El futuro de Nicaragua está en la familia

familia con bebé y una enfermera en Nicaragua

Así lo defienden los obispos, que denuncian las lacras sociales que la amenazan

familia con bebé y una enfermera en Nicaragua

M. Á. MALAVIA | La Conferencia Episcopal de Nicaragua publicó, el pasado 29 de diciembre, una carta pastoral sobre el estado de la familia en su país, considerando que en esta, como “célula original de la vida social”, están depositadas las esperanzas para el futuro nacional.

Al constituir la familia “la primera escuela de vida”, el objetivo episcopal es que sea espejo global para toda Nicaragua el ámbito “donde se transmiten y viven las verdades de la fe y los grandes valores humanos y cívicos que constituyen el fundamento de la convivencia social”.

Una concordia nacional que, lamentan los prelados, se encuentra muy dañada en Nicaragua, lo que, a su vez, tiene reflejo en las propias familias, que han de ser el germen de su esperanza. En este sentido, los dramas sociales más graves han tenido su reflejo en la institución familiar.

Así, entre estas “sombras”, se aprecian el “creciente secularismo” y el “influjo de la globalización”; la proliferación de “un falso concepto de matrimonio y de familia, contrario a la ley natural, la razón, la ética y la moral cristiana”; o la “cada vez más alarmante brecha entre ricos y pobres y la dramática falta de empleo que vive una gran parte de nuestra población”, que hace que muchas familias busquen “una salida a través de la migración de uno de los cónyuges, exponiéndose muchas veces a situaciones difíciles y peligrosas en el extranjero y, en el peor de los casos, afectando gravemente la unidad familiar y la estabilidad afectiva de los hijos”.

Machismo imperante

A un nivel interno, preocupa a los obispos la persistencia de “la violencia intrafamiliar, muchas veces producto del machismo imperante en nuestra sociedad, en donde la dignidad de la mujer no es reconocida ni respetada”; el hecho de que “el narcotráfico se haya vuelto, en algunos casos, un modo de sobrevivencia familiar”; el que el alcoholismo “siga siendo un fenómeno doloroso muy extendido”; o el “pecado social” de “la trata de personas y el incremento de la prostitución de adolescentes y jóvenes a través del llamado turismo sexual”.

Entre los responsables de esta situación, además de la “comunidad política”, el Episcopado nicaragüense señala a los medios de comunicación, que “han invadido todos los espacios, introduciéndose también en la intimidad del hogar”. De este modo, en muchas ocasiones, “transmiten antivalores como la violencia y la infidelidad matrimonial”.

Tampoco son ajenos a esta situación “ciertos centros educativos” y algunas “redes sociales”, donde “se busca atraer a los jóvenes, con licor y diversión, para adoctrinarlos y encausarlos hacia una determinada ideología política”. “De esta manera –denuncian– se violenta uno de los más sagrados derechos humanos, el de la libertad de conciencia. Esta manipulación que se hace de la niñez y de la juventud constituye un escándalo social”.

El problema de fondo, a juicio de los prelados, es que, “desde hace algunos años, la familia está siendo amenazada por la llamada ‘ideología de género’, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado graves y confusas tergiversaciones terminológicas en cuanto al matrimonio, el sexo y la familia; se ha promovido como éticamente aceptable la homosexualidad y se intenta, con gran perjuicio de la convivencia social, introducir leyes que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida desde el primer instante de la concepción y la identidad de la familia”.

Frente a ello, instan a los padres a que asuman “su misión de acompañar, corregir y educar a sus hijos, alertándolos y preparándolos con espíritu de discernimiento para saber enfrentar las diversas ideologías inmorales en el campo de la sexualidad y de la familia, tales como el amor libre, la homosexualidad, el aborto, el divorcio, etc”.

Igualmente, los propios obispos, “como ministros de la misericordia divina, acogemos a aquellas parejas que no están unidas por el sacramento del matrimonio y a las que viven en situaciones irregulares en relación con la Iglesia, asegurándoles que ocupan un lugar especial en nuestro corazón de pastores. Les invitamos a acoger la llamada de Jesús a la conversión y a experimentar la alegría de ser hijos e hijas de Dios por el bautismo”.

En el nº 2.831 de Vida Nueva.

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