Tribuna

Un premio desafortunado

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La semana pasada se hacía público que el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Humanidades y Ciencias Sociales de este año recaía en Steven Pinker y Peter Singer. El primero lo merece porque –informa la Fundación BBVA– ha compaginado logros muy destacados en el ámbito de la psicología cognitiva con análisis perspicaces de las condiciones del progreso humano y porque su visión de este progreso ofrece una perspectiva optimista anclada en la razón, la ciencia y el humanismo.



A Peter Singer se le concede por haber realizado innovadoras contribuciones académicas en el ámbito de la moral. El acta del jurado destaca que es uno de los filósofos morales aplicados más influyentes de la actualidad: “Marcó un punto de inflexión al extender y fundamentar la ética aplicándola al dominio de los animales, con notables consecuencias para la legislación internacional sobre el bienestar animal y el progreso moral”. Lo que motiva este artículo es el pensamiento de este autor.

Porque lo mismo que ensalza a los animales y llega a afirmar que comer carne es inmoral, el filósofo australiano considera que ni el feto ni el recién nacido humanos son personas y, por tanto, no tienen los derechos propios de las personas. Lo que le lleva a admitir tanto el aborto como el infanticidio hasta una semana o un mes después de nacer. Es lo que dice en su libro fundamental, Ética práctica (publicado en 1979, con una segunda edición revisada en 1993 y una tercera revisión en 2011, sin cambiar un ápice estas ideas).

Es más, considera que “si estas conclusiones parecen demasiado escandalosas para ser tomadas en serio, quizá merezca la pena recordar que nuestra actual protección absoluta de la vida de los niños es una actitud típicamente cristiana más que un valor ético universal”. Y porque sea una actitud típicamente cristiana, ¿ya no supone un progreso moral?

Mayor felicidad en el mundo

Ustedes se estarán preguntando por qué hablar de esto con ocasión del Día Mundial del Síndrome de Down. Por la sencilla razón de que este autor aplica sus argumentos básicamente a los recién nacidos con una discapacidad; y entre los supuestos que examina aparece destacado el síndrome de Down… “No entiendo cómo es posible defender la postura de que se puede reemplazar el feto antes de nacer [aborto eugenésico], pero no a los recién nacidos”. Considera que la muerte de un niño con discapacidad conduce al nacimiento de otro niño con mayores perspectivas de tener una vida feliz y, por consiguiente, la cantidad de felicidad total en el mundo será mayor.

Concluye sus reflexiones así: “La cuestión principal está clara: matar a un recién nacido discapacitado no es moralmente equivalente a matar a una persona; y muy a menudo no es malo en absoluto”.

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