Ojos de cristal

Una muestra de entrega detrás del trabajo artesanal

Nelson Jiménez empezó viajando los fines de mes a Bogotá. “¿Ojitos de cristal?”, ofrecía en los alrededores de la plaza del 20 de Julio. Vendía, le encargaban y él volvía al mes con más mercancía. Así se ayudó a sobrellevar la crisis económica que vivía en Medellín durante el 2008.

“Primero se vino él. Año y medio después, me vine con los hijos”, dice su esposa Luz Mercedes Villada. Llegaron a la calle 11 sur, número 1B con 67 este: una cuadrada hacia el norte de la iglesia. Era una bodega a la que Nelson le adecuó los cuartos, la cocina y el taller, que ocupa el 80% del lugar.
Nelson y sus tres hijos, así como los ojos que les pega a sus figuras religiosas, comparten el rasgo de tener ojos cafés claros. Sin embargo, el proceso empieza con un par de palos como astas de banderas; le dicen el “armatoste”. De abajo hacia arriba, con papel y arcilla van dando los primeros volúmenes. En este punto está un San Juan de la Cruz, con pocos pliegues, sin manos, el pelo peinado hacia atrás, los huecos para los ojos están abiertos y hay unas primeras facciones delineadas. “Este es un diseño único”, interrumpe. “Trajeron la foto y me dijeron, lo quiero de un metro”, dice Nelson.
Cuando el modelo tiene todas las partes, si se quisiera replicar, se le deben aplicar entre 200 y 300 capas de caucho silicona líquida: es brillante y cuando se seca, entre 5 o 20 minutos después, da un tono amarillo, esta es la señal para aplicar la siguiente capa. Este proceso tarda 8 días para una figura de un metro. Para completar el proceso, se hace el contramolde: una capa de tres centímetros de yeso o fibra de vidrio. “Dependemos del clima, el sol ayuda, pero algunas veces toca ponerla a fuego bajo en la estufa para que se seque”, señala Luz. Con todas estas partes (modelo, molde y contramolde) ya puede empezar a reproducir imágenes. Cuando se secan, después de un par de horas, según el clima, se lija, se ponen los ojos, se aplica la primera capa de pintura. Sigue el “fondeado”, que son colores más oscuros que dan la sensación de profundidad en los pliegues, dan detalles y sombras, y se hace con aerógrafo. Por último va el decorado, los dorados, las cejas, “hay clientes que traen pedazos de telas para sus imágenes”, señala Luz.
“El negocio se mantiene más por pedidos exclusivos que por venta de réplicas”, asegura Nelson. Pero del total de las ventas, hay un 30% que proviene de la restauración. “La gente cree que armar un rompecabezas con las figuras tiene bajo costo pero no saben que si se le cayó una mano toca volverla a hacer toda y eso es casi siempre, más caro que comprarla nueva”, responde Luz. Muestra un niño Jesús partidos en cuatro partes, abre sus ojos y con tono curioso amplía “las personas son muy apegadas de sus imágenes y la mayoría prefiere pagar más, que botarla a la basura”.
De las imágenes que se replican, tres son las que más se venden: en primer lugar es de María auxiliadora, el segundo de la virgen del Carmen y el tercero es para el Divino Niño, yo reinare. “A mí la que más me gusta hacer es la Milagrosa”, confiesa Nelson.
En sus casi cuatro años, de los 23 de experiencia que atesora, ha tenido trabajos que le han exigido una gran dosis artística. Es el caso de la restauración del santo sepulcro de la iglesia del 20 de julio, realizada antes de semana santa, “hubo yeso, pintura y se le hizo un simulacro de sangre”, recuerda Nelson. Además tuvo a cargo la reconstrucción de algunas de las 100 piezas que conforman el pesebre de la iglesia. “Parecía italiano. No creo que ese pesebre haya sido hecho aquí”, dice. Por último le arregló la mano a un ángel de la trompeta. También sugiere qué tipo de imagen donar para iglesias y conventos, “mi sugerencia, por tradición, es un cristo”, afirma Nelson.
Nelson entrega una virgen restaurada, la envuelve en papel periódico y con cara de sorpresa, se despide de su dueño, mientras suelta en voz baja la frase “uno cree en ellas, pero al final, todas son hechas por uno mismo”. VNC

DANIEL PARRA

Compartir