del periodismo como una auténtica vocación cristiana, que traslucen las informaciones religiosas y sociales que Cristina firma”.

 

En el nº 2.916 de Vida Nueva

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