La Iglesia centroamericana sale al encuentro de las ‘maras’

Agentes de pastoral social y Cáritas, convocados por el CELAM, analizan en Honduras esta dolorosa realidad

(José Luis Celada) Los obispos latinoamericanos y del Caribe reconocen que la realidad de las ‘maras’ es “cada vez más opaca y compleja”, y que este “doloroso fenómeno de las pandillas nos cuestiona como Iglesia”. Por eso, convocados por el Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), representantes de la Pastoral Social y de Cáritas de Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica y Panamá se reunieron a finales de septiembre en tierras hondureñas para analizar el alcance de un drama en el que “están involucradas decenas de miles de niños, niñas, adolescentes y jóvenes” e identificar los desafíos pastorales que plantea (ver recuadro).

Animados por la “mirada de los díscipulos misioneros” de Aparecida, “una mirada creyente y solidaria”, los participantes constataron que en la región existen “pandillas, muy diversas y en constante evolución, a las que se acercan menores de edad porque encuentran en ellas algo que no les ofrecen sus familias, ni sus escuelas, ni nuestra labor pastoral”. En su declaración final, los asistentes al encuentro ponen de manifiesto, asimismo, que han tratado de “entender los factores sociales, económicos, políticos y culturales que pueden estar a la base del nacimiento y de la expansión de las pandillas”, sin olvidar que “hay factores personales que hacen que muchos de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes sean más resistentes a la situación de riesgo”.

El mismo texto advierte con dolor que las políticas de ‘mano dura’, ‘mano durísima’, ‘leyes antimaras’, ‘cero tolerancia’, “decididamente represivas”, lejos de solucionar el problema, han provocado un fortalecimiento de las pandillas y un aumento en el número de sus miembros. Por eso, “apostar por la represión y no por políticas que garanticen los derechos básicos de la niñez y la adolescencia, tales como la educación, la vivienda digna, las oportunidades de desarrollo integral, entre otros, no hace más que profundizar el problema”, lamentan los firmantes.

Pese a esta situación, el documento sostiene que hay “motivos de esperanza”, en forma de “experiencias exitosas tanto de trabajo preventivo como de atención a jóvenes pandilleros”, incluidos los que se hallan en prisión. En estos casos, “la atención personalizada es fundamental para que cualquier acción sea realmente eficaz”, amén de “considerar a los jóvenes pandilleros como sujetos y no como objetos de nuestra acción pastoral. Debemos escucharles, dialogar con ellos y apoyarles en la búsqueda de salidas”.

Más aún, como Iglesia, las pandillas son “un ámbito de nuestra realidad que reclama la conversión personal, pastoral e institucional que pide el Documento de Aparecida“, reivindica la declaración, al tiempo que invita a “trabajar en el campo de la prevención y de la acción directa” y “la incidencia en los centros de poder y toma de decisiones, en orden a que se establezcan políticas públicas que protejan y hagan efectivos los derechos de niños y niñas”.

Ingente labor por delante, en la que “sabemos que no estamos solos, y que debemos cooperar y aliarnos con otras organizaciones e instituciones y otras comunidades cristianas empeñadas en la búsqueda del bien común”, concluyen desde Honduras.

RETOS PARA UN COMPROMISO

La declaración firmada en Valle de Ángeles (Honduras) recoge los retos que deben afrontar las iglesias del continente para asumir un mayor compromiso con el mundo de las pandillas, y que pueden resumirse así:

  • Trabajar en la prevención, la atención directa y la re-inclusión.
  • Fortalecer la pastoral familiar como espacio de realización humana.
  • Generar nuevos espacios alternativos que favorezcan la integración, el desarrollo de la identidad, el afecto, el reconocimiento y el respeto a los menores de edad.
  • Crecer en la sensibilización y en la formación de los agentes pastorales y los diferentes actores sociales en el tema.
  • Apostar por una pastoral de acercamiento, escucha y acompañamiento a los jóvenes en riesgo y ya en pandillas.
  • Ofrecer una respuesta pastoral orgánica, estructurada, integral y de conjunto, siguiendo el método de ver, juzgar y actuar.
  • Tratar de incidir en la definición de políticas públicas que favorezcan el desarrollo integral de los menores de edad.
  • Como agentes de pastoral, buscar una profunda conversión personal y pastoral.
  • Coordinar las acciones con otros actores sociales.
  • Promover el diálogo entre gobierno, sociedad civil y grupos de jóvenes en riesgo y organizados en pandillas.

En el nº 2.631 de Vida Nueva.

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